Bailarín de la CND interpretando In the Middle.... Foto: Jesús Vallinas.

La identidad de la Compañía Nacional de Danza implantada por José Carlos Martínez luce en el Teatro Real desde este sábado, con un programa que alterna la zapatilla de punta y la danza contemporánea. Una evolución que reclama un espacio estable para darla a conocer al público.

El programa con el que la Compañía Nacional de Danza se presenta este año en el Teatro Real, desde este sábado (24) hasta el próximo domingo 1 de junio, es un prodigio de equilibrismo. Lo componen cuatro piezas. Dos adscritas a corrientes contemporáneas: In the Middle, Somewhat Elevated, de William Forsythe y Casi-Casa, de Mats Ek. Y las otras dos enmarcadas en la técnica clásica: Allegro Brillante, de George Balanchine, y Suite Delibes, de José Carlos Martínez, que desde hace dos años y medio dirige la formación, tras la convulsa salida de Nacho Duato y la regencia provisional de Hervé Palito. Esa alternancia perfecta no es una casualidad. Al contrario: está muy mesurada por Martínez, con la intención de mostrar las nuevas credenciales de la CND: "Somos una compañía del siglo XXI, capaz de desenvolverse con garantías en los dos territorios. En este tiempo he intentado potenciar la excelencia que alcanzó con Duato en el contemporáneo pero también quería volver a la danza académica".



Ese retorno al clasicismo ha implicado una revolución en el cuerpo de baile. De los 43 bailarines que lo integraban cuando tomó sus riendas casi la mitad han cambiado. También algunos de los veteranos han tenido que calzarse de nuevo las zapatillas de punta. "Un buen ejemplo de esa versatilidad es el de la bailarina principal Kayoko Everhart, que lo ha hecho después de casi diez años sin usarlas. Ahora baila In the Middle, que tiene una base clásica, y la vanguardista Casi-Casa", explica a El Cultural Martínez. Esta última coreografía la acaban de preestrenar en el Teatro Central de Sevilla la semana pasada. Se han adelantado unos días a su puesta de largo en el Teatro Real para que les pudiera acompañar su artífice, Mats Ek, figura clave en la trayectoria de Martínez: "Trabajé con él en la Ópera de París y me cambió mi manera de bailar. No quería que fuésemos bailarines sino personas que bailan. Su obsesión era que transmitiésemos nuestra esencia, objetivo que estaba por encima de la infalibilidad en la técnica". La CND ya abordó otras dos obras del coreógrafo sueco en tiempos de Duato. Martínez sigue profundizando así en la veta abierta por su predecesor.



La vertiente en la que se distancia la simboliza la incorporación en el repertorio de títulos como Allegro Brillante, pieza en la que el romanticismo ruso se desborda. Fue moldeada por George Balanchine al ritmo del Concierto de piano n° 3, Op. 75 de Chaikovski. "Contiene todo lo que sé del ballet clásico en 13 minutos", anunció el propio Balanchine tras rematarla. No pensaba Martínez que sus postulados calarían tan rápido: "Sinceramente, creía que al menos debían transcurrir 5 años antes de bailar este tipo de obras de corte clásico". Para hilar ambos dominios (clásico/contemporáneo), sin que el salto resultase demasiado brusco para el público del Real, ha introducido en el programa, a modo de bisagra, In the Middle, Somewhat Elevated. La obra de William Forsythe constaba ya en el repertorio de la CND pero hacía más de una década que no la desempolvaban. Martínez la ha rescatado para suavizar la transición.



Sus perspectivas para el futuro son prometedoras: "El potencial de la compañía es enorme y podríamos crecer mucho más, estamos en evolución constante, ya se verá dónde llegamos...". Concibe incluso la posibilidad de interpretar piezas icónicas como El lago de los cisnes y Cascanueces muy pronto: "Estamos artísticamente casi listos". Y sueña con disponer de un teatro fijo para sus bailarines: "Nos ayudaría mucho a crear una complicidad con el público y mostrarle la filosofía que hay detrás del repertorio que vamos sedimentando". En su día también echaba de menos tener una escuela que nutriese con savia nueva los elencos titulares: "Serviría para inculcar el estilo desde el origen. Aunque últimamente el hecho de no tenerla también lo veo como una ventaja. En España la formación es muy buena, tanto en las escuelas privadas como en los conservatorios públicos. Al contar con bailarines de diversas procedencias nos enriquecemos".



En la escena internacional están empezando a recuperar posiciones. Nippon-Koku, coreografía de la Veronal que descorcharon en febrero, ha despertado el interés de varios programadores foráneos. Este verano acudirán a festivales en Alemania y Francia. Y para el año próximo están dándole forma a una producción de Carmen, a cargo de Johan Inger.