Ludovico Einaudi. Foto: Antonio Heredia.
El compositor y pianista italiano ofrece dos recitales en el Circo Price de Madrid en los que recorrerá toda su carrera
-¿Qué tiene intención de interpretar en los recitales de Madrid?
-Será un concierto con dos partes diferenciadas. La primera está más centrada en mi último disco, In a time lapse. En la segunda recorreré mis trabajos precedentes: Una mattina, Nightbook, mis composiciones para bandas sonoras... Creo que quedará un retrato bastante completo de toda mi carrera.
-El último disco de estudio lanzado en España es In a time lapse, el año pasado. ¿Tiene algún otro pendiente de presentar aquí?
-No, el 28 de agosto grabaré un disco en directo en la Arena de Verona. Será una manera de dejar constancia de esta gira en la que llevo embarcado todo este último año. Y para el próximo sí que me meteré en el estudio. Las ideas no están todavía muy definidas así que prefiero no adelantar mucho.
-¿Dónde está la primera fuente de inspiración de su música: en los paisajes, en sentimientos, en ideas, en un deseo de innovar...?
-Un poco en todo eso y mucho más. Los viajes y la literatura han generado muchas de mis canciones.
-¿Qué lecturas?
-Pues por ejemplo Walden, de Thoreau, está de fondo en todo In a time lapse. Fue un descubrimiento que me iluminó.
-Aunque usted mantuvo de joven una relación conflictiva con los libros... [Ludovico es hijo de Luigi Einaudi, fundador de la célebre editorial]
-Sí, en mi casa vivía rodeado de libros. Por un tiempo llegó a ser una compañía agobiante. Pero ese trauma ya quedó superado hace mucho tiempo (Ríe).
-¿Qué recuerda de las lecciones del maestro Luciano Berio en el Conservatorio Verdi?
-Fue un gran profesor. Lo más importante que me transmitió fue el sentido orgánico de la música, investigar a fondo en uno mismo para encontrarla. Es un proceso trabajoso pero que merece la pena para ser genuino. También me interesó mucho su apertura a la música popular desde la culta.
-Pero él era un discípulo convencido de la atonalidad...
-Sí, pero tenía un talante abierto. No era para nada un dogmático ni cerrado. Recuerdo que le encantaban los Beatles y le apasionaba la electrónica.
-¿Qué le debe su música al minimalismo?
-La idea de la evolución de una célula que se desarrolla y se transforma de una manera lenta, en un proceso comprensible y audible. Y gracias a ellos se recuperó el ritmo, la melodía, la armonía, que estaban proscritas por el dodecafonismo.
-¿Rechaza el dodecafonismo como fórmula creativa?
-No, tuvo su sentido y su interés en la evolución de la historia musical. Yo lo he estudiado y me ha dado algunas respuestas, pero básicamente no nos pertenecemos el uno al otro. Estamos en diferente sintonía.
-¿Le da rabia triunfar más en Inglaterra que en Italia?
-En realidad, ya no es así. Fue en mis comienzos. Inglaterra fue el país que primero me reconoció y eso me enorgullece porque allí hay un larga tradición musical y un público refinado. Pero en Italia me he sentido reconocido muy podo después. El lapso fue corto por eso no hay motivos para sentirme injustamente tratado.
-En España, tras agotarse las entradas, han tenido que ampliar su visita con un segundo concierto...
-Es un país en el que siempre me han acogido muy bien. Recuerdo mucho el último concierto que di allí, casi mágico. El público español es muy cálido.
-¿Y no siente que es la crítica la que no termina de entender su mezcla de la raíz clásica con géneros populares como el folk, el rock, el pop...?
-Los críticos conforman un gremio muy receloso, sobre cuando a un músico le empieza a seguir la gente. Ahí se ponen en guardia. Pero yo siempre he compuesto conforme a mis principios y mis gustos, sin preocuparme del éxito o de los críticos.