La cantaora, en A mi tempo. Foto: Vanessa Gómez.

La cantaora granadina, que en unas semanas publica el álbum A mi tempo, interpretará El amor brujo.

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  • La cantaora granadina Marina Heredia se encuentra eufórica pensando que está a punto de emprender viaje a Chicago para interpretar, desde el miércoles y hasta el 4 de mayo, El amor brujo en uno de los templos de la música, el Symphony Center de esa ciudad, nada más y nada menos que junto a la Sinfónica de Chicago, considerada una de las cinco grandes del mundo. Un logro para el flamenco, un triunfo para la artista gitana que tiene muy en cuenta que la inaugural versión de la obra de Manuel de Falla llevaba por subtítulo Gitanerías, cuando el 15 de abril de 1915 fue estrenada en el madrileño Teatro Lara con una esplendorosa Pastora Imperio que bailaba, cantaba y recitaba, y que fue escogida expresamente para desempeñar el papel protagonista por el propio compositor gaditano.



    Hace ya años que El amor brujo ha adquirido dimensión universal y son muchos los eminentes conjuntos sinfónicos que la han adoptado como pieza clave en sus programas. Marina Heredia la ha llevado por distintos escenarios, tanto fuera como dentro de nuestro país, y siempre se ha sentido gratificada al identificarse -"por supuesto, nunca con su argumento: jamás he tenido un desamor así, ni he llegado a unos extremos tan viscerales", dice- con una obra que canta con pasión y con gusto, que la disfruta y domina. "Algunas cantaoras nos sentimos bastante próximas a la composición de Falla, porque es realmente flamenca y, además, supone una experiencia enriquecedora. Tener el privilegio de actuar acompañada por grandes orquestas y directores te llena, te ofrece la oportunidad de aprender y de ampliar tu campo interpretativo".



    Claro que la actitud de Marina ante la ocasión que se le ofrece con la Chicago Sym- phony Orchestra es de compromiso y responsabilidad. Y, por supuesto, de entrega absoluta, sin olvidar que con su presencia de artista de primer nivel tiene que borrar algún prejuicio y ciertos lugares comunes.



    Marina Heredia, que ya con 19 años había intervenido en De Amore, la ópera de Mauricio Sotelo estrenada en la Bienal de Múnich en abril de 1999, se considera por encima de todo cantaora, y que su carácter y su misma naturaleza son flamencos. Advierte de la capacidad para amoldarse de forma espontánea y con un sexto sentido innato a cualquier repertorio: "Tanto los compositores como los directores de clásica, que son tan disciplinados, tan estudiosos y, en ocasiones, tan cuadriculados, sufren una especie de alucinación con nosotros y no entienden cómo una artista que no sabe leer una partitura, pueda integrarse con soltura y completa solvencia en una orquesta, atendiendo con rigor las indicaciones que se dan desde el podio".



    Estos días, Marina da los últimos toques a su nuevo disco, A mi tempo, que aparecerá a finales de mayo: "Se trata de un directo que ha resultado magnífico y en el que se ha conseguido una alta calidad. Me acompañan tres guitarristas de lujo, Miguel Ángel Cortés, Diego del Morao y José Quevedo Bolita, para actualizar y recuperar algunos estilos que fueron grabados por algunas figuras del pasado".



    Pero lo más inmediato y donde pone todo su empeño es en los conciertos de Estados Unidos: "Las grandes orquestas, como la de Chicago, exigen lo máximo, aunque tenemos sólo un par de días de ensayo. Son tan aplicados que, especialmente, al tratar con flamencos, les gusta que todo esté perfecto. Por mi parte no hay problema y tengo la ventaja de que el director, Pablo Heras-Casado, es de Granada y amigo, lo cual me ayuda. Es un honor y un prestigio colaborar con músicos de tanta categoría, pero que no se preocupen, me sé El amor brujo mejor que ellos".