Image: Brokeback Mountain devuelve la ilusión a Mortier

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Escenarios

Brokeback Mountain devuelve la ilusión a Mortier

El gestor belga trabaja en el Real codo con codo con el compositor Charles Wuorinen en las primeras grabaciones de la ópera que se estrenará en enero

30 octubre, 2013 01:00

Gerard Mortier y Charles Wourinen en el Teatro Real esta mañana. Foto: Javier del Real.

A Mortier la ópera le devuelve la vida. Esta mañana sus ojos relucían con los brillos de la ilusión infantil. Eso a pesar del trance que atraviesa. Nada menos que batallar contra un cáncer de páncreas. Pero estos días ha querido estar en la primera línea del teatro que todavía dirige, hasta final de año, cuando Joan Matabosch le releve en sus responsabilidades y él pase a desempeñar funciones de asesor artístico. El gestor belga acompaña al compositor Charles Wuorinen en las grabaciones de la ópera Brokeback Mountain, que será estrenada el 28 de enero. A partir de las pruebas que se realizan ahora podrá ser planificada, ya a mediados de diciembre, la puesta en escena de la ópera, tarea que le corresponde a Ivo van Hove.

La adaptación operística es un empeño personal que Mortier persigue desde sus tiempos en la New York City Opera. "Me enteré de la intención de Wuorinen de hacer una ópera de Brokeback Mountain en una entrevista que concedió al New York Times. Me pareció tan interesante que rápidamente descolgué el teléfono y le llamé", explica. Su idea era que se representase en el coliseo neoyorquino pero su abrupta salida de allí truncó el proyecto. Cuando Mortier fue nombrado director artístico del Teatro Real no veía claro exportarlo a la capital de España. "Era una historia de cowboys, típicamente americana. Pero luego pensé que en realidad era universal, con el conflicto clásico de un amor que no acepta la sociedad, algo que me recuerda mucho a Tristán e Isolda". De hecho, la apuesta de Mortier consiste en programar simultáneamente las dos obras en el Real. Durante la primera semana de febrero coincidirán en la cartelera del teatro.

"Es una inteligente iniciativa", señala Charles Wuorinen (Nueva York, 1934). El músico norteamericano se confiesa seguidor de la tradición dodecafónica de Alban Berg y Schönberg. Eso sí, con peculiaridades propias de su origen que se apartan de las corrientes llegadas a su país desde el otro del Atlántico. "En Estados Unidos es muy difícil componer al margen de la vitalidad rítmica de algunos géneros populares como el jazz". Pero Mortier se empeña en dejar claro que no estamos para nada ante un musical, sino ante una partitura "muy trabajada", que se inscribe con solidas credenciales en la historia de la ópera. Para justificarlo, le pide a Wuorinen que explique las combinaciones tonales que integran la composición. Su autor detalla que Ennis (bajo) está representado con un Do sostenido. Mientras que Jack (tenor) proyecta un Si natural. De esta forma, refleja la dominación sexual del primero sobre el segundo. Entre ambos se sitúa la nota Do natural, que tradicionalmente remite a la muerte.

Los dos vaqueros fueron alumbrados por Annie Proulx, en un relato que publicó en The New Yorker en 1997. Ang Lee lo llevó a la gran pantalla y disparó su popularidad, tres Oscar mediante. Aunque la autora no estaba del todo contenta con la versión fílmica. Wuorinen dice que el texto es "más oscuro, menos sentimental y sencillamente mejor". Cuando lo leyó, le encantó y se percató de que "tenía un gran potencial para convertirse en una ópera". Proulx andaba ya recelosa pero aceptó cuando acordaron que sería ella la que firmaría el libreto. Así lo hizo. Con resultados óptimos, a juicio de Wourinen: "Su escritura es concisa, concentrada, no sobra ni una sola palabra. Yo lo único que le hacía eran pequeñas observaciones sobre palabras que quizá eran dificultosas para el canto. Aunque seguí la máxima de que todo aquello que se puede cantar se puede gritar". El compositor norteamericano, artífice de más de 270 partituras, no tiene ningún temor de los juicios que comparen la película y la ópera. "No tienen nada que ver", sentencia.

En su opinión, otro de los errores del filme es la cándida representación de la naturaleza, una especie de postal de fondo en los escarceos amorosos de los dos vaqueros. "Las montañas Bighorn de Wyoming son realmente bellas pero también es un entorno hostil, un verdadero peligro. Una tormenta allí te puede quitar la vida. Esa amenaza no se siente en la película". En su adaptación se proyectarán vídeos grabados directamente en esta cadena montañosa, para poner en situación al espectador.

Brokeback Mountain se presentará en el Teatro Real como un estreno mundial. Dice Mortier, henchido de orgullo, que ya hay mucho interés ("sobre todo en Estados Unidos") de otros teatros internacionales por acoger esta ópera. "Espero que el estreno aquí en Madrid sea un gran acontecimiento". Con todos estos precedentes (incluido el vodevil de su relevo al frente del coliseo), seguro que lo será.