Siempre es gozoso encontrarse con una sesión dedicada íntegramente a Bach. Su música es un hontanar que no cesa, una referencia obligada, un núcleo de experiencias en las que nos damos la mano con el arte más puro. Nos las prometemos muy felices con el concierto que la sociedad bautizada con el nombre de La Filarmónica, que inicia ahora su segunda temporada en Madrid, anuncia para el día de hoy en el Auditorio Nacional. Se dan cita en él tres obras maestras de la literatura confeccionada por el gran Cantor de Leipzig: las Partitas para violín solo 2 y 3, por un lado, y las Variaciones Goldberg, por otro. El primer instrumento será tañido por la violinista alemana Viviane Hagner, uno de los valores más sólidos en un firmamento en el que las féminas llevan hoy cierta ventaja. El teclado estará en las manos del ruso Alexei Volodin, un competente virtuoso.



Será interesante ver el desempeño de esos artistas. La sonoridad de la violinista está asegurada, pues maneja un Stradivarius de 1717. Respecto del pianista, deberemos despejar algunas dudas para saber si su alto grado de eficiencia mecánica se trasluce en un acercamiento riguroso a las geniales Goldberg, de tan impecable como abierta construcción, un compendio majestuoso de treinta partes (más el aria inicial y su repetición final), una construcción en la que cada variación tiene su vida propia, su carácter; a lo más se reúnen las partes en grupos ternarios, respondiendo al criterio formal del autor. Recordemos las sensacionales interpretaciones discográficas de Gould o de Sokolov, tan distintas. Volodin, por supuesto, seguirá los dictados de esos acercamientos, que parten de la utilización de un instrumento moderno, en visión forzosamente alejada de los purismos, que sólo aprecian la partitura, tan abierta por otro lado, si la interpretación se centra en la aplicación de criterios filológicos, tan santos como a veces discutibles.