Paco Mir. Foto: Antonio M. Xoubanova
Lleva 33 en los escenarios, formando parte de ese peculiar trío que es Tricicle, unos maestros en el arte de hacer reír a base de teatro gestual. Han paseado su sentido del humor, a medio camino entre la ingenuidad más tierna y el surrealismo más cínico, por los teatros del mundo entero, porque ese código que han inventado se entiende aquí y allá, así de internacional es el humor de muecas y gestos. Y eso les ha he hecho llenar los escenarios hasta la bandera y protagonizar las críticas más favorables en los medios internacionales.
Pero en realidad Paco Mir (Barcelona, 1957), que hoy es la parte del Tricicle que nos interesa, quería ser dibujante de tiras cómicas, por lo que se matriculó en Bellas Artes. La casualidad hizo que conociera en el Institut del Teatre de Barcelona a los que luego serían sus compañeros y juntos decidieron romper moldes con ese particular alfabeto artístico que fueron pergeñando y que les ha hecho famosos en el mundo entero. Una obra llevó a la otra, las giras se fueron sucediendo y, casi sin proponérselo, Mir se vio convertido en actor, aunque nunca haya dejado de lado los lápices.
Pero inconformista confeso, afirma que "aunque me gusta actuar, todavía me gusta más trabajar el teatro desde la mesa y en la oficina, me parece divertidísimo. Leyéndolo, adaptándolo y entendiéndolo para luego poder dirigirlo de una manera casi espontánea porque, como bien decía Hitchcock, cuándo se estudia y adapta una obra dirigirla sale solo, sin esfuerzo. Pero el proceso es apasionante". El caso es que son muchas, muchísimas, casi 40, las producciones que ha dirigido, entre las que se cuentan obras de teatro, zarzuelas, óperas y hasta alguna que otra película. Y ahora, dentro de la programación del Grec, estrena La banqueta, una obra de teatro que le llegó por sugerencia del actor que la protagoniza, Ricard Borrás. "Ricard vio esta obra en París, una ciudad con la que tiene mucha relación, y le gustó mucho. En seguida decidió traerla aquí porque pensó que conectaría bien con el público y me ofreció su adaptación y dirección, explica Mir. Lo primero que me planteó es modificar el final, porque el original tenía un punto surrealista muy francés".
La banqueta es una obra sobre las relaciones laborales de pareja, pero su mensaje puede extrapolarse a cualquier tipo de relación intensa entre personas que se conocen muy bien y pasan mucho tiempo juntas. "Me interesó especialmente porque me pareció que hablaba de mí y de mis compañeros de Tricicle (afirma Mir). Llevamos tantos años juntos y conviviendo tan intensamente que nos sabemos de memoria, tenemos perfectamente controladas las manías, preferencias, tics, debilidades y puntos fuertes de cada cual. Cuando llevas mucho tiempo trabajando codo a codo con alguien es casi como un matrimonio, te conoces muy bien y sabes como puedes hacer daño al otro y como puedes ayudarle.
La obra trata de dos pianistas que llevan 25 años dando conciertos a cuatro manos, por lo que comparten una banqueta. Se conocen perfectamente bien y tienen muy bien identificados sus respectivos fantasmas. Los tienen escondidos en el armario hasta que éstos deciden salir al exterior y lo hacen cuando están de ensayos en un pueblo suizo donde no pasa nada y todo es aburridísimo. Hay tanta calma y tanta placidez que no pueden ni ensayar, entonces aprovechan para sacar a la luz todos sus rencores, reproches...".
Muchos se sentirán identificados de una u otra manera con lo que aquí se cuenta, y desde luego Paco Mir ha vivido en sus carnes ese sentimiento de saberse radiografiado por el otro, algo que para él es universal y responde a emociones muy humanas. "Lo bonito de la dirección es que trabajas con el talento de los otros, has de tirar de él para que todo resulte como tú has imaginado. Yo soy actor, por lo tanto no me cuesta entender como se sienten ellos, los dirigidos. Conozco sus flaquezas porque a menudo estoy en ese lado del escenario. Sé darles el tiempo y el espacio necesarios para llegar hasta dónde espero que lleguen. Sé estimularlos y conducirlos para que transiten por ese camino, soy paciente y sé esperar, pero también puedo ser muy exigente y hasta un poco molesto e insistente si veo que no dan los matices que yo espero de ellos".
Es tanta la satisfacción que obtiene de su vertiente como director que ya piensa en su retirada de los escenarios, algo de los que habla a menudo con Joan Gracia y Carles Sans. "Lo tenemos más o menos claro, seguiremos en la brecha hasta que llevemos 40 años actuando, entonces montaremos una gira sonada para despedirnos. Y yo me dedicaré a dirigir, porque me apasiona hacerlo y mi trayectoria en ese sentido es muy estable", concluye.
Mientras tanto, otros proyectos suyos verán la luz próximamente, como la ópera Los cuentos de Hoffmann que dirigirá en el 2014. Y seguirá disfrutando de su trabajo como actor y como consumidor de espectáculos "porque soy un auténtico depredador, me lo trago todo, desde obras bien sencillas hasta las más complejas. Aunque, si tuviera que escoger alguna, me quedaría con la ópera, para mi gusto el montaje por excelencia a causa de la enorme envergadura y complejidad que encierra".