“Ha sido muy fácil zambullirse en el pensamiento de Martin McDonagh porque es un autor al que considero muy cercano. He querido ceñirme a su verdad y emoción, oírle profundamente y no basarme en ocurrencias de director que a veces desvirtúan el espectáculo". Así de contundente se muestra Gerardo Vera a El Cultural a la hora de presentar su montaje de El cojo de Inishmaan, que estrena el miércoles en el Teatro Español de Madrid.
McDonagh (Londres, 1970) realiza con esta obra su particular homenaje a la tierra de sus padres, Irlanda. De hecho, la pieza, estrenada en el Royal National Theatre en Londres en 1997, abre The Aran Islands Trilogy, ambientada en las islas situadas frente a la costa de Galway. “Fue un regalo de Irene Escolar -señala Vera recordando su encuentro con el texto-. Ella se había enterado de que se iba a montar en Londres por la compañía de Michael Grandage, pedí el texto y a los tres días ya lo tenía en Madrid. Desde la primera lectura supe que ese iba a ser mi próximo espectáculo”. Tan rápido como el éxito que ha cosechado el director madrileño con sus montajes de Maribel y la extraña familia (Mihura) y El crédito (Galcerán), que aún triunfa en la cartelera de Madrid y Barcelona. “No soy el director del momento. A veces, coinciden en el tiempo varias obras y cuando eso ocurre se produce la eclosión. Nada más”.
La historia de El cojo de Inishman narra la historia de Billy, un tullido que descubre a Robert Flaherty, famoso documentalista de los años 30, y a todo su equipo procedente de Hollywood, que va a rodar una película en las islas Aran. Billy entiende que al fin ha llegado la oportunidad que ha estado esperando toda su vida y que consiste en salir de la Irlanda profunda, donde nunca será más que un pobre lisiado, el huérfano del pueblo, el hazmerreír de todos, para convertirse en una estrella de cine.
McDonagh dibuja en esta historia un complejo paisaje humano en el que da una extraordinaria vuelta de tuerca a numerosos estereotipos irlandeses: el alcahuete interesado, su nonagenaria y borracha madre, la guapa y belicosa amada, la tía que habla con las piedras, el adolescente obsesionado con los telescopios, el viudo sensible... Nadie es lo que parece en El cojo de Inishmaan y su protagonista es el espejo que refleja lo mejor y lo peor de cada uno de los integrantes de esa comunidad. Pero, ¿tienen estos personajes equivalencias con la sociedad española? Gerardo Vera lo explica así: “En absoluto. Aunque sí que hay en el texto de McDonagh, por ser irlandés, una reminiscencia de personajes ligeramente relacionados con el norte de España y más concretamente con el mundo poético de Valle”.
En este sentido, Vera considera que lo mejor que pude hacerse con un autor de estas características es escucharle: “Hay que leerlo en profundidad, estudiarlo y transmitir junto a los actores esa verdad, como le decía, que tienen todos sus espectáculos”.
Vitalidad y optimismo
En este sentido, José Luis Collado, autor de la versión y de la traducción, se atreve a establecer más paralelismos entre ambas sociedades: “Creo que tenemos muchos rasgos en común -puntualiza a El Cultural-. Siempre he pensado que los irlandeses tienen algo de mediterráneos, aunque geográficamente pueda parecer un sinsentido. Tiene que ver con una vitalidad y un optimismo frente a la vida que desemboca en una tendencia a disfrutar de lo que esa vida nos ofrece. A aprovechar el momento sin pensar demasiado en el mañana”.
Para Collado, los personajes de El cojo de Inishmaan, a pesar de ser profunda y compulsivamente irlandeses, “resultarán reconocibles desde la perspectiva de los arquetipos rurales de nuestro propio país mirando un pasado no demasiado remoto”. El resultado, según el adaptador, es una grandísima comedia construida milimétricamente y llena de matices, subtramas y detalles que enriquecen una auténtica historia de amor, de cariño, de perdón y de superación: “Todo ello envuelto en una ironía y en un sentido del humor muy poco habitual en los escenarios, pero por eso mismo deslumbrante y apasionante. Es difícil que alguien salga de esta función sin una sonrisa en los labios”. Para conseguir esos efectos, Collado se ha tenido que enfrentar al peculiar estilo que McDonagh imprime a sus obras “irlandesas” con un registro muy particular que refleja los modismos, giros y estructuras gramaticales de la costa Oeste de Irlanda heredadas del gaélico: “El resultado de todo ello es un inglés imposible de traducir literalmente, de modo que lo que he hecho ha sido una búsqueda de equivalencias para cada frase o párrafo, intentando ser lo más fiel posible al mensaje del original y a la vez buscando una riqueza formal que no desmerezca el precioso estilo de su autor”.
El mismo carácter que tiene la historia de McDonagh está reflejado en el elenco elegido, encabezado por la fuerza y la personalidad de Marisa Paredes y Terele Pávez. Para Vera, el personaje de Eileen (Terele Pávez) es el de una mujer resignada, fuerte como la tierra, “con un sentimiento religioso cercano a la superstición”. De Kate (Marisa Paredes) el director subraya su sensibilidad, que, como Eileen, ha recogido y criado al niño huérfano, el cojo, “una mujer que habla con las piedras en un vetiginoso camino hacia la locura”. Para definir este elenco Gerardo Vera ha creado una puesta en escena con atmósferas en las que el conflicto fluye sin dificultad, de forma que los personajes llegan a encontrarse gracias a un despojamiento casi total del escenario. Otro desafío para el director ha sido su trabajo con la recién creada productora Grey Garden. “Todavía me tengo que acostumbrar. Estoy en esas primeras zambullidas. Ha sido un cambio cualitativo pasar de lo público a lo privado”.