Maurizio Pollin. Foto: Javier del Real.
El gran pianista de los últimos tiempos regresa a España este domingo, tras una larga ausencia, para un recital con obras de Debussy y Chopin en el Teatro Real de Madrid. Al día siguiente, será investido doctor honoris causa por la Universidad Complutense. Pollini ha hablado con El Cultural.
Dice sentirse el pianista "agradecido y entusiasmado", pero también es consciente de que la crisis económica amenaza precisamente los espacios culturales y académicos. Que son los suyos, aunque ni la reputación ni la agenda de Pollini se hayan resentido. "Que no sufra directamente la crisis no quiere decir que no afecte a mi estado de ánimo. Me inquieta que los recortes en educación y en cultura puedan amenazar precisamente la esencia de nuestra identidad. Me refiero a la italiana, pero también a la occidental. Deberíamos percatarnos de que el desprecio a estos valores ha procurado a Europa sus mayores desastres".
Patriótica preocupación
Evoca entonces Pollini un aforismo del repertorio de su amigo Claudio Abbado. La cultura engendra la riqueza. Y no al revés, de forma que el pianista milanés lamenta hasta qué extremo persevera el malentendido de los recortes y el sacrificio del patrimonio. Con más razón en una tesitura política tan agitada como la de Italia. "Berlusconi es una vergüenza. Resulta inconcebible que todavía tenga los hilos del poder, incluso después de haber sido condenado. Me preocupa que su fuerza electoral sirva de pretexto a una deriva autoritaria, presidencialista. Italia se encuentra acechada por los populismos. Uno es el de Silvio Berlusconi. El otro es el de Beppe Grillo, cuya propuesta política se antoja hueca y desprovista de inteligencia. Grillo es una contradicción. No hace política, sino contrapolítica. Me inquieta que manipule a beneficio propio el legítimo desasosiego de muchos italianos".Se enciende el discurso de Pollini, pero no se altera ni se acalora el pianista cuando habla. Ha sido siempre hombre de reflexión y de pudor. Pudor como el que le impide escuchar sus propias grabaciones. También ahora, que Deutsche Grammophon ha editado las obras completas en 50 años de prodigios musicales. "No, no escucho mis discos. Me reservo las razones, pero ya me conozco lo suficientemente bien como para oírme en una grabación. Prefiero escuchar a otros pianistas. O música de cámara, o sinfónica...". Cuesta trabajo entresacarle cuáles. Después de mucho "presionarle" conseguimos descubrir que Pollini estaba escuchando la Primera de Beethoven. No cualquier versión, sino la de Karajan con la Filarmónica de Berlín.
Es y ha sido Beethoven un compañero de viaje en la carrera de Pollini. Tanto como Chopin, argumento del concierto del Teatro Real y referencia de la gira que tiene prevista en Viena, Lübeck y Salzburgo a caballo de los meses veraniegos. "Chopin ha sido una constante de mi carrera y de mi vida porque reúne las dos cualidades que más puedo apreciar. Por un lado, la hondura. Por otro, la escritura. El fondo y la forma dan vuelo a una música extraordinaria en la que siempre se reconoce la aspiración al perfeccionismo. La perfección era la utopía de Chopin. De ahí provenía la ferocidad de su autocrítica y también lo hacía su impresionante capacidad de trabajo".
La lealtad de Pollini a Chopin se ha prolongado a otros compositores, incluidos los patriarcas de la vanguardia, pero llama la atención el tiempo que el pianista italiano se ha concedido hasta afrontar "cara a cara" en el disco el repertorio de Bach. Lo hizo hace cuatro años, publicando la primera parte de El clave bien temperado. No hay noticias oficiales de la segunda parte, aunque oficiosamente Pollini sugería en la entrevista a El Cultural que redondeará la proeza en tiempos breves. "La decisión de tocar Bach en el piano moderno era problemática. Decidí afrontarla porque entendí que en la propia naturaleza del compositor están las transcripciones y las extrapolaciones. Hizo muchas. Del órgano al oboe, por ejemplo. Así es que me pareció que la obra de teclado tenía sentido en el piano".
Bach, siempre
Habla de Bach con devoción totémica. Y le atribuye la misma naturaleza genial, visionaria, que advierte entre los grandes compositores posteriores que más ha frecuentado. "Bach es contemporáneo siempre. Es un error percibirlo como una música del pasado. Su genialidad, como la de Beethoven, consiste en abrir un camino y descubrir lugares desconocidos".Pollini no ha querido rebasar la dimensión del intérprete. Estudió composición y ha escrutado a los autores más importantes en el piano, pero nunca ha escrito una página musical. Tampoco ha improvisado jamás delante del instrumento. Se guarda para sí las razones, las custodia con sus recelos y con su voz de barítono verdiano. No se las sonsacaría ni el más hábil de los interrogadores de la Stasi.
A cambio, el doctor honoris causa airea ciertos pormenores sobre su relación con la partitura. "Hay una relación fortísima entre el intérprete y el compositor. Se trataría de buscar la autenticidad de lo que nos ha transmitido. ¿Qué es lo que sentía? ¿Qué es lo que pensaba? ¿Qué es lo que quería? Son grandes dudas, muchas veces irresolubles, pero creo que para resolverlas hay que tener fe en el instinto. El intérprete está obligado a transmitir el mundo del compositor. Debemos servirlo de una manera activa y personal, implicándonos en la partitura, incluso apropiándonos de ella, pero siempre conscientes de cuál es el lugar de cada uno. Creo que es una norma válida para todos los músicos".
Y para el repertorio contemporáneo, cuya asiduidad en la carrera de Pollini convierte al pianista en uno de los mayores valedores de la vanguardia. "La música contemporánea es una necesidad personal, un modo de sentirme partícipe de la creación artística que me rodea. Además, estoy convencido de que terminará imponiéndose, adquiriendo un papel cotidiano. Ha habido una renovación tan radical en el lenguaje que el público sigue estas transformaciones con cierta lentitud. Pero llegará el momento en que la sensibilidad de los espectadores comprenderá la calidad de estos compositores. Lo noto en mis conciertos. Día a día aprecio la atención cuando toco una pieza de Kurtág o de cualquier autor actual. Comienza a desmoronarse esa idea de la música inaccesible y hermética. Muchas veces el secreto radica en saber comunicarla".