Timur Fayziev dirige el Ballet de Moscú desde 1989

Veinticinco años paseando las grandes obras del ballet clásico por medio mundo, con más de 2000 representaciones en la mochila, avalan a esta compañía como una de las grandes del momento. El teatro Tívoli de Barcelona es, hasta el 18 de mayo, el lugar escogido para representar El lago de los cisnes y Cascanueces.



Cuando contaba con siete años escasos a Timur Fayziev (Moscú, 1953) su madre, una gran enamorada del baile, lo llevó por primera vez a ver una función de ballet en el Teatro Stanislavsky de Moscú, y fue tal la fascinación que sintió al ver esas delicadas figuras evolucionando en el escenario que decidió que él quería hacer eso cuando fuera mayor. "Dicen que el temperamento ruso es terco y apasionado y, desde luego, yo soy una buena muestra de ello -afirma sonriendo-. No paré hasta convencer a mis padres y finalmente lo conseguí. Me gradué en 1971 en The Bolshoi Ballet Academy". En ese mismo año debutó como solista con el prestigioso ballet Stanislavsky _ Nemirovich de Moscú, en obras cumbre como Pájaro de fuego, Giselle o Cenicienta.



Los recuerdos que atesora de esa etapa fulgurante de su carrera son muchos y muy intensos. Entre otros, la locura de volver a bailar, y en un papel principal nada menos, a los quince días de haber sufrido una operación de apendicitis. "La vida de un bailarín exige un compromiso total. Los ensayos son diarios y de muchas horas, hay que llevar una vida espartana, dedicada a mejorar la técnica, controlando las horas de sueño y de descanso y, naturalmente, cuidando mucho la alimentación -añade-. Pero cuando estás enamorado del baile, como es mi caso, eso no supone un sacrificio sino todo lo contrario. La compañía se convierte en tu gran familia, pasas todo el tiempo con ellos y la profesión es tan absorbente que te deja poco o ningún espacio para otras cosas".







Riguroso y exigente, confiesa que su principal obsesión como bailarín fue siempre no quedarse atrapado en una técnica excepcional, sino ir un poco más allá, sumando al virtuosismo y la excelencia la interpretación como tal, buscando siempre cautivar y enamorar al público. "Eso es lo que aprendí con el método Stanislavsky y esa ha sido mi guía, durante mis años en el escenario y en mi posterior trabajo como fundador y director del Ballet de Moscú". Pero la carrera de un bailarín no es eterna. Tras veintidós años en los escenarios llegó el momento inevitable y a la vez tan temido. "Es difícil tomar la decisión de retirarse, pero no se puede negar la evidencia. Llega un momento en que tu cuerpo no responde como debería y hay que saber reinventarse".



En 1989, en el último año de su carrera como bailarín y con la vista ya puesta en su futuro, Fayziev funda el Ballet de Moscú, una compañía que celebra ahora sus bodas de plata y con la que ha recorrido medio mundo en las más de 2000 representaciones que lleva ya a sus espaldas. El reconocimiento a su trabajo hizo que, en 1991, la suya fuera la única compañía de toda Rusia invitada a participar en la última gira por Inglaterra, Noruega y Suecia del legendario bailarín y coreógrafo Rudolph Nureyev. "Fue una experiencia interesante la de trabajar con Nureyev. Un hombre de una categoría artística excepcional, pero también con un temperamento muy complicado. Llevaba sangre tártara en sus venas y no podía ocultarlo, era todo un carácter".



Y el valor añadido de su trabajo como director es justamente lo que él siempre transmitió desde sus sonadas interpretaciones: el rechazo a la pomposidad y al apoyo excesivo del personaje en el vestuario o las escenografías, y la búsqueda constante no sólo de grandes bailarines sino de artistas con mayúsculas. "Eso se lleva dentro, lo veo cuando hago una selección entre jóvenes estudiantes. Hay algunos que tienen estrella y lo transmiten en sus movimientos, mientras que hay otros de técnica impecable pero resultan fríos. Yo busco artistas completos, con una técnica excelente y que sepan meterse en el personaje y conmover al espectador. La técnica sola no me sirve".



Todos los espectáculos de su compañía llevan su sello y están construidos a partir de las leyes de la escena dramática, investigando la psicología de cada uno de los personajes y formando a los bailarines como verdaderos actores que bucean en unos sentimientos que luego proyectan. La pareja solista de los dos espectáculos que pueden verse estos días en Barcelona (Cristina y Alexei Terentiev, pareja también en la vida real), son dos magníficos bailarines de prestigio internacional arropados por un excelente cuerpo de baile.



Después de su paso por Barcelona el Ballet de Moscú llevará sus espectáculos a Los Veranos de la Villa de Madrid.