José Luis Gómez durante la interpretación de El principito. Foto: Teatro de la Abadía.

El actor y académico encarna en el Teatro La Abadía a un 'principito' con arrugas en la versión clown de Roberto Ciulli

José Luis Gómez (Huelva, 1940) quería hacerle un guiño a su hija. Primero pensó que sería buena idea montar sobre las tablas del Teatro La Abadía, del que es director, una versión de El principito, de Saint-Exupery. Después, cuando estaba dándole vueltas al proyecto, se acordó de Roberto Ciulli, antiguo compañero de correrías en Bochum (ciudad alemana a la que Gómez fue a formarse de joven). El director italogermano había ideado un principito en el que el niño errabundo pasaba a ser un hombre ya instalado en la senectud. Ciulli quería acercar la obra a la muerte, algo que chirriaba con la radiante vitalidad del imberbe viajero interplanetario. En el montaje español, que se estrena este miércoles, Gómez encarna al príncipe avejentado. Y aunque pueda parecer lo contrario por lo hasta aquí dicho, no estamos ante una lectura trascendente y dramática del texto, sino ante un experimento expresado a través del género clown que busca despertar el optimismo en el espectador. Loable objetivo con la que está cayendo.



Pregunta.- ¿Cómo ha sido el trabajo de adaptación para poner en escena un texto no escrito a priori para teatro y el proceso de colaboración con Roberto Ciulli para darle forma al proyecto?

Respuesta.- El trabajo de adaptación ha sido realizado por Roberto Ciulli con enorme competencia. Se hizo previamente en el Theater an der Ruhr, extrayendo fragmentos del Pequeño príncipe y poniéndolos en una situación dramática que vincula a los dos personajes. Ciulli es un gran director de teatro y el proceso de ensayos para poner este texto en pie, en y para España, ha sido como el funcionar de una máquina bien engrasada.

La historia fue así: Un día, pensando en mi hija, me pregunté por qué no echar una ojeada a El principito como proyecto, pero al ver el trabajo de Roberto Ciulli consideré que nadie mejor que él para abordar en La Abadía ese tema.



P.- ¿El clown le da libertad para realizar una interpretación libre del clásico de Saint-Exupéry?

R.- El trabajo de clown, que se ha utilizado en múltiples ocasiones en el teatro de texto, es una disciplina de alta precisión. No hay que olvidar que fue Jacques Lecoq quien en el siglo pasado estudió y transmitió con maestría la técnica de clown para el teatro.

En nuestro espectáculo, la técnica de clown es un lenguaje artístico empleado de una manera muy leve, solo en ciertos momentos, sin duda para lograr mediante él un acceso al mundo de la infancia, al mundo del niño.



P.- Ciulli le suele dar un tono crítico y actual a los textos que trabaja. ¿También ocurre con esta versión de El principito?

R.- Ya sabemos que El principito es el tercer libro más vendido en este planeta, después de la Biblia y El capital de Karl Marx. Este cuento, que surgió en un momento muy específico -al estallar la Segunda Guerra Mundial-, plantea de nuevo unas cuestiones universales y atemporales como: "¿Para qué estamos aquí? La tierra no está para nosotros, sino que nosotros estamos para la tierra." Es un texto en que el protagonista se abre, como una planta joven al sol, a la virtualidad de la amistad, la lealtad, el amor, y la sed de trascendencia que habita en todos los seres humanos de manera más o menos consciente.



P.- ¿Esta sociedad contemporánea tiene alguna sed de trascendencia?

R.- Aunque la obra de Saint-Exupéry abarca un amplio abanico de temas y encierra muchos significados, una de las principales claves de El Principito y también de sus demás escritos es sin duda la reflexión en torno a la enorme merma de la espiritualidad en el mundo actual.



P.- También encierra un guiño cómplice hacia los inmigrantes...

R.- Más que los problemas relacionados con la inmigración, de alguna manera palpita en la obra la sensación de ser un extraño. El pequeño Príncipe es una criatura extrañada de la realidad. Vive constantemente en otro planeta, el de su infancia, el de los sueños.



P.- ¿De qué forma apoya el papel de Inma Nieto a su personaje?

R.- No es que lo apoye, sino que es consustancial. La figura de Inma, que a lo largo de la función hace un recorrido por toda una serie de personajes -desde el Piloto, pasando por la Rosa, el Rey, el Vanidoso, etc, hasta llegar a la Serpiente-, complementa la del viejo Príncipe. Es la otra cara de la moneda, la partenaire de una pareja de cómicos que llevan muchos años trabajando juntos. Es el compañero y la amante. Es el pasado y el futuro del pequeño Príncipe.



P.- ¿En qué medida está afectando al teatro la subida del IVA?

R.- Le está afectan mucho, incluso puede dejarlo sin vida. Si nos paramos a reflexionar, salta a la vista que en la gran mayoría de los países europeos la tarifa es bastante inferior, tanto en países con menos capacidad adquisitiva que el nuestro como en los más acomodados. En Grecia y Portugal, que están peor que España, el teatro aplica el 13%, en Italia un 10%, en Irlanda un 9%, en Francia y Alemania el 7%. Solamente en el Reino Unido el teatro tiene un IVA bastante elevado (el 20%), pero por un lado el sueldo medio también es más alto y por otro las artes escénicas están mejor imbricadas en la vida social, las universidades... Un último ejemplo: en Holanda se decidió subir el IVA del teatro del 6 al 19% y la venta de entradas bajó tanto que el Ministerio recuperó la tarifa del 6%. En todos estos países se tiene la más alta consideración por la cultura, como aspecto fundamental de la vida en común. No disponemos de datos objetivos del conjunto de los teatros madrileños, pero sí de los de Barcelona. Comparando la misma franja de fechas del año pasado con el primer mes y medio desde la entrada en vigor de las nuevas tarifas del IVA (del 1 de septiembre al 15 de octubre), vemos que el número de espectadores ha descendido en un 33%, y la recaudación en un 38%. Me preocupa muchísimo.



P.- ¿Cree que de algún modo la crisis puede alentar el ingenio y la imaginación de directores y dramaturgos?

R.- Para alentar el ingenio y la imaginación de los directores y dramaturgos no era en absoluto necesario una crisis como esta, inducida por elementos bien conocidos, y soportada, por lo menos hasta el momento, con un asombroso estoicismo.