La pianista Rosa Torres-Pardo. Foto: Fundación BBVA.
El domingo, 5 de mayo, la pianista presenta en el Auditorio Conde Duque de Madrid los 'Quintetos para cuerda y teclado' del Padre Soler, que ha grabado con los músicos del Cuarteto Bretón para Columna Música y en colaboración con la Fundación BBVA. Rosa Torres-Pardo habla con El Cultural sobre esta primera integral de las seis piezas en décadas.
El Padre Soler fue representante de la escuela española de música para teclado del siglo XVIII y seguidor de la corriente musical introducida en España por el italiano Domenico Scarlatti. Entró en la escolanía de Montserrat con 6 años y, más tarde, ingresó en la orden Jerónima en el Monasterio de El Escorial, donde fue organista y director de coro y donde vivió hasta su muerte a los 53 años. "Sabemos que estuvo en contacto con la corte de Carlos III, por tanto informado de todo lo que sucedía en el mundo cultural y de la música", cuenta la pianista Rosa Torres-Pardo (Madrid, 1960), elemento crucial para que esta aventura haya sido coronada con éxito. "Vivió la transición del barroco al clasicismo, lo que le da mayor interés y encanto. Siendo como fue un innovador, creó su propia transición de manera muy original y se fabricó su propio método de modulación, lo que le valió alguna crítica en su momento".
Romántico Soler
Sobre los parentescos con Scarlatti, que fue su maestro, con Boccherini, Haydn y Mozart, asegura la pianista que todos ellos dejaron rastro en sus partituras. "Sobre todo Scarlatti, ya que ambos emplearon la misma forma de sonata que nada tiene que ver con la clásica en tres movimientos". La diferencia es clara. "En la música de Soler se perciben aires barrocos, por la armonía o la ornamentación que emplea, y otras veces queda patente el aire galante de aquella época". Por otro lado, se hace evidente el clasicismo en sus Sonatas y especialmente en los Quintetos para cuerda y tecla, lo que nos trae a la memoria a Mozart, que nació 27 años después, e incluso se intuye por momentos algún atisbo romántico. "Quizá sea ir demasiado lejos, pero no puedo negar que se me ha pasado por la cabeza. Su música es de una altura equiparable a la de un gran compositor. En su época estos Quintetos debieron de ser una revolución por lo que aportaban de nuevo. La combinación de los instrumentos lo era y la estructura de la obra funciona a modo de pregunta-respuesta, en muchas ocasiones sin mezclarse; en otras, se da más la conjunción de todos los instrumentos".-¿Cómo ha sido la historia de esta recuperación?
-Surgió después de mi primera colaboración con el Cuarteto Bretón a propósito del Quinteto de Dvorák. Queríamos volver a reunirnos y yo llevaba tiempo dándole vueltas a la música de Soler, especialmente a sus Sonatas, con las que tan familiarizada estaba. Me acordé de sus Quintetos, que sabía existían pero que nunca había escuchado, dada su ausencia en la programación y en grabaciones.
-¿Por qué han optado por los instrumentos modernos?
-Fue la primera duda que nos surgió, teniendo en además el furor que causa hoy día tocar con instrumentos antiguos. Le dimos muchas vueltas mientras íbamos descubriendo esta maravillosa música. Probamos con arcos barrocos y trabajé con el clave. Al final me decidí por el piano por razones obvias, ya que soy pianista; aún así, en el primer concierto que hicimos en el Festival de Música Antigua de Aranjuez preparamos un piano para que su sonido fuera acorde al del cuarteto de arcos barrocos y sonara menos. Después comprendimos que con los instrumentos modernos la gama de sonido era más amplia y también más moldeable. Porque al final de lo que se trataba era de captar el estilo y aportar las ventajas de los instrumentos actuales y sus mayores contrastes dinámicos.
En ese sentido, los mayores problemas interpretativos han tenido que ver con la homogeneización del sonido. "Es una música que hay que tocar con mucha delicadeza y buscar la armonía del conjunto. Es una labor que exige mucho ensayo en equipo". En cuanto a las diferencias entre su edición y la de Gerhard, que trabajaron con un facsímil del manuscrito de una editorial francesa que sí tenía sus particellas. "Sirvió para comprobar algunos detalles que dudábamos fueran correctos. En cualquier caso, dado que los originales no existen y las copias son manuscritas no hay como usar la lógica cuando uno se encuentra con algún error".
Respecto a la parte de la tecla (digitación, dinámicas, ornamentaciones...), que es la que la concierne, lo más complicado, dice, fue encontrar el sonido adecuado, y lo consiguió a base de esfuerzo. "En algunos casos se emplean mucho los saltos, que pueden ser incómodos y, dada la velocidad, hay que tener cuidado de hacerlos sin que suenen más de la cuenta. En lo que se refiere a la ornamentación, entiendo que en aquella época también variaba según el gusto y el instrumento, lo cual daba al intérprete cierta libertad. Esto es algo que he agradecido mucho, porque esa libertad del piano da alas a la inspiración".
En clave de humor
Torres-Pardo sale airosa de unas partituras que, en principio, se sitúan lejos de sus prioridades. "Está claro que es una manera distinta de acercarse al teclado, de cerca, más de dedo que de brazo... Una técnica con la que me he terminado familiarizando. ¡Distinto sería haberlas tenido que hacer al cémbalo!". La pianista describe su colaboración con los músicos del Bretón como una experiencia de lo más enriquecedora. "Hemos disfrutado muchísimo de los conciertos y de la grabación con el productor fonográfico Martin Compton. El ambiente siempre es bueno. Son serios, pero el humor no falta nunca, así que... no puedo estar más contenta".Asegura seguir trabajando a pleno rendimiento. "Me encuentro en un momento de madurez, buscando nuevos caminos, disfrutando de ellos y sintiéndome afortunada de poder vivir de esta profesión". ¿Repetirá aventuras como ésta de Soler? "Por supuesto. La ilusión sigue intacta".