José María Flotats. Foto: Sergio Enríquez-Nistal.

Flotats pone negro sobre blanco uno de sus temas preferidos: La verdad. Esta nueva entrega del actor y director de un texto de Florian Zeller se estrena hoy en el Teatro Cofidis de Madrid. La comedia, en la que actúa junto a María Adánez, Kira Miró y Aitor Mazo, trata de cómo la mentira puede infiltrarse sin querer en nuestras vidas.

José María Flotats (Barcelona, 1939) vuelve con La verdad, obra que perfectamente podría titularse con su antónimo. La firma un joven y despeinado escritor, Florian Zeller (París, 1979), que lleva publicadas cinco novelas y tres obras de teatro de éxito en Francia, sin que en nuestro país hayan llamado la atención por el momento. La nueva producción de Flotats recuerda a Arte por los cuatro costados, al menos el envoltorio: el diseño de los carteles que cuelgan en el Teatro Cofidis de Madrid, con imágenes muy iluminadas de los cuatro actores mirando a cámara y vestidos en tonos claros (Kira Miró, María Adánez, Aitor Mazo y él), trae a la memoria los de aquel famoso espectáculo de Yasmina Reza, lo mismo que la escenografía, toda en blanco, de Matías Carbia. El actor no oculta las similitudes de la dos producciones: "Florian Zeller comparte con Yasmina Reza un lenguaje minimalista. La verdad es comedia, aunque puede resultar una tragedia. Recuerdo que muchos creyeron que Arte era una crítica al arte contemporáneo cuando se trata de una obra durísima sobre las relaciones y las falsas amistades. Zeller también va por ahí, indaga sobre qué es verdad y mentira, dónde empiezan y cuándo termina, sobre tu verdad y la mía" . Y cita a Lacan para centrar el argumento de la obra: "Sólo la verdad miente".



Flotats da vida a Miguel, un maduro ejecutivo cuyo pecado es ser un mentiroso compulsivo que engaña a su mujer (Kira Miró) con la de su mejor amigo (María Adánez). "Se cree más listo que nadie, hasta que comienza a darse cuenta de que las personas que le rodean también mienten. Esta situación se va complicando progresivamente hasta que llega un momento en que ya ni siquiera sabe si lo que dice es verdad o mentira, porque si algo tiene que tener un mentiroso es buena memoria. Esta espiral tendrá efectos desastrosos para su vida", explica el autor.



La obra estuvo durante dos temporadas en el teatro público de Montparnasse de París y Flotats llegó a ella por la misma vía que a la ya citada Arte, otra coincidencia. "Patrice Kerbrat, que la dirigió y hacía el personaje del amigo de Miguel, me llamó cuando la estrenó. Yo estuve con Kebrat en la Comedie Francaise, es un antiguo societaire que se salió hace algunos años. Y cuando hice el Don Juan, él hacía de Sganarelle, así que hemos trabajado juntos. Él fue quien precisamente montó Arte en París. Ahora me volvió a llamar, me dijo que tenía un texto fantástico de Zeller, y pensé que debía ser una tragedia. En contra de lo esperado, me advirtió de que se trataba de una comedia. Me mandó el texto, me entusiasmó y fui a verlo".



Nada de moralina

Como testimonio dramático de nuestra época, la obra de Zeller huye de darnos moralina al estilo de tantos textos precedentes que pueden encontrarse sobre el tema del mentiroso en el teatro del Siglo de Oro (Calderón, Lope, Ruiz de Alarcón...) o en textos franceses (Corneille). "En ningún caso es una obra que pretende dar lecciones, sino que abre puertas y cajones hasta el mareo", explica el director. "Consigue una gran comicidad pero provocando en el público una reflexión. Él, que es muy prolífico y uno de los jóvenes dramaturgos de más talento del momento, siempre habla en sus obras de la relaciones de pareja, del amor y del desamor. Yo encuentro que su teatro es muy contemporáneo, aunque en lo que se refiere a la construcción de personajes es un heredero de Marivaux, una especie de Goldoni francés hablando de las relaciones amorosas".



Y también ve ecos de su admirado Sasha Guitry en la pluma de Zeller: "En Francia han dicho de Zeller que podía ser el Guitry del siglo XXI. Yo creo que está a caballo entre él y Pirandello". Otras virtudes que el director encuentra en el texto tienen que ver con el mecanismo dramatúrgico sobre el que se articula: "El texto va evolucionando. Hay cosas reiterativas, pero siempre distintas. Es como las Variaciones Goldberg de Bach, variaciones sobre un mismo tema musical, que se distinguen en el tempo, o que parece que tienen frases iguales, pero no... A este texto le ocurre lo mismo, personajes que repiten casi lo mismo, pero que no es lo mismo, lo cual es diabólico para la memoria de los actores. Por ese motivo estamos con una angustia terrible". El engaño es un tema clásico en el arte y, muy en particular en el teatro, que se alimenta de mentiras. Pero si el teatro debe convencer al público de que las ficciones y fantasías que muestra son verdad, el lograrlo depende de unos actores que sepan engañar convincentemente.



Actuar desde la sinceridad

Y este comportamiento interpretativo que se les exige a los actores no distingue la comedia del drama, en opinión de Flotats: "Actuamos desde la total sinceridad. No buscamos la risa del espectador, si ríe, formidable, pero tenemos que ser los más sinceros posibles para que el público no detecte que mentimos entre nosotros". Los personajes del enredo son, según el director, "personas nada entrañables, pertenecientes a la clase media que viven en sus egoísmos y están de caca hasta arriba. La tesis de la obra tiene que ver con esta pregunta: ¿Es posible una relación de pareja sin mentiras? Probablemente no, como tampoco en las relaciones sociales o en la política".



Un país que ha alumbrado la novela picaresca es posible que reciba gustoso una obra que relativiza la mentira. Flotats así lo espera: "No creo que seamos más mentirosos que otros pueblos. Cuando trabajé con Georges Wilson, recuerdo que hablaba de la mentira irlandesa, decía que sus compatriotas mentían, pero de forma cristiana, para provocar el menor dolor posible. Quizá las sociedades protestantes son más rigurosas con la mentira, pero en Latilandia nos confesamos y ya está todo olvidado".



Y de las verdades y mentiras que sobre Cataluña nos agobian últimamente, ¿qué dice Flotats, elegido de Pujol en los 80 para capitanear la creación de un teatro nacional en catalán? Muy diplomático, rehúye opinar, aunque poco a poco se calienta: pone en un plato de la balanza las pretensiones secesionistas y en el otro el poder central y sus mentiras. Y habla de que no sabe muy bien a qué carta quedarse, que la información es contradictoria cuando se cotejan varias fuentes. Saca de la chistera la propuesta socialista del federalismo y cuando se le plantea la escisión definitiva de España pone cara de fingir asombro y con ironía contesta: "No sé si podríamos pagarlo".