Image: De cerdos y hombres

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Escenarios

De cerdos y hombres

La compañía La Zaranda celebra sus 35 años con El régimen del pienso en el Teatro María Guerrero de Madrid

18 junio, 2013 02:00

La Zaranda cumple 35 años con El régimen del pienso.


Epidemia en las pocilgas. Los cerdos empiezan a caer como moscas, y también los empleados de la empresa cárnica, despedidos por el descenso de la producción. Las vidas del puerco y del hombre se cruzan en el nuevo montaje de La Zaranda, El régimen del pienso, que llega al Teatro María Guerrero de Madrid desde este martes hasta el 7 de julio.

La compañía gaditana, Premio Nacional de Teatro 2010, cumple 35 años de vida con esta obra. En ella somos testigos de la degradación del hombre, abocado a la lucha por conservar un empleo anodino y alienante pero garante de la subsistencia, de la mera manutención cómo único horizonte al que aspirar. En el centro de la rueda de la burocracia -expedientes de control de calidad, certificados de defunción, siempre por triplicado-, veterinarios y cirujanos hacen la autopsia a cerdos y hombres, pero en realidad asistimos a "la necropsia de la sociedad", explica el actor y director de la compañía, Francisco Sánchez, más conocido como Paco de La Zaranda. "Cuando el hombre sólo se preocupa por su sustento y deja de mirar al otro, deja de distinguirse de las bestias".

El argumento rebosa actualidad, pero no nació de ella. "La actualidad dura lo que un periódico. Lo que nosotros tratamos en nuestros montajes es una realidad mucho más profunda", asegura el director. "Occidente vive una crisis de valores que lleva instalada aquí mucho tiempo, pero las vacas gordas nos impedían verla. La crisis económica la ha dejado al descubierto", afirma el autor de este y todos los textos de La Zaranda, Eusebio Calonge.


El régimen del pienso pone sobre la mesa la "necropsia de la sociedad".

Aunque la obra tiene tintes orwellianos y kafkianos, asegura el dramaturgo que el texto es heredero de una tradición muy arraigada en nuestra literatura: "Siempre me han interesado los dédalos de la burocracia, lo que me llevó desde el Vuelva usted mañana de Larra, al Galdós de Miau y a El tintero, de Carlos Muñiz".

Junto a Paco, levantan la obra los otros dos actores de la compañía, Gaspar Campuzano y Luis Enrique Bustos, más el vallisoletano Javier Semprún. En la sobria puesta en escena juega un papel fundamental el simbolismo, como en todos los trabajos de La Zaranda. "Nuestro lenguaje va más allá de la palabra, por eso hay tantas imágenes y alegorías. No queremos llegar al pensamiento sino al alma; de nuestro silencio interior al silencio interior del espectador".

Esa "poética teatral" que rige la compañía se opone al "teatro como producción industrial" que, según el director, ha contaminado la escena en los últimos años. "Cuando nosotros empezábamos, el teatro era artesanal, pero se fue convirtiendo en un mero objeto de consumo. En ese proceso llegaron palabras como marketing, casting y workshop, la competitividad, el individualismo, una búsqueda de hacer números y la elección de un actor por su tirón en taquilla. El teatro se convirtió en una prolongación de la televisión".

Una banda de hermanos

Más de tres décadas han pasado de aquellos comienzos que refiere el director. Tres décadas en los que la compañía ha puesto en pie 12 espectáculos -Los tinglados de Mari Castaña, Vinagre de Jerez, La puerta estrecha, Homenaje a los malditos, Futuros difuntos...- que han ido perfilando su modo de hacer teatro, caracterizado más que por el compromiso social, por el "compromiso existencial". Un sello distintivo que han paseado por más de 30 países cosechando premios y alabanzas en bastiones teatrales como Madrid, Buenos Aires y Nueva York.

Frente a la competitividad que denuncian Paco y Eusebio, La Zaranda siempre ha trabajado "como una banda de hermanos, al igual que lo hacía Shakespeare y su compañía de El Globo y otras tantas compañías a lo largo de la historia", explica orgulloso Calonge. Y aunque los males económicos, los recortes y las subidas de IVA estén lastimando seriamente al teatro, el dramaturgo no tiene dudas del buen futuro creativo de la escena, a juzgar por el presente: "Veo muchas compañías de jóvenes que trabajan con un horizonte común y hacen cosas muy buenas. Es en estos proyectos embrionarios en los que debemos depositar nuestras esperanzas".