James Conlon, durante uno de sus conciertos en el Real. Fotos: Javier del Real.
A partir del 11 de junio llega al Teatro Real, en versión de concierto y bajo la batuta de James Conlon, la verdiana I Vespri Sciliani. Con este título, el coliseo madrileño se suma al proyecto que ha diseñado sobre obras que corresponden al estilo de grand opera. El maestro estadounidense estará arropado por un equipo vocal de gran solvencia.
El Teatro Real, que la representó por última vez en la temporada 1873-74, nos la trae ahora, en versión concertante, como una muy importante novedad. Estamos ante una composición irregular, pero que posee una música espléndida y algunas soluciones dramáticas que avanzan en el camino de la precedente trilogía de 1851-53 (Rigoletto, Trovatore, Traviata) y anticipa ciertos aspectos de Don Carlo, asimismo estrenada en la capital francesa, aunque el planteamiento, intenciones y características musicales sean bien distintos.
El tratamiento de los coros es magnífico y los números concertantes, de primera categoría. En todo caso, Verdi es Verdi y hay siempre instantes de arrebato lírico excepcional, espléndidas melodías y conjuntos, hermosos contrapuntos vocales y un pulso dramático incuestionable pese a los convencionalismos. El talento narrativo del compositor acaba por ganarnos, particularmente si se nos entrega con convicción y con mimbres adecuados. Verdi, no hay que negarlo, dentro de una dimensión estética muy diferente a la de la Trilogía, intentó buscar ciertos rasgos de autenticidad localista y pidió que le enviaran desde Palermo algunas melodías populares y tarantelas. Se trataba de dar una nota de color exótico; graciosa pero postiza.
La ópera tiene sus orígenes en el contrato firmado por Verdi el 26 de febrero de 1852 con la Ópera de París. La condición era que el libreto tenía que ser de Eugène Scribe, el veterano dramaturgo, autor de tantas obras escénicas de éxito, que por esos años se dedicaba bastante a vivir de las rentas. De ahí que, a la hora de buscar un tema para la nueva obra, antes de ponerse a trabajar, eligiera un libreto ya antiguo, de 1839, escrito por él mismo, en principio para Halévy, que lo rechazó. Lo heredó Donizetti, que no llegó a concluir la ópera. En la labor de adaptación participó Dupeyrier, que trasladó la acción del siglo XVI al XIII y transformó a los holandeses oprimidos por los españoles en sicilianos oprimidos por los franceses.
En esta interpretación escucharemos la versión italiana primigenia que será dirigida por la batuta de James Conlon, que ya estuvo en el Real en el 70° cumpleaños de Plácido Domingo. Para el maestro estadounidense la ópera plantea al foso el problema de "unificar con la necesaria elocuencia expresiva y el impulso rítmico adecuado los distintos y heterogéneos elementos que la conforman". Y se lamenta de su infrecuente programación.