Dos universos claramente diferenciados se dan cita en esta nueva puesta en escena de Bodas de Sangre, una de las obras cumbres del teatro de García Lorca junto a La Casa de Bernarda Alba y Yerma. De un lado, los actores hablan, sufren, cantan y experimentan el hermetismo de uno de los enlaces más famosos de nuestra escena. De otro, reconstruyen el año 1941, en el que, pese a la censura del momento, se realiza el ensayo de la obra. Vetado el autor, su legado subsiste gracias a la terquedad creadora de nueve personajes. De esta forma, 1941. Bodas de sangre, que llegará el próximo jueves a la sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán de Madrid bajo la dirección de Jorge Eines, da una vuelta de tuerca a la trama lorquiana gracias a dos planos dramáticos que se complementan. "La obra es cien por cien Bodas de sangre -señala Eines a El Cultural, que firma el trabajo junto a su compañía Tejido Abierto-. No he quitado ni una coma de la metáfora lorquiana. En la investigación que propongo muestro cómo Franco quiere meterse en el ensayo y no lo consigue. Hay cruces escénicos en los que la presión social del momento intenta colarse en la obra pero los actores se defienden. Para mí, Lorca es un símbolo de lucha contra el franquismo tan importante como el Guernica".
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