Beatriz Argüello y Daniel Albaladejo en Noche de reyes. Foto: Chicho.

A la apretada cartelera madrileña se incorpora, a partir del próximo miércoles, la programación de La Abadía. Y lo hace con un shakespeare, Noche de reyes, con dirección de Eduardo Vasco y versión de Yolanda Pallín.

"Shakespeare es habitualmente un todo o nada. He preferido no tener que sentir tanta responsabilidad y simplemente jugar con la complicidad del equipo, estimular la creatividad de nuestros actores y hacer a Shakespeare desde nosotros". Así se ha enfrentado Eduardo Vasco (Madrid, 1968) a Noche de reyes, obra con la que vuelve a la compañía Noviembre después de siete años al frente de la CNTC. "Shakespeare fue nuestra última apuesta. Nos parecía bonito retomar la actividad con el autor que nos acompañó en los últimos momentos que trabajamos juntos", precisa Vasco. Titulada originalmente Twelfth Night, la obra fue escrita en los últimos años del siglo XVI aunque empezaría a ser representada a comienzos del XVII.



Pero Eduardo Vasco y Yolanda Pallín han escapado de esos convulsos y creativos siglos para situarla en los felices años veinte, una época que, como ahora, desembocó en una profunda crisis económica: "Nos atrajo desde siempre la ternura, la musicalidad, la elegante desvergüenza de esta comedia de raíz latina. Es un momento extraordinario para la música popular, para el teatro, para el music-hall, una vía de escape, de expresión muy efectiva. Noche de reyes muestra que la esperanza es posible". Situada en el fantástico reino de Iliria, la obra pertenece al denominado grupo de comedias románticas del bardo inglés. Identidades falsas, enredos, ilusiones, posiciones sociales y comportamientos extravagantes circulan por esta pieza de cinco actos que destila energía, frescura y no pocas dosis de humor. Estamos ante un Shakespeare que llega al público de forma directa, que se inspira en la variedad de registros del clásico latino Plauto y cuya musicalidad permite dar rienda suelta a numerosas puestas en escena, como han demostrado sus numerosas adaptaciones al cine y las continuas versiones teatrales.



El personaje de Orsino declama en un momento de la obra: ‘Amor, si te alimentas de música, que suene hasta la náusea'. De ahí que Vasco dé tanta importancia a los ritmos que acompañan al texto: "Mis planteamientos son musicales. También mis estructuras, mi manera de jugar con los tempos y los ritmos. Por eso Noche de reyes ofrece la posibilidad de hacer casi un musical, ya que te guía, te marca y tiñe la escena desde el texto mismo".



Por eso, los años veinte han inspirado de forma especial al ex director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, década a la que vuelve una y otra vez: "Tengo una gran debilidad por la música y el teatro de esa época, por el cómico frente al espectador sin trampa ni cartón, por los personajes que utilizan la música como arma, por toda esa época de artefactos imposibles que graban y reproducen discos de pizarra y cilindros de cera". Había razones de todo tipo para volver a los años veinte: "Algunas relativas a lo que queríamos contar y otras que tenían más que ver con cómo lo queríamos contar". Pero si Eduardo Vasco es responsable directo de esta nueva versión de Noche de reyes, no menos peso ha tenido la versión de la incombustible Yolanda Pallín, una de las culpables de que los clásicos hayan llegando con rigor y fuerza al gran público durante los últimos años. "En el siglo XXI -explica Pallín- es imposible reproducir determinados sentidos que Noche de reyes aportaría al público de 1602. Pero el teatro no es el espacio de la nota a pie de página y la historia de Viola habita en el fondo de todo ser humano que quiere romper los límites haciendo uso de su talento".



Por eso a Yolanda Pallín el término contemporaneidad le resulta extraño en una trama que tiene elementos de carácter universal: "No hablemos de contemporaneidad ni de planteamientos ideológicos adelantados. Apelemos al reconocimiento y a la empatía que destila esta multiforme comedia, capaz de la chispa y de la melancolía, de la risa y de la gravedad, de la sofisticación y de la grosería". Daniel Albaladejo (Orsino), Beatriz Argüello (Viola), Rebeca Hernando (Olivia), Héctor Carballo (Malvolio) y Arturo Querejeta (Feste), entre otros, forman el reparto de un montaje que cuenta, además, con la música de Ángel Galán y el vestuario de Lorenzo Caprile.