Vinila Von Bismark en The Hole 2

Hace un par de años, ante una cartelera aburrida de sí misma, adormilada entre reposiciones, comedia americana, títulos de películas... se asomó un trío de productores decididos a animar el cotarro. David Ottone (de Yllana), Iñaki Fernández (de la productora Letsgo) y el actor Paco León se sacaron de la chistera The Hole, un espectáculo picante, entre el cabaret, el circo y las variedades, que ha convocado a 300.000 espectadores desde su primera función. Estrenaron en pleno centro de Madrid con toda la prensa atenta a la novedad. Aquellos días, muchos trataron de justificar el atrevimiento hablando del origen del cabaret, un género que tradicionalmente se ha hecho fuerte en las peores coyunturas históricas. La lectura parecía ser la siguiente: a más frío hacía en la calle, más calor debía pasarse en la sala de teatro.



El sexo, el desnudo, el erotismo... son, desde luego, formas de mover al espectador a las salas, pero no sólo eso: la coincidencia de varios montajes en la cartelera madrileña que tienen el sexo como tema habla también de un teatro para reflexionar, para inyectar alegría, para soterrar penas, para abandonar prejuicios o para situarnos delante del espejo. Si la dramaturgia debe responder a las grandes cuestiones del hombre, el sexo debe estar entre las prioridades. En el caso de The Hole 2, que se representa en el Teatro de la Latina, "el sexo no es tan importante como la risa". Al habla, el monologuista y actor Álex O'Doherty, maestro de ceremonias de la nueva temporada del show: "La clave de The Hole es que es una combinación de muchas cosas, una mezcla apropiada para el momento. Hay circo y desnudos pero, además, la gente puede beber y comer, es como estar en bar gigantesco donde te lo pasas bien y te olvidas de todo. Nunca he visto una cosa igual en cuanto a reacción del público, la gente se me acerca a decirme que era la sexta o la séptima vez que venía a vernos", celebra.



En cambio, preguntado por la confluencia de obras picantes en las salas, O'Doherty, que actúa con su grupo cada viernes también en el Teatro La Latina, concluye que no es tanto el sexo como las ganas de pasarlo bien lo que hace que este tipo de montajes funcionen: "La clave en The Hole 2 es ¿Quién necesita divertirse? Basándome en esa pregunta construí los monólogos. La respuesta es que todos los necesitamos y ahora más. El sexo es muy blanco aquí, es casi de Disney, porque seguimos siendo un país muy retraído. Les pedimos a los espectadores que se toquen y se avergüenzan, se ríen... somos un país muy infantil ante ciertas situaciones".





Decamerón Negro



Muy lejos de The Hole en planteamientos, otro de los montajes en cartel que tienen el erotismo como tema es Decamerón Negro, que se estrena este miércoles en los Teatros del Canal. Se trata de un espectáculo que recorre la sensualidad a través de relatos eróticos ancestrales, ritmos y danzas. Al frente de L'Om Imprevís, Santiago Sánchez, uno de sus creadores junto a Hassane Kouyaté, considera que en un mundo falto de erotismo, aquejado de soledad y de capacidad de contacto, las relaciones humanas se sustituyen en muchos casos por pornografía. En cambio, de lo que trata este montaje es de la relación con nuestro cuerpo y con los de los demás: "El erotismo pertenece al mundo de la emoción y de lo imaginario, como el teatro. Es lógico que en momentos de crisis la escena se alíe con la sensualidad. En el caso de Decamerón Negro ofrecemos una visión limpia, ingenua, sencilla y alegre, nos basamos en la metáfora a través del trabajo de acróbatas que sugieren con la imaginación".



En 20 años de L'Om Imprevís, el sexo y la pareja han sido temas capitales. En el caso de esta obra, de lo que se trata es de, a través de leyendas, plantear preguntas cuyas respuestas hemos dado por obvias. "Una de las grandes funciones del teatro es esclarecer los grandes temas nuestras vidas. Si luchas por una ambición desmedida, quizás Macbeth te ayude a entender algunas cosas. Se hace necesario un teatro más relacionado con la problemática que vivimos en cada momento y, en este sentido, nuestro espectáculo trata de ser una inyección de vida, trata el sexo como vía para ser feliz, algo que se hace lógico en una sociedad que está gris y triste. Decamerón Negro es algo más que la felicidad de descorchar una botella de champán, trata de producir una felicidad que se quede con nosotros al salir de la sala", invita Santiago Sánchez.



En esa relación entre la crisis y la necesidad de la alegría del público también se mueve Microporno por dinero, una comedia de Pablo Álvarez que se representa hasta el 8 de enero en el Pequeño Teatro Gran Vía y que pretende ser un espejo de aquello en lo que la crisis nos ha convertido, de cómo los males económicos se cuelan en el terreno de las emociones: "Habla de lo irascibles que estamos a la hora de amar y, por otro lado, de las nuevas vías para reinventarse y salir adelante que encuentra la gente", expone Álvarez. La pieza, que incluye un número de cabaret "bastante cañero", narra la historia de dos parejas, una anclada en un mundo naif y la otra aferrada al capitalismo salvaje y a la bonanza. Llegadas las vacas flacas, los cuatro tratan de buscar una solución para subsistir y, tras varias opciones, aparece en el horizonte la posibilidad de ofrecer pequeños espectáculos pornográficos para el público, siguiendo el concepto del microteatro, a ocho euros la sesión. Al cabo, la iniciativa se convierte en un camino para solucionar sus propios problemas de pareja (una de las protagonistas es adicta al sexo, otro lleva meses sin practicarlo...).



"Vivimos en una época porno en el peor sentido de la palabra

"Me interesa el sexo como reclamo, pero sobre todo es una excusa para hablar de un problema actual. Microporno resume en esencia aquello en lo que se nos ha convertido la vida, que hoy también es micro: cobramos menos, trabajamos más... Vivimos en una época porno en el peor sentido de la palabra", resuelve el autor. Preguntado por esta subida de temperatura en la cartelera, Álvarez opina que se debe a que una de las pocas cosas que no pueden arrebatarnos es el sexo. "La palabra porno es poderosa y hemos llenado en Barcelona y Tarragona, donde las señoras me decían que por primera vez sus maridos las habían acompañado al teatro", recuerda, y añade: "Venimos del fenómeno de 50 sombras de Grey, a todos nos han recordado que el sexo vende". Laura Martuscelli, una de las protagonistas de la propuesta, insiste en la idea de que la palabra porno es sólo un elemento más de una pieza que toca muchos palos, aunque también reconoce que quieren "calentar" las butacas de los teatros: "Que la gente salga con emociones en el cuerpo, que se sienta enérgica y esperanzada, porque esta obra lo es".



En el mismo escenario de Microporno, sólo que los jueves a las 21 horas, el veterano ilusionista Jorge Blass produce y dirige un espectáculo para adultos que mezcla magia, cabaret y humor y que, en venganza a las bromas que le han hecho durante toda su vida por su condición de mago, ha titulado Échame un polvo y desaparece. "Es una magia canalla y subida de tono. Hay danza, erotismo, canciones... esto es lo que lo diferencia del resto de mis trabajos", sintetiza. Convencido de la eficacia del sexo para disparar la taquilla, abunda Blass en lo novedoso de su propuesta (espectadores que vuelan o el sorteo de un polvo mágico), que también sitúa en el contexto de una situación difícil para la sociedad y para el teatro.



De vuelta al Canal, teatro de gestión pública, no olvidemos, el 19 de diciembre pasará por allí la ex vedette argentina Reina Reech (una estrella en su país) con el espectáculo Reinas del Marabú. Basado en una visión espiritual de la sexualidad, este cabaret propone un recorrido por los distintos roles de la mujer frente al sexo, contado a través de mitos y tirando de psicoanálisis, según reflexiona Reech. "Son 23 cuadros en los que el juego es llegar más allá de tu sexualidad, de etiquetas como ser heterosexual, homosexual...", amplía la artista en conversación telefónica desde Buenos Aires. El público, que interactúa con los actores, tiene un peso importante en este show que se anuncia bajo el lema: Las Reinas del Marabú te lo enseñan todo. "Yo misma he sido la geisha sumisa, la mujer fálica... Sentí la necesidad de significar todos esos roles en mi espectáculo, que considero que es muy profundo y de altura. Las bailarinas son bellas, claro, pero también talentosas y virtuosas. No hay chabacanería sino sensibilidad y seriedad. No buscamos atraer al espectador sólo por el sexo, sino ofrecer una visión amplia de la sexualidad más allá de los paradigmas", distingue.



Para Reech, vivimos un cambio de era, a una resignificación de contextos. A modo de conclusión, exige que el sexo recupere su lugar, que salga de ese punto en el que se encuentra porque lo han "bastardeado" al llamarle pecado: "El espectáculo está más cerca del psicoanálisis o de un baile imaginado de las tres Gracias que con el hecho de atraer a la gente a las salas sólo por la carne. Hay mucho lujo, un vestuario de 800 prendas, material audiovisual... Si unes todo eso al hecho de que la gente se lo puede pasar bien, los espectáculos funcionan".





Reinas del Marabú