Ainhoa Arteta, en un ensayo de Don Giovanni. Foto: Javier del Real.



Viene Ainhoa Arteta de celebrar el bicentenario de Verdi con su primera Elisabetta en el Don Carlo de Giancarlo del Monaco en Oviedo y de presentar en la Fundación BBVA el DVD de su idílico encuentro con Tchaikovsky a propósito del Eugene Onegin de la ABAO-OLBE bilbaína. Pero es en Madrid donde su nombre se repite con más fuerza desde que Gerard Mortier la fichara para su proyecto. Ha insistido el gestor belga en que Arteta preste su voz estos días a una de las damas engañadas por el licencioso Don Giovanni de Mozart. Lo hará en la nueva producción del polémico Dmitri Tcherniakov que estrena esta tarde el Teatro Real, donde hace unos meses la soprano tolosarra debutaba tardíamente a la vera de Plácido Domingo. No culpa a nadie ni alimenta los rencores de su ausencia madrileña. "Sólo tengo malas palabras para al IVA. Es una atrocidad".



Pregunta.- ¿Cómo ha ido el reencuentro con Mozart?

Respuesta.- Siempre es duro y a la vez gratificante el encuentro con este personaje. Porque Mozart todo lo que tiene de saludable lo tiene de complicado. Se ha escrito por ahí que debuto este rol, cuando lleva más de trece años en mi repertorio. La última vez lo canté en Estados Unidos con bastante éxito.



P.- Han cantado esta parte sopranos como Schwarzkopf, Della Casa, Arroyo o Varady. ¿Cree que es un rol escrito para una dramática mozartiana o para una lírica ancha?

R.- Definitivamente sí, pero no sólo por dónde está escribo sino también por el carácter tenso y fogoso del personaje. Resulta peligroso, ya que a veces puedes perder el control. Se necesita mucha energía pero no se puede cantar con la fortaleza de un Puccini o un Verdi.



P.- Está viviendo un idilio con el Teatro Real. Tras el Cyrano con Domingo y este Don Giovanni, volverá con Los cuentos de Hoffmann la temporada que viene.

R.- Todo obedece a una audición que solicité con el señor Mortier hace dos años. Le pedí que me escuchara y lo hizo. Me atrevería a decir que la gran virtud de Mortier es que sabe escuchar. A mí nadie me había permitido debutar en el Teatro Real y él enseguida me ofreció Doña Elvira. No me podía permitir el lujo de decir que no a una oferta tan suculenta. Después puso sobre la mesa el Cyrano, que se estrenó antes.



P.- ¿Se siente resarcida?

R.- Me siento reconfortada. La gente se piensa que todos los cantantes nos damos al divismo. Pero no es así. La gran mayoría somos humildes y esforzados trabajadores. Tenemos que lidiar con lobbies internos y agentes que te puedan abrir las puertas en un momento dado o cerrártelas para siempre. Está claro que durante un tiempo yo no fui del agrado musical, digamos, de los predecesores de Mortier en el Teatro Real. Pero no les culpo por ello. Todo se reduce a simples afinidades.



P.- ¿No le asustan las maneras del siempre controvertido Christoph Marthaler?

R.- No sé qué fama tiene, y prefiero no saberlo (Risas). Porque no me planteo mi trabajo de esa manera. Quiero decir que no trafico con la buena o mala fama de ciertos directores. Podré estar más o menos de acuerdo con el planteamiento de este Don Giovanni de Dmitri Tcherniakov, pero respeto profundamente el concepto y su método. No le voy a negar que al principio cuesta asimilar según qué cosas. Pero Tcherniakov requiere tiempo, reflexión, y los cantantes tenemos que creer en su historia para dar lo mejor de nosotros sobre el escenario.



P.- No disimula su feeling con Mortier. ¿Qué le parece eso que dijo de los cantantes españoles? No cantan en estilo, dijo, e interpretan igual a Verdi que a Puccini.

R.- Lo primero que hice al hacerme eco de esas declaraciones fue llamarle. Me dijo que él no había dicho tal cosa, y que se le había malinterpretado. Personalmente, confío más en Mortier por lo que hace que por lo que dice.



P.- Hace poco se atrevía con temas de Nirvana y Guns N' Roses en un álbum producido por Javier Limón. ¿Con qué otros proyectos discográficos nos sorprenderá?

R.- Aquello fue un subidón, no se lo voy a negar. Pero mi próxima grabación será de arias... a la vieja usanza.