Giuseppe Verdi.

El bicentenario verdiano agota sus días. Una efeméride que está brindando la oportunidad de degustar casi exhaustivamente la obra del compositor italiano. El 'casi' es porque la ópera es la que ha copado los programas. Es lógico cuando se trata de celebrar un autor que ha firmado emblemas del género como Rigoletto, La traviata, Falstaff... Pero ha costado más que saliera a relucir su producción camerística: canciones, música para piano, composiciones alumbradas ex profeso para cuartetos de cuerda... La Fundación Juan March, al quite siempre a la hora de complementar la oferta de los grandes teatros, ha organizado un ciclo para rescatar alguno de los ejemplos más logrados de esta vertiente creativa de Verdi.



Verdi en el salón está integrado por tres conciertos. El primero, este miércoles, lo protagoniza el Cuarteto Doric, que aparte de interpretar piezas de Respighi, Puccini y Wolf, abordará el Cuarteto en Mi menor de Verdi, el único redactado por él en este formato. Y es que el siglo XIX en Italia no era una época que invitase a esforzarse mucho en este terreno. La ópera asfixiaba el repertorio de cámara. Era lo que demandaba el mercado y los compositores, si querían sobrevivir, debían volcarse en ella. Fue un monopolio que no empezó a desmoronarse hasta que a finales de esa centuria varias asociaciones privadas decidieron promover música para espacios más reducidos.



El segundo programa, el día 13, incluye su Romanza senza parole en Fa mayor y el Vals en Fa mayor, ambas composiciones para piano, que ejecutará Roberto Prosseda. El 20 de noviembre cerrará la serie el tenor José Ferrero aliado con el pianista Rubén Fernández Aguirre, en un recital que desgranará Il mistero, Cupo é il sepolcro e mutolo, Il tramonto y Ad una stella. Y Rafael Banús y Gabriel Menéndez Torrellas redondean la propuesta con dos conferencias. En una analizarán el proceso de gestación del lenguaje operístico de Verdi. Y en la segunda las novedades que introdujo en la ópera italiana de la segunda mitad del XIX.