Rodrigo Arribas en el enrique VIII de Rakatá, una de las pocas compañías españolas que ha actuado en el mítico Globe de Londres.
¿Cómo entró Shakespeare en España? ¿Nos ha llegado toda su obra? ¿Versión o traducción? El catedrático, traductor y especialista en Shakespeare Ángel-Luis Pujante responde a estas preguntas en el 450° aniversario de su nacimiento.
Shakespeare también ha tenido una interesante presencia como personaje del teatro español -y bastante antes de Shakespeare in Love-. En 1828 Ventura de la Vega estrenó en Madrid Shakespeare enamorado, una versión libre de Shakespeare amoureux, de Alexandre Duval, a la que siguieron Guillermo Shakespeare (1853), de Enrique Zumel, y la famosa y original Un drama nuevo (1867), de Manuel Tamayo y Baus. Este interés por Shakespeare como personaje reapareció, entre otros, en Miguel Will, de José Carlos Somoza, y en El otro William, de Jaime Salom, estrenadas, respectivamente, en 1997 y 1998.
Junto a todos estos gozos aún subsisten algunas sombras. En primer lugar, y aunque ha aumentado el número de títulos shakespearianos en la escena española, se percibe la tendencia a seguir montando obras conocidas antes que aventurarse con las nunca estrenadas o las poco o rara vez representadas. Seamos realistas: no nos hagamos muchas ilusiones con ver en España todos los dramas históricos ingleses de Shakespeare, que no suelen viajar bien, pero ¿cómo es que uno tan notable como Ricardo II hubo de esperar hasta 1998 para ser estrenado en nuestro país? No esperemos en vano la trilogía de Enrique VI, pero ¿para cuándo obras como Cimbelino o, ya puestos, Los dos nobles parientes?
Refritos y derechos de autor
En segundo lugar, se tiende a rehuir las traducciones, que las hay y funcionan perfectamente en el teatro, para acudir en su lugar a "versiones" o "adaptaciones" más o menos descafeinadas, que a veces no son sino refritos de traducciones ya publicadas, redactados en un español plano o utilitario que no le hace justicia a la excelencia poética de Shakespeare. Jaime Salom no tuvo pelos en la lengua cuando afirmó: "La mayoría de las veces se hace una versión (ja, ja) de un clásico de dominio público para cobrar el adaptador (ja, ja) los derechos de autor de Lope, de Shakespeare o Zorrilla, pongo por caso. ¡Una inmoralidad!" Pero, ¡cuidado!, porque, como Shakespeare no escribió en español, él sólo está en el dominio público si lo está la traducción que se utilice. Dicho de otro modo: no caigamos en el error -o en la trampa interesada- de meter en el mismo saco una "versión" de Lope y otra de Shakespeare (o de Molière, Schiller o Ibsen): la de un autor extranjero se apoya forzosamente en una traducción -que, por supuesto, puede ser del propio adaptador-. Sin embargo, ¿cuántas veces leemos en los programas de mano o en la ficha técnica ‘Traducción de Tal' o ‘Traducción y adaptación de Cual' o ‘Versión de Tal basada en la traducción de Cual', como debería ser para no ser sospechoso de plagio o de refrito?Por último, y sobre la experimentación escénica: a veces las representaciones son tan personales que el público sale diciendo "¿Esto es Shakespeare?" o "Aquí, ¿cuánto queda de Shakespeare?" Sabemos muy bien que el teatro siempre ha aspirado a la máxima libertad frente a los textos y que en nuestro tiempo algunos directores han llevado al máximo esta aspiración. Están en su derecho, pero el público también tiene derecho a que no se le dé gato por liebre. Sin perjuicio de producciones originales más o menos intermedias, al final las representaciones shakespearianas se atienen a uno de estos dos objetivos: o una realización escénica más o menos fiel de lo que él escribió, o una alternativa a lo que escribió, es decir, una versión tan propia y tan despegada del original que sólo debería llevar la firma de su autor, sin la cobertura de Shakespeare. A este respecto, termino volviendo a la situación de las obras shakespearianas en los teatros español y francés del siglo XVIII y primeras décadas del XIX: Jean-François Ducis firmó como propias sus reelaboraciones neoclásicas de Shakespeare y nunca pretendió que éstas fuesen una traducción ni una versión francesa del texto original inglés, que no entendía y del que tanto se alejaba. Algunos podrían tomar nota de su ejemplo.