Rodrigo García.

Puede parecer de entrada curioso que el Malta Festival de Poznan haya colocado el foco este año sobre las artes escénicas latinoamericanas. Pero quizá no lo sea tanto si seguimos el razonamiento de Rodrigo García, encargado de confeccionar el programa: los polacos se siguen tomando en serio el teatro y no se circunscriben al cabildeo localista. Levantan la cabeza y buscan más allá. "No todo es la tierra quemada española", concluye el director, autor y escenógrafo hispanoargentino, al frente del Centro Dramático Nacional de Montpellier-Languedoc-Rosellón desde hace medio año. En la cita polaca, que se extiende hasta el 29 de junio, concurre un puñado de propuestas escogidas por García para acreditar la energía creativa procedente de las tablas latinoamericanas. El teatro de texto está presente pero domina la performance y la danza. Y todos los espectáculos tienen un sustrato político, "en el sentido complejo, no panfletario". De modo que emergen los conflictos que asedian a los ciudadanos de la Latinoamérica contemporánea: el narcotráfico, la inmigración, la violencia sexual... Rodrigo García llevará a la ciudad polaca su montaje Gólgota Picnic, controvertida incursión el territorio bíblico. En Polonia, de hecho, ya le esperan los extremistas religiosos.



Pregunta.- ¿Cómo surgió esta colaboración con el Malta Festival de Poznan?

Respuesta.-Es un festival enorme que llena de vida la ciudad de Poznan durante más de un mes. Dentro del festival piden a un artista encargarse de una programación especial que llaman Idiom. Eligen al artista según el tema y esperan de él su visión particular. A Romeo Castelucci el año pasado le propusieron man-machine, a mí este año Latinoamérica, el año que viene a Tim Etchnels le propondrán algo vinculado a su trabajo con Forced Entertainment o su pensamiento...



P.- Resulta curioso que un festival polaco repare en el teatro latinoamericano, ¿no? ¿Es señal de algo? ¿A qué cree que se debe?

R.-Para los polacos, como para los franceses, como para los rumanos, el teatro es algo importante, no es España. Para ellos los nuevos lenguajes, la experimentación, no son asuntos de minorías, de artistas "clase b", de salas alternativas; tienen una mentalidad avanzada y un compromiso con la sociedad. Ellos ponen su esfuerzo en conocer qué pasa ahí fuera y se interesan esta vez por Latinoamérica, por mostrar a su público qué piensan y qué hacen los creadores brasileños, colombianos, chilenos... Me pregunta si es señal de algo, claro, es señal de vida, de curiosidad, de un país que no tiene los mismos recursos económicos que España antes de la crisis pero que sabe cómo invertirlos en Cultura. Simplemente le dan importancia a las artes escénicas y los políticos o tienen conocimientos o se dejan asesorar por los curadores y los artistas jóvenes. Es lo natural. Pasa en Alemania, en Portugal incluso... No todo es la tierra quemada española, abrasada desde las instituciones y sobre todo desde el Inaem. El daño que se le ha hecho al público es enorme, que no irreparable. Solo falta inteligencia y voluntad. Y ya van 27 años -que yo conozca como para poder hablar- sin voluntad, sin inteligencia.



P.-¿Diría que en Latinoamérica la vitalidad del teatro en español es más intensa que en nuestro país?

R.-Ofendería a muchos artistas españoles opinando que sí. Son realidades muy distintas, historias muy distintas. Pero por vitalidad, ¿qué entendemos? ¿Muchas compañías, muchos autores, es decir cantidad? Yo prefiero hablar de investigación, de búsqueda de lenguajes personales, eso que hace que las artes escénicas vayan mutando. Y en ese caso, no estoy seguro que la escena latinoamericana se nos presente más rica que otras, aunque ojo: Latinoamérica es un continente complejo y diverso, el teatro de Brasil no tiene que ver con el de Perú ni con el de Colombia...



P.-¿Sigue siendo Argentina el polo de mayor agitación escénica en Latinoamérica?

R.-Soy muy cuidadoso a la hora de valorar el teatro en Argentina. Me parece que es un teatro mirando siempre al teatro, que no siente curiosidad por otras disciplinas. Si por agitación entendemos innovación, pluralidad, riesgo... supongo que hay mejores ejemplos que Argentina, donde el latido teatral ha sido y es, efectivamente, muy fuerte. El gran ejemplo mundial, objetivamente, creo que ha sido Bélgica. Piense en Lauwers, Rosas, Platel, Fabre, Van der Keybus...



P.-¿Qué criterios ha regido la configuración del programa? ¿Exclusivamente la calidad, o también ha intentado que hubiera representación de los máximos países posibles?

R.-Calidad... no, calidad está bien para una moto o una lavadora, para que duren mucho y para que funcionen bien durante años. Yo busqué creadores que corren riesgos y si la obra es frágil, mejor. Por ejemplo: no hay autores prácticamente, porque no encontré literatura diferente, que le plantee al teatro un verdadero reto, como diría Heinner Müller. No digo que no existan, digo que en mis siete meses de trabajo no los encontré. Me incliné por una programación que mezcla danza, performance, teatro, música, artes plásticas. Y artistas con obras contaminadas de diferentes artes.



P.-¿Qué país aporta el mayor número de espectáculos?

R.-Ni reparé en ello. Tampoco me dije: "me falta un boliviano...". Yo soy la peor opción si el Malta Festival quiere hacer una especie de "panorama" de Latinoamérica. A mí me buscan por mi mirada, me buscan para que yo en vez de un "programa" les ofrezca un objeto artístico con calado social, más que un objeto un ser que se mueve, palpita, piensa y siente. Ese ha sido mi trabajo.



P.-¿Aprecia algún denominador común en los montajes que se van a exhibir en Poznan? ¿Temáticas, estilos...?

R.-En primer lugar, muchas mujeres. Muchas mujeres para que no olvidemos que ser mujer en México o Colombia no se parece en nada a ser mujer en Holanda. En segundo lugar, más performance y danza que teatro de texto (que habrá). Y por encima de todo, las piezas son políticas en un sentido complejo, no panfletario. Por ejemplo, una compañía trabaja sobre los narcos en Colombia y otros sobre el Queer... Por último, obras como dije antes, frágiles y que sin embargo pueden sacudir al público. Yo presentaré Gólgota Picnic y ya nos esperan muchas manifestaciones en contra de los católicos extremistas que llevan tiempo juntando firmas para cancelar la representación. Será otra batalla, como la que vivimos en París con esta obra.



P.-¿Alguna obra que le ilusione especialmente tener en el cartel del festival?

R.-El programa es un todo. Yo no pudo decirle que de la criatura prefiero un brazo o un ojo.



P.-¿Qué balance hace de sus primeros meses al frente del Centro Dramático de Montpellier-Languedoc?

R.-El primer balance se hará a final de enero 2015, cuando ya haya confrontado con el público de Montpellier y la región mis primeros cuatro meses de actividad, que empiezan en octubre de cara a los ciudadanos. Por el momento se trata de dormir poco y divertirme haciendo un teatro completamente de cero: cambiarle el nombre, la imagen y por supuesto la programación. De los quebraderos de cabeza prefiero no hablar, se suponen.



P.-¿Cuál cree que es la mayor diferencia entre dirigir un centro de estas características en España y Francia? ¿Son aspectos puramente logísticos o también de distinta mentalidad?

R.- Yo no sé cómo es dirigir un CDN o un gran teatro institucional en España. Por lo que me han contado, hay diferencias en cuanto a los salarios: nosotros cobramos poco en comparación y además no podemos usar el dinero público para pagar restaurantes ni nada de eso, con un sueldo yo me tengo que buscar la vida como cualquier trabajador, no hay privilegios; por ser extranjero no me ponen un piso pagado por el Estado, me dieron una lista de agencias inmobiliarias y me desearon suerte. A su vez, la ley me impide acumular salarios, eso es que tengo la obligación de dirigir una pieza cada año y eso va incluido en mi salario, no es que me pagan los montajes aparte. Y si voy a hacer algún proyecto fuera de mi teatro, dejo de cobrar del CDN de Montpellier-Languedoc-Rosellón el tiempo que trabajo en otra estructura. A su vez, cedí las obras de mi compañía al CDN: cada vez que se representen, no obtengo más beneficios que los derechos de autor. Es transparente todo y no se le toma el pelo al contribuyente.



P.-¿Merma su dedicación a la escritura y la creación esta nueva responsabilidad?

R.- No ha mermado, ha desaparecido. Ahora estoy haciendo otro tipo de creación: un nuevo Centro Dramático Nacional para Montpellier. Cuando defendí mi candidatura ante un tribunal de expertos del Ministerio de Cultura más los de la región, uno me dijo: sólo tenemos miedo de que si usted es nombrado director no pueda seguir escribiendo y haciendo las obras como hasta ahora. Una manera educada de recordarme: ojo, que en tu contrato pondrá que vas a hacer una cada año y no la puedes cagar por falta de tiempo. Yo soy un lector obsesionado por desentrañar El Eclesiastés: todo tiene su tiempo bajo el sol: tiempo de nacer, tiempo de morir..., ahora toca el tiempo de inventarme un CDN, una vez en marcha, vendrá el tiempo de hacer piezas de teatro.



P.-¿Veremos por Montpellier en las próximas temporadas producciones españolas?

R.- Voy a invitar compañías españolas, por supuesto. Nunca por ser españolas, sino porque comparto su trayectoria, sus propuestas, sus proyectos. Dicho más claro: si la compañía es de la isla del Perejil o de Berlín, a mí me da lo mismo. Acompaño proyectos que me emocionan, vengan de donde vengan.



P.-¿Le veremos próximamente por España con algún montaje en concreto?

R.- El Centro Dramático Nacional desestimó presentar mi última obra, Daisy. Y el Teatro Español me dijo lo mismo, que no. Creo que el Festival de Otoño de Madrid la quiere mostrar.