Dries Verhoeven.
Buscar al otro. Encontrarse con el otro. Ser el otro. Dries Verhoeven, uno de los creadores holandeses con mayor proyección internacional, lleva su 'happening-performance' a 'The Kingdom Come', que Escena Contemporánea sitúa en el exterior del Teatro Valle-Inclán de Madrid. Hablamos con el creador sobre el "aquí y ahora" del teatro actual.
-¿Nunca se ha quedado usted dormido en alguna función?-, empieza él preguntando.
-Bueno... a veces, sí -le respondo un poco desconcertado-.
"A mí me ha ocurrido -prosigue- y, sin embargo, la representación ha seguido igualmente su curso". Y es que el ganador de premios como el Charlotte Köhler y el Mont Blanc (para Jóvenes Directores del Salzburger Festspiele) intenta ir más allá del espectáculo teatral como un sistema cerrado que impide la intervención del espectador. "Me interesa muchísimo más el encuentro íntimo y privado entre el performer y el observador. Mi mayor deseo es que el espectador sienta que eso que ocurre sólo puede pasar aquí y ahora, frente a él, y que mañana, sin su presencia, nada podrá ser lo mismo", concluye.
Referencias cotidianas
Dries Verhoeven estudió teatro y diseño en la Academia de Bellas Artes de Maastricht. Tras licenciarse, trabajó como escenógrafo y formó parte del grupo TEATRO dirigido por el brasileño Marcus Azzini. En 2009 fundó su propia compañía (Room With a View) junto a la productora Pieke Berkelmans.Sus proyectos, a medio camino entre el teatro y el arte visual, se han representado en espacios y festivales de toda Europa, mostrando siempre un especial interés por situar al espectador en un lugar fundamental del proceso artístico. Escoge momentos, acciones y referencias cotidianas para luego transformarlas en vivencias confusas y poéticas que trastocan nuestra perspectiva. En su biografía encontramos algunos trabajos fundamentales, como el espacio escénico que diseñó para la dolorosa pieza Stillen de Lotte van den Berg. Fue aquélla una coproducción del Toneelhuis de Amberes en la que un grupo de personas de diferente edad, heridas de amor, trataban de cuidarse al tiempo que luchaban por sostenerse los unos a los otros. Para la ocasión, Verhoeven construyó un espacio cubierto de 37.000 trozos de jabón de glicerina.
En Empty Hands (dirigida por él mismo) dos generaciones compartían la escena: cinco niños menores de 10 años y cinco ancianos que sobrepasaban los 70; y, entre ellos, otros tantos espectadores que se encontraban ante el siguiente dilema: la visión como espectadores y la responsabilidad ante el cuidado de aquellos que no pueden valerse por sí mismos.
"Una responsabilidad hacia el otro -matiza Verhoeven- que se inicia mucho antes del nacimiento y que concluye después de la muerte". En No Man's Land (Festival a/d Werf), un grupo de inmigrantes recogen a los espectadores en una estación de tren. Cada uno sigue a su guía extranjero hacia el barrio donde éste vive mientras escucha a través de un audífono posibles historias sobre la vida de ese guía silencioso. La performance concluye en una cámara oscura donde el espectador y su guía se encuentran por un momento... En The Kingdom Come (la instalación/performance situada en el exterior del Teatro Valle-Inclán gracias a la colaboración de la embajada de los Países Bajos y el Centro Dramático Nacional con el Festival), Dries propicia un encuentro íntimo y privado entre el espectador y el "otro", ese desconocido con el que podríamos coincidir en un ascensor o en la parada de un autobús. "Nadie podrá ver ni asistir a esa experiencia salvo sus propios participantes: tú y el otro. Dos personas se miran a los ojos durante media hora. ¿Quién es ese otro? ¿Qué ocurre entre ellos? Ni siquiera yo he podido asistir a esa intimidad. Me era imposible intervenir en ella sin alterarla".
Una voz influye en el comportamiento del espectador y en sus percepciones, sumergiéndolo en un microcosmos donde es posible que un completo extraño se convierta en un ser querido. Con pocos medios, mucho humor y un exhaustivo control de los tiempos, The Kingdom Come despierta sentimientos de ternura. En sus piezas subyace un concepto fundamental que, a modo de espina dorsal, vertebra su creación: la experiencia. Parece que el yo exacerbado de la posmodernidad haya dado paso, por fin, al otro, al cuidado de nuestros semejantes.
Yo confieso
"Hace tiempo las personas se encontraban en las plazas de las ciudades y en las iglesias. Hoy en día casi no quedan lugares para el encuentro entre los seres humanos: ya no vamos a la iglesia y el concepto de familia parece estar en declive... quizás sea el teatro una de las últimas instituciones donde ese encuentro con el otro pueda tener lugar...", profundiza Verhoeven. En este sentido, su trabajo es altamente humanista.-¿Puedo hacerle una pregunta personal?
-Adelante -me reta-.
-Se dedica a crear espacios donde el otro pueda ocupar un lugar pero, ¿dónde está usted? ¿No teme perderse en esa búsqueda del"otro"?
-Volviendo a la historia con la que comenzamos, yo apunto la mirada para que otros puedan ver la Luna. Pero el otro ha de verla. No a mí. Ése es mi lugar. Esconderme para que otros vean.