Image: Los españoles que más suenan en Hollywood

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Escenarios

Los españoles que más suenan en Hollywood

1 febrero, 2013 01:00

Ilustración de Rubén Vique.

Una nueva hornada de compositores españoles, formados en las mejores escuelas, pide paso en los títulos de crédito de grandes producciones de Hollywood. Mientras, en España, las bandas sonoras siguen ganando adeptos gracias a iniciativas como la nueva Film Symphony Orchestra de Constantino Martínez Orts. A unos días de que se entreguen los Goya y los Oscar, El Cultural ha hablado con esta nueva generación de talentos.

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  • Todo crack tiene su boom. Sólo así se entiende que, mientras la industria musical sigue sin ofrecer datos ascendentes desde 2001, haya surgido en la última década una nueva hornada de compositores españoles de bandas sonoras que están triunfando en el mundo. Una generación poco generalizable en lo que a edades y a estéticas se refiere pero cuyos integrantes comparten un mismo sueño transatlántico, que en muchos casos comienza en las aulas del Berklee College of Music de Boston.

    Allí fue a parar con 15 años Lucas Vidal (Madrid, 1984), que ahora regenta un estudio de cuatro plantas en Los Ángeles donde despacha siete películas al año. "Al principio los productores me miraban entre desconfiados y desafiantes", cuenta el músico madrileño. "Ahora dispongo de un equipo completo de editores, ingenieros, mezcladores, orquestadores y copistas para sacar adelante mis proyectos". No todo en su biografía ha sido de color de rosa. A los 21 años superó un cáncer después de tres meses de quimioterapia. "Aprendí que se puede vivir de los sueños". Aunque no todos se puedan contar. Rechazó la banda sonora del biopic de Steve Jobs por otro gran título, pero una cláusula de confidencialidad le impide entrar en detalles.

    No muy lejos de allí, frente a un teclado y seis pantallas de ordenador de la productora Remote Control, Victoria de la Vega (Madrid, 1984) trabaja como asistente de Hans Zimmer, sumo sacerdote de la música para cine en Estados Unidos. Estudió piano en el Conservatorio Superior de Música de Madrid y, más tarde, composición en el Manhattan School of Music. "En Nueva York me dijeron que mi música era muy cinematográfica. Enseguida me puse las pilas con los programas de composición, que es un requisito sine qua non para seguir el ritmo que impone la industria".

    La tecnología es denominador común en todos ellos. Les ha facilitado el trabajo y abierto las puertas de las grandes productoras. "Cuanto más controlas los programas menos tiempo tienes que invertir en vender tu idea", comenta Alfonso González Aguilar (Madrid, 1985), que acaba de debutar como músico en los créditos de Vulnerables, prenominada al Goya a la mejor banda sonora. "Siempre es preferible un instrumento real que un sampleado, pero no hay que subestimar las posibilidades que nos ofrecen algunos programas", como Nuendo, Cubase o Protools. "La profesión se ha virtualizado tanto que algunos contratos se cierran por Skype", sostiene Zeltia Montes (Madrid, 1979), también de la cantera de Berklee. "Sin embargo, no podemos renunciar a los músicos de carne y hueso. En ellos está el alma de nuestro trabajo". A sus 33 años, la autora de Vilamor (también en la lista de los Goya) acaba de conseguir el visado de artista para trabajar en Los Ángeles. "En España apenas hay producción y los presupuestos son irrisorios".

    Sobre la mesa, la iniciativa de varias sociedades en Estados Unidos para la creación de un sindicato de profesionales de la música. Siendo el gremio de compositores y letristas el único no afiliado de toda la Academia de Cine, no existe una carrera de premios anuales que definan la carrera hacia los Oscar. "En las últimas décadas se ha devaluado mucho la música", continúa Montes. "Al no haber regulación, los salarios se han desplomado". Tanto que, según datos publicados por la Sociedad de Compositores y Letristas, sus profesionales ganan hoy (ajustes de inflación incluidos) un 14% del sueldo de hace 30 años.

    Alfonso Vilallonga (Barcelona, 1960) es el responsable de los 104 minutos de música de Blancanieves, favorita al Goya a la mejor música original, candidatura a la que también concurren Fernando Velázquez por Lo imposible, Zacarías de la Riva por Las aventuras de Tadeo Jones y Julio de la Rosa por Grupo 7. Vilallonga también estudió en Berklee, aunque no en la especialidad de cine. Llegó al gremio "casi por casualidad", cuando en 2001 Isabel Coixet lo fichó para Mi vida sin mí. "Blancanieves ha sido un auténtico tour de force", confiesa. "Al tratase de una película muda, la música sostiene todo el peso de la historia".

    Una ley no escrita dice que si la música de un filme es memorable o toma demasiado protagonismo es que está mal hecha. "Estoy completamente de acuerdo", alega Vidal. "Para trabajar en Hollywood tienes que saber gestionar tu ego y no olvidar nunca que estás al servicio de una historia". Discrepa con Vilallonga, para quien la partitura "no debe ser funcional y ha de tener vida propia".

    Premio a la continuidad

    El estreno en 2007 de El orfanato marcó un antes y un después en la carrera de Fernando Velázquez (Vizcaya, 1976). Licenciado en Historia y chelista de formación, no estudió en Berklee y se dice "analfabeto en business musical". Se abrió camino como compositor a golpe de cortometrajes, "por los que cobraba unos pinchos y unas copas". No está seguro de que se pueda hablar de generación, "en el sentido riguroso del término", aunque no deja de citar a "herederos" de Pepe Nieto, Alberto Iglesias y Juan Bardem: César de Benito, Alfons Conde, Arnau Bataller, Óscar Navarro, Pablo Cervantes, Antonio Escobar, Marc Vaillo, Sergio Moura... Está convencido de que no se llevará el Goya. "Pero no me importa. El mejor premio es poder seguir trabajando". Para componer La trampa del mal, producida por M. Night Shyamalan, se trasladó dos meses a Los Ángeles. "He tenido ofertas para trabajar fuera, pero me quedo porque me gusta la gente y nuestro estilo de vida. Estoy empezando a entender lo que significa la Generación del 98, el pesimismo de Larra y eso de me duele España".

    Hacia la hibridación

    Zacarías de la Riva (Barcelona, 1972) iba para ingeniero de telecomunicaciones pero la trágica muerte de su hermana le animó a perseguir su verdadera vocación. John Williams fue "el culpable" de que con 20 años se matriculara en Berklee. Con la música de Tadeo Jones, trasunto animado del famoso arqueólogo de George Lucas, ha tenido la oportunidad de homenajear a su alter ego de infancia. "Que no emularle. Eso es imposible".

    Es la primera vez que una película de animación concurre al Goya musical. "Todavía sigo con la cara de tono, riendo a cada rato...". Compuso la partitura de su primera película con un Roland XP 30, que ya ha jubilado, pero sigue escribiendo a lápiz y papel el leitmotiv de cada personaje y los jingles de publicidad. "Hay fórmulas que no cambiarán nunca y aun así tengo la sensación de que desde hace unos años la melodía está de capa caída".

    Ahora se lleva el diseño de atmósferas y los ambientes orquestales a lo Hans Zimmer, que es quien corta el bacalao en Los Ángeles. "Hace años las bandas sonoras eran bastante estereotipadas", añade Zeltia Montes. "La última tendencia apunta a la hibridación de la música electrónica y la orquestal. Gusta mucho el sonido épico americano, con mucha base de metales y unas percusiones muy potentes, aunque mi estilo es más personal". Se queja, como tantos otros, del flujo constante de plagios e imitaciones. "El gran peligro hoy es la industrialización y la uniformidad de la música de cine", arremete Vilallonga. "Me refiero al botón del ordenador que dice música triste o música de persecución. Esas fórmulas acaban con nuestro oficio". Para Ángel Illarramendi (Guipúzcoa, 1958), autor de ocho sinfonías y de la música de El hijo de la novia, "la banda sonora es un género de géneros". ¿Menor? "En absoluto", señala Velázquez. "A Mozart y a Beethoven les habría encantado trabajar en una película de Hollywood".

    En los últimos 25 años los ingenieros de los míticos estudios de Abbey Road han puesto música a las obras maestras de John Williams, Howard Shore y Alexandre Desplat en colaboración con la Sinfónica de Londres. Allí Lucas Vidal pudo estrecharle la mano a James Horner. "Me dio un consejo: no perder el pasaporte europeo, no trabajar sólo para Hollywood y defender mi sonido cueste lo que cueste". Claro que no todos los compositores manejan sus presupuestos. Las películas más modestas recurren a orquestas de la Europa del Este. "Grabar en Praga, Kiev, Budapest o Bratislava cuesta cuatro veces menos que hacerlo en España", comenta De la Riva. "Ahora, gracias a un sofisticado play-in, puedes incluso asistir a los ensayos desde casa".

    En España, donde hace un par de años la Orquesta Nacional dedicó su temporada al séptimo arte, las bandas sonoras cuenta con muy buena acogida a pesar de que la venta de discos haya caído más de un 30% en la última década y hayan desaparecido certámenes especializados como el de Sevilla, reconvertido hoy en Festival de Cine Europeo, el madrileño Soncinemad o la sección musical de la Mostra de Valencia. Es una realidad que en los festivales internacionales de música para cine de Tenerife (Fimucité) y su Córdoba (FIMCC) cada vez hay más presencia española. "Desde hace tiempo, nuestros compositores han ido encontrando espacio a nivel internacional", asegura David Doncel, director de la muestra andaluza. "Y todo hace pensar que saldrán más nombres".

    Ése es el objetivo de la nueva sede las escuelas internacionales de Berklee que abría hace unos meses sus puertas en Valencia. "Queremos proporcionar las herramientas necesarias para que los músicos puedan hacerse un hueco en la industria", explica Guillermo Cisneros, director ejecutivo del centro, que oferta programas especializados en música para el cine, televisión y videojuegos. Allí el sevillano Álvaro Domínguez Vázquez acaba de obtener la primera beca Alberto Iglesias. Un primer paso para seguir sonando.

    Atención: bandas sonoras

    En un contexto tan complicado como el que acontece parece milagroso que todavía surjan iniciativas como The Film Symphony Orchestra, nueva formación dedicada exclusivamente a proyectos relacionados con el séptimo arte. Esto no sería posible si no existiera un repertorio que se renueva gracias a la labor de los nuevos compositores de bandas sonoras. Podemos decir con orgullo que contamos con una joven generación de compositores que lucha día a día por mantener la creación musical viva y que, con un poco de suerte, pasarán a ser los nombres del mañana de la música del cine español. Nombres como Antón García Abril o Pepe Nieto son hoy los grandes clásicos de nuestras bandas sonoras. Esperemos que en el futuro otros como Arnau Bataller, Zeltia Montes o Lucas Vidal -por citar sólo algunos- brillen en el firmamento musical acompañando a Alberto Iglesias, Roque Baños y otras grandísimas figuras de la composición española. Constantino Martínez Orts .