El maestro milanés Alberto Zedda.
Calixto Bieito dirige mañana la ceremonia de entrega de los Premios Líricos Teatro Campoamor de Oviedo. El maestro Alberto Zedda, el tenor Celso Albelo y La Fura de Àlex Ollé son algunos de los galardonados de una séptima edición que "castiga" al Teatro Real.
La recompensa a la mejor dirección musical ha recaído en Maurizio Benini, natural de Faenza, un maestro que debutó en 1998 dirigiendo L'elisir d'amore en el Comunale de Bolonia. La suya es una de las batutas más cálidas, sensibles y seguras de la lírica italiana actual. El jurado tuvo en cuenta la flexible, sensual y excelentemente bien concertada versión que realizó de Adriana Lecouvreur de Cilea en el Liceo. Una lujosa coproducción con el Covent Garden, la Staatsoper de Viena, la Ópera de París y la de San Francisco. Benini supo tener en sus manos, bien ahormados, los numerosos componentes de esta obra, de verismo tan dulce y confortable.
Àlex Ollé y Valentina Carrasco, de La Fura dels Baus, son los acreedores al premio de dirección de escena por su labor en El gran macabro de Ligeti, ópera grotesca, un poco collage y una sátira sobre el poder. Un absurda pero eficaz visión de un mundo alusivo y fantástico. Algo que los registas supieron ver muy rápidamente e idearon un espacio escénico abracadabrante presidido por la monumental y corpórea imagen de una gigantesca y desnuda matrona, entre cuyos pliegues se desarrolla la demencial acción. Pocas veces la fantasía libre y creadora habrá tenido más sentido que en este caso. Se trataba de un coproducción también del Liceo y, en este caso, con La Monnaie de Bruselas, la English National Opera y la Ópera de Roma.
Como mejor nueva producción se ha coronado la de Peter Grimes estrenada en el propio Campoamor, destinada asimismo al citado teatro inglés, la Deutsche Oper de Berlín y la Vlaamse Opera. Viene firmada por David Alden, que presenta, con una significativa traslación temporal, el drama de Britten dentro de un contexto social bien trabajado en un clima penumbroso y amenazador. La batuta de Corrado Rovaris y un compacto equipo vocal contribuyeron a certificar las bondades del espectáculo.
José Carlos Plaza, completo hombre de teatro, avisado y penetrante servidor de dramas humanos, dotado en sus creaciones de una sabiduría plástica innegable, merece el premio a la mejor producción de ópera española y zarzuela, El gato montés de Penella, dirigida musicalmente por Cristóbal Soler.
En el apartado de las voces, Celso Albelo, premiado hace años como revelación, es el flamante mejor cantante masculino de ópera; fundamentalmente por su recreación del cándido Nemorino de L'elisir donizettiano; y por dos producciones distintas: la del Villamarta de Jerez y del Festival de Ópera de La Coruña y la del Liceo y la ABAO. La voz de lírico-ligero de este tenor canario está ahora en sazón y su arte de canto, que en algunos puntos recuerda al de su admirado paisano Kraus, va por muy buen camino. Canadiense es la galardonada como mejor cantante femenina, Sondra Radvanovsky, que tan importante triunfo alcanzara en Oviedo como Norma y en el Liceo y Santander como Aida. Dos partes que convienen a su caudal de soprano lírica ancha rozando lo spinto.
En el albaceteño José Ferrero ha recaído el premio al cantante revelación. Aunque este tenor lleva ya años en la brecha, todavía está en la senda del aprendizaje -en realidad, todos lo están hasta el final-. Interpretó muy dignamente, con un timbre fresco y de excelente pasta, Siegmund de La valquiria en el Teatro de la Maestranza. Un cometido nada fácil. Ángel Ódena, barítono de recio material y autoritaria presencia escénica, es el mejor cantante de zarzuela u ópera española por su contundente interpretación de Juanillo en El gato montés.
Ocioso es presentar a Alberto Zedda, un ilustre y juvenil octogenario que tantas buenas noches rossinianas nos ha brindado desde hace más de cuarenta años. Lo conocimos en los sesenta dirigiendo un Otello ven Madrid. Su labor musicológica y directorial no ha parado en este tiempo. Ha desempeñado distintos cargos en España y, por supuesto, en Pésaro, donde es el amo y señor. Muy merecido por tanto su premio especial a toda una carrera. Finalmente, Ópera XXI ha recibido el destinado a la institución que haya contribuido significativamente al mundo de la lírica. Esta asociación de teatros vigila e impulsa desde hace años el fomento del género.