Siempre es reconfortante volver sobre La cenerentola de Rossini, obra espumosa, en la que el músico de Pésaro consiguió un efecto de suspensión, de estatismo recurriendo paradójicamente al movimiento continuo. Un característico efecto de atemporalidad; algo muy remarcable en el admirable y onomatopéyico sexteto Questo é un nodo avviluppato. Sin embargo, el rondó final de Angelina es electrizante. La futura princesa ha de entregarse a una auténtica y difícil exhibición en la que las escalas, las florituras, las volatas, combinadas con un espectacular canto di sbalzo, de excepcional amplitud, crean un maravilloso y fantasmagórico tejido. Será la mezzosoprano lírica Marianna Pizzolato, de terso timbre y fluida emisión, la que encarne a Cenicienta en las cuatro representaciones que se dan a partir de hoy, 14 de febrero, en el sevillano Teatro de La Maestranza. A su lado el muy lírico tenor uruguayo Eduardo Rocha y nuestro bufo caricato más conspicuo, Carlos Chaussón. El joven maestro italiano Giuseppe Sagripanti estará en el foso. La producción, firmada por Paul Curran, estilizada y moderna, proviene del San Carlo de Nápoles.