Boadella, entre Wagner y Verdi
Albert Boadella en uno de los ensayos de El pimiento Verdi. Foto: Owain Shaw.
Su pasión por la música ya pudo exhibirla en su extraordinaria 'Amadeu'. Ahora Albert Boadella sube a los Teatros del Canal 'El pimiento Verdi', su particular forma de celebrar el bicentenario de ambos compositores. Wagner y Verdi, la mitología frente a las pasiones, la transformación del hombre frente a la exaltación de su existencia más mundana.
Pero tal vez la que ha tenido una mayor consideración entre estos últimos haya sido, y en algunos sitios todavía perdura, la mantenida entre los aficionados a Richard Wagner y Giuseppe Verdi, dos grandes compositores de ópera que, por esas casualidades que a veces ocurren, nacieron en el mismo año, y de los que en este 2013 se celebra su bicentenario.
A esta efemérides se ha agarrado Albert Boadella para enfrentarles de nuevo, esta vez sobre un escenario, con El pimiento Verdi. El montaje es "un duelo jocoso y divertido entre ambos", según el autor y director, que tendrá lugar en los Teatros del Canal de Madrid entre el 18 de abril y el 12 de mayo, con un reparto formado por los cantantes María Rey-Joly y Antoni Comas, el pianista Borja Mariño y el actor veterano de Els Joglars Jesús Agelet, entre otros.
La obra comienza con el homenaje que los verdianos han preparado a su maestro en una taberna que lleva el nombre del título del montaje. La celebración es boicoteada por un grupo de farrucos wagnerianos que piensa que, en cuestión de santos, como el suyo no hay ninguno, por lo que se plantan en el bar dispuestos a acabar por las bravas con la herejía.
Ese punto de partida le sirve a Boadella para diseccionar a esos "dos auténticos genios que son muy diferentes en la música y en la vida". Por un lado está Wagner, "un broncas al que nadie le gustaría tener como vecino", mientras que por el otro se encuentra Verdi, "una persona entrañable, de enorme civismo, que simboliza la unificación italiana", en palabras del fundador y hasta hace unos meses director de Els Joglars. Esas personalidades opuestas se manifiestan en su música. Para Boadella, el alemán, "muy venerado en Cataluña, es el maestro de la desmesura, con fragmentos magníficos, pero al que conviene escuchar en pequeñas dosis para no morir en el intento". Por el contrario, a Verdi, del que el padre de Boadella fue un furibundo seguidor, lo considera como "el genio del ritmo, el autor de unas arias, herederas del belcanto, que hipnotizan a cualquiera y cuya musicalidad trasladan a otro mundo con sólo escuchar las primeras notas". A esas diferencias musicales se suman, además, las existentes en los libretos de sus óperas, que en el caso del autor de Parsifal "tratan de héroes mitológicos y superhombres, en tanto que el compositor de La traviata habla de celos y otras pasiones mundanas".
Síndrome de Estocolmo
Por todo ello el director catalán piensa que los objetivos de ambos son también contrapuestos, pues mientras "lo que busca Verdi es confortar al hombre, Wagner quiere transformarlo", aparte de que considera al com- positor alemán como el precursor del Síndrome de Estocolomo del Espectador. Esta curiosa enfermedad, descubierta por Boadella, tiene como síntoma más evidente el de convertir al público en un sujeto dormido y complaciente incapaz de protestar por lo que ve en un escenario. Todas esas diferencias entre los dos maestros aparecen en El pimiento Verdi, que incluye la interpretación de las principales canciones y fragmentos de las óperas compuestas por Verdi y Wagner, desde la marcha de Aida o el coro de Nabucco del italiano al Anillo del alemán . Con ellas suenan también títulos de Donizetti, Bellini y Rossini, además de zarzuelas de Vives, Arrieta y Guerrero (con las que el dueño de la taberna quiere imponer la paz entre los belicosos seguidores de los dos compositores) y algunas partituras nada líricas de Beethoven y Chopin al lado de otras más alejadas de la ópera como la Marcha Real o Il mondo de Jimmy Fontana.Esa mezcla musical no es baladí. Al final, como no hay forma de conciliar a seguidores tan apasionados y excluyentes como los verdianos y los wagnerianos, Boadella propone un consenso. Así sugiere en la obra que ambas partes hagan una ópera mixta, juntando canciones de los dos compositores para acabar con el enfrentamiento. Pero El pimiento Verdi no se queda en esa disputa. La obra tiene una vertiente que a Boadella le interesa mucho, la de "la responsabilidad del artista". No sólo la que le pueda alcanzar como ciudadano ilustre, sino, sobre todo, la que le corresponde por su obra. "El asunto es si podemos responsabilizar a un compositor de lo que luego ocurra con su música años después. El ejemplo claro es el de Wagner y los nazis tocando sus canciones cuando conducían a los judíos a los hornos crematorios. Pero también podemos hablar de las consecuencias que tienen las pinturas de Kandinsky ", explica Boadella, que ha querido "dejar en el aire" esa cuestión.
Lo que no quiere dejar en el aire, sino bien claro, es su idea de que un montaje musical ha de tener la misma calidad actoral que uno de teatro. Para el director no es válida la justificación de que los que interpretan a los personajes de una ópera o zarzuela son cantantes y no actores. Por eso Boadella ha desarrollado "un trabajo especial y largo" con el elenco, previo a los ensayos del montaje, para que fuera "creíble y veraz", algo de lo que está muy satisfecho. Tanto, que considera que algunos de los intérpretes "podrían dedicarse al teatro", además de a la música.
El pimiento Verdi supone también para el director satisfacer una vocación a la que hasta hace poco no se había podido dedicar. "Mi frustración es la música, que, hasta ahora, cuando ya estoy en la cuenta atrás, no he podido hacer por las limitaciones de una compañía como Els Joglars, para la que es imposible contar con una orquesta", explica Boadella. Esa situación cambió cuando llegó a la dirección de los Teatros del Canal, lo que le permite montar obras líricas,como es el caso de Amadeu hace un par de años, y ahora el duelo entre Wagner y Verdi. Pero que nadie crea que para acabar con esa frustración se va a convertir en director escénico de óperas o zarzuelas.
"No, yo tengo alma de dramaturgo, a mí no me va hacer textos de otros que, además, suelen ser muy malos, como pasa en muchas de esas obras", explica Boadella. "Lo que me gusta es hacer cosas tremendas con los textos de otros, meter mano por todas partes, aunque no descarto hacer una obra con canciones de diferentes zarzuelas", concluye el antiguo director de Els Joglars, quien, seguramente, conseguirá unos cuantos enemigos entre los aficionados al mundo lírico con estas propuestas.