Foto: Ken Friedman.

Dejó una cierta sensación de frialdad ver a la Compañía Nacional de Danza bailar con la música enlatada de Chaikovski (Concierto de piano N° 3, Op. 75) en su última comparencencia en el Teatro Real. No ocurrirá lo mismo en la visita del Mark Morris Dance Group al mismo escenario. Los bailarines de la formación neoyorquina desembarcan en Madrid este martes con la coreografía de su líder L'Allegro, il Penseroso ed il Moderato, asentada sobre la oda pastoral de George Friedrich Händel (1685-1759) del mismo título y que a su vez se inspiró en la poesía de John Milton.



Fieles a su trayectoria, y a su compromiso con la música en vivo, para la que siempre buscan la colaboración y complicidad de artistas de primera línea, contarán en este espectáculo con la presencia de las sopranos Sarah-Jane Brandon y Elizabeth Watts, el tenor James Gilchrist y el bajo Andrew Foster-Williams, quienes, junto al Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real, interpretarán la bella partitura de Händel bajo la dirección de la maestra Jane Glover.



Juntos pondrán en pie esta producción, dividida en dos actos, en la que el coreógrafo recrea 32 escenas inspiradas en pinturas de William Blake. En esta creación predomina la presencia del grupo, la estructura coral, marcada por pasos vitales y espontáneos. Trazados básicos que caminan desde la melancolía inicial hacia una energía contagiosa, donde el colectivo predomina sobre el individuo, convenciendo a este de la alegría plena que el ser humano siente cuando es parte de algo.



Mark Morris (Seattle, 1956) es catalogado habitualmente como una especie de versión contemporánea de Balanchine. Ya ha concebido más de 140 piezas para su formación, que fundó en 1980. Tan sólo ocho años después, Bélgica la acogió en la Monnaie con el rango de compañía nacional (allí estrenaron de hecho L'Allegro, il Penseroso ed il Moderato, en 1988). A su vuelta a Nueva York, en 1991, ya estaba considerada una de las más sobresalientes del panorama mundial. Desde 2001 tiene su centro de operaciones en Brooklyn. En su ADN va inscrita la música en vivo, por lo que, acompañados de orquestas y solistas, los teatros de ópera son uno de sus hábitats recurrentes.