André Wilms sostiene todo el peso del montaje del Théâtre Vidy-Lausanne. Foto: Mario del Curto.

Heiner Goebbels vuelve al Festival de Otoño a Primavera para dirigir a André Wilms en 'Max Black'. La Sala Roja de los Teatros del Canal sirve de laboratorio al matemático y filósofo en un hábil montaje del Théâtre Vidy-Lausanne que busca "la reacción en cadena del público" sobre un laberinto de textos experimentales.

Filósofo y matemático, músico y ajedrecista, Max Black es una figura excepcional del pensamiento del siglo XX. A ese personaje se acercó hace quince años Heiner Goebbels, compositor suizo que hasta entonces había destacado sobre todo por sus obras musicales, entre las que figuraban las que había hecho sobre textos de Heiner Muller. Goebbels alumbraría una obra con el nombre del padre de la lógica difusa.



Durante tres días (desde hoy y hasta el domingo) el Festival de Otoño a Primavera acoge el montaje en los Teatros del Canal de Madrid. Y lo hace, como hace 11 años, con Goebbels como director y el actor André Wills como único intérprete, pensando quizá en los que se perdieron aquellas funciones y en uno de los principales trabajos de quien está considerado referencia fundamental de la escena europea. Pero también la cita es una ocasión inusual para quienes asistieron a aquellas representaciones madrileños y comprobar cómo el mismo planteamiento ha evolucionado con el transcurso del tiempo. O no.



"No ha habido ningún cambio en su contenido y estructura, es la misma pieza", resuelve Goebbels desde el principio. Pero el creador suizo sabe que la respuesta no encierra toda la verdad de Max Black, pues es imposible que una obra de estas características haya permanecido inalterable durante los tres lustros que lleva representándose por todo el mundo. "Quizá tenga razón", reconoce, "quizá los espectadores que vuelvan a ver el montaje se topen con una obra sorprendente y algo más densa gracias a la experiencia y el virtuosismo de Wilms en la interacción con los elementos que la componen".



Esos "elementos" son distintos a los que habitualmente se suben a las tablas. Nada más llegar a sus butacas los espectadores no se encuentran con lo que podríamos considerar "un escenario tradicional", sino con algo parecido al caótico laboratorio del Profesor Frank de Copenhague o, si se prefiere, al del Doctor No. Una cosa está clara y es que allí puede pasar cualquier cosa, siempre a la luz de unas velas en lugar de los más canónicos focos.



Un caos controlado

Sobre ese escenario confluyen a continuación todo tipo de lenguajes que hacen de Max Black una obra oportunamente difusa, en la que a veces resulta complicado encontrar la lógica de una creación que se sirve de una serie de materiales pregrabados con los que Wills juega a su antojo. En cada sesión el actor se convierte en una especie de demiurgo que intenta asomarse al complejo mundo del filósofo. Para ello cuenta no sólo con textos del propio Black; también toma prestados los argumentos de otras luminarias del pensamiento europeo, tales como Valery, Wittgenstein o Lichtenberg.



He ahí el procedimiento más característico del estilo goebbelsiano. El suizo no es precisamente un autor que acostumbre a tomar como base el texto y el sonido para componer lo que comúnmente se denomina teatro musical. Bien al contrario, el creador recurre a ambos elementos con la misma urgencia con la que se nutre del fuego y de la luz, de las imágenes e incluso de los olores que emanan del escenario y que cabalgan irregularmente por toda la sala. "Mi intención es establecer una integración no jerárquica de todos los lenguajes para conseguir una mezcla impredecible que permita explorar nuevas cotas cada vez que alguien se asome a la obra", cuenta a El Cultural.



Su objetivo no es otro que provocar "una reacción en cadena" que lleve a una auténtica explosión de creatividad. Como si la obra fuera, en efecto, un experimento del que no se atisba el tipo de resultado que pueda resultar de sus humeantes probetas. Así, cada función se anuncia diferente a la anterior y a la siguiente, en un laberinto de textos y referencias de lo más sugerentes. "No me gustan los textos dramáticos, prefiero los que no están escritos para el teatro", asevera. "Quiero ofrecer al público textos experimentales, apenas conocidos, para que a partir de una determinada idea inicial los espectadores compongan su propia obra en la cabeza". Una labor nada sencilla la de apelar a la creatividad e inteligencia del público, por lo que Goebbels no duda en recurrir a textos de Gertrude Stein, del escritor norteamericano Henry David Thoreau o de Elias Canetti. Palabras mayores. "El arte no puede tener un mensaje claro, debe mantener su enigma", prosigue el autor, que en estos momentos prepara una nueva obra de Harry Partch. Del singular compositor estadounidense, inventor de una decena de instrumentos, ha escogido su última pieza musical, Delusion of the Fury, para inaugurar la próxima edición del prestigioso Festival del Ruhr en agosto.