Dima Slobodeniouk, al frente de la OSG

La capacidad de resistencia frente a los recortes de las orquestas españolas parece haber llegado al límite. Ejemplo elocuente es el de Valencia, donde la marcha de Mehta deja en precario a la formación titular del Palau de les Arts. Aun así han sobrevivido todas y ofrecen todavía unas notables prestaciones en fosos y auditorios, con algunas atravesando incluso una época dorada, como la Nacional. El Cultural sondea la salud del sonido sinfónico en España y enuncia los platos fuertes de un curso en el que buscan un nuevo despegue.

En la década de los 80 y principios de los 90 se produjo un baby boom de orquestas en España, originado por la competencia entre las distintas Comunidades Autónomas. Ninguna quería ser menos que la otra. Tampoco en el terreno musical. Todas pretendían lucir una sinfónica propia. Esa pugna de orgullos locales tuvo capítulos especialmente significativos. Fraga impulsó la fundación de la Real Filharmonía de Galicia en Santiago porque, cuentan, no podía soportar que la sede de la Xunta estuviese por debajo de La Coruña, donde el histórico dirigente socialista Francisco Vázquez contaba con la Orquesta Sinfónica de Galicia. La formación santiaguesa, por cierto, fue la segunda agrupación alumbrada por Fraga: desde el Ministerio de Información puso en marcha la orquesta de la RTVE, que esta temporada cumple medio siglo. La carrera autonómica fue una gran oportunidad para nuestros músicos, cada vez con más opciones de que su vocación se viese amparada por una seguridad laboral. Aunque algunos todavía creen que aquella coyuntura provocó una inflación sinfónica y predican la fusión de algunas orquestas para refinar su sonido.



No lo comparte David Morales, presidente de la Asociación de Músicos Profesionales de Orquestas Sinfónicas (Ampos), que con sus conciertos callejeros ha evitado la desaparición de las orquestas de Extremadura y Baleares. Para justificar el mantenimiento de las 26 formaciones profesionales que existen hoy en España se remite al ejemplo alemán:"Allí son más de 130. Es cierto que nos doblan en población pero es que en orquestas nos quintuplican".



Morales denuncia además que el número de instrumentistas es insuficiente en buena parte de nuestras agrupaciones: "Un plantilla completa no debería bajar de 70 músicos". Él lleva desde 1992 en el foso del Liceo como trombonista. Cuando entró, superaban por poco la centuria. Ahora son tan sólo 66. En muchas funciones deben contratar refuerzos para abordar ciertas partituras (Wagner, Strauss...). "Es una solución discutible. Una orquesta mejora ensayando cada día juntos, de forma continuada, ampliando el repertorio y recibiendo el magisterio de distintas batutas. Así se consigue un sello".



En Alemania el músico decide el director titular, las giras... En España apenas se le consulta" David Rejano

La Orquesta del Liceo ha estado últimamente en la picota. Muchos no la ven a la altura de un templo operístico con tanta solera. Matabosch siempre ha salido en su defensa, aduciendo que los EREs y parones forzosos han obstaculizado su evolución. El año pasado, por ejemplo, estuvieron dos meses en el dique seco: agosto por las vacaciones y septiembre por imperativo de la gerencia, que pretendía así reducir el coste salarial.



Esas intermitencias determinaron a David Rejano, también trombonista en el coliseo de las Ramblas, a levantar la cabeza y otear su futuro más allá de nuestras fronteras. El punto de mira lo colocó en Alemania. Probó suerte en la Filarmónica de Berlín, con la que llegó a tocar algunos programas. Pero la oposición que finalmente aprobó fue la de trombón solista en la Filarmónica de Múnich, plaza que ocupa desde 2010. Su experiencia en ambos países le permite establecer contrastes con conocimiento de causa: "Son muchas las diferencias. Quizá la esencial es la posición del músico dentro del engranaje de la orquesta. En Alemania es el epicentro. Decidimos las cuestiones esenciales que nos afectan: elegimos al director titular, las giras... En España en cambio apenas se nos consulta y casi todas las decisiones tienen una misma trayectoria: de arriba hacia abajo".



Rejano también apunta ejemplos más mundanos para describir las disparidades en el reconocimiento social de su labor: "Cuando dices que eres músico de la Filarmónica de Múnich no digo que te miren como si fueras un jugador del Bayern pero sí notas un enorme respeto. En España, cuando decía que era músico, me preguntaban acto seguido: ‘Sí, ¿pero en qué trabajas?' Yo he notado un trato muy diferente al alquilar una casa. En Alemania si el propietario sabe que eres músico te coloca entre los primero de la lista de candidatos. En España, al decirlo pasas automáticamente al final de la lista". Podría volver a Barcelona: la excedencia que solicitó al partir le permite mantener un año más el derecho de reincorporarse. Pero no lo contempla en el futuro próximo. Ni siquiera ahora que va a casarse, precisamente con una arpista sevillana de la Orquesta Sinfónica de la Comunidad de Valencia. Contraerán matrimonio en noviembre pero la cotidianeidad de su relación no sufrirá grandes cambios: seguirá fluyendo a través de los puentes aéreos.



Entre ocho y diez músicos le pidieron cartas de recomendación a Zubin Mehta antes de su marcha" Helga Schmidt


Él tiene ventaja para planificar sus visitas y estancias en Valencia: "Todos los años, sobre marzo o abril, ya nos presentan la programación de la temporada próxima, incluidos los horarios de los ensayos. Así es mucho más fácil organizarse". La situación de ella es bien distinta. La formación titular del Palau de les Arts vive en una continua turbulencia. Zubin Mehta, indignado por la jibarización presupuestaria, ha decidido marcharse dejando sin timonel a una de nuestras formaciones punteras. Urge encontrarle un sustituto, que muy difícilmente tendrá la estatura del maestro indio. "Es fundamental dar con alguien con carisma, que despierte ilusión y contagie las ganas de quedarse". Sabe bien lo que se dice Helga Schmidt, que confiesa a El Cultural que "entre unos ocho o diez músicos le pidieron a Mehta cartas de recomendación antes de que se fuera". Obviamente, para presentarlas en otros destinos. El peligro de espantada sobrevuela el Palau y su intendente, acuciada por las críticas a sus emolumentos y hastiada por la politización del Palau, no parece con fuerzas para cerrar la hemorragia: "No tengo ánimo para seguir haciendo milagros".



El que sí tiene ánimo, y mucho empuje, es Félix Alcaraz, director técnico de la Orquesta Nacional desde octubre de 2012. Buena parte de la temporada pasada ya estuvo configurada bajo su criterio aunque es ésta la primera al 100% suya. Esa pujanza se nota en cualquier acto organizado por la OCNE. La presentación de la programación 2014/15, bajo el lema Revoluciones, fue un alarde de espectacularidad muy en sintonía con la cultura estadounidense. La Nacional, con 96 integrantes (el coro lo componen 68 voces), es un ejemplo opuesto a la decadencia de la Orquesta de la Comunidad Valenciana. Los años críticos no han mermado sus prestaciones. Más bien ha sucedido lo contrario: ha ganado en consistencia.



Además, la llegada de David Afkham, el director que querían mayoritariamente sus músicos, ha suscitado una corriente de fervor popular gracias a su apostura, musicalidad y facilidad para conectar con los tendidos. Tan es así que promotores como el veterano Alfonso Aijón, de Ibermúsica, reconoce que su mayor competidor a la hora de vender abonos no son otras sociedades privadas como la suya sino precisamente la OCNE: por su calidad y porque sus precios, claro, son ostensiblemente más bajos.



Alcaraz, que maneja un presupuesto de 3,9 millones (partida que no incluye los gastos de personal), justifica sus llamativas puestas en escena. "Lo que está claro hoy es que la venta pasiva ya no funciona. No basta con tener un programa magnífico, con Barenboim, Mutter..., para llenar los auditorios. Hay que salir a buscar al público". Salir a por él y dar con la tecla de sus gustos. En eso están trabajando mucho, con estudios sociológicos que detectan las razones que disuaden a la gente de atravesar las puertas de los auditorios. Esta temporada la OCNE brinda una variedad de formatos concertísticos más amplia. Llaman la atención los previstos en el Auditorio 400 del Reina Sofía, de tan sólo media hora de duración, enfocados a un perfil más arty. "Es que hay un público joven que escucha a Philip Glass, Max Richter... Éste último es de hecho una especie de icono hipster", señala. Y también con la idea de regenerar las audiencias ha diseñado un novedoso servicio para los melómanos con hijos pequeños: durante los conciertos los tendrán entretenidos pintando y escuchando clásica. Mientras juegan, la música irá permeando poco a poco en su inconsciente.



Con los niños está volcado también Víctor Pablo Pérez, al frente de la Orcam desde la temporada pasada. Para la primavera quiere tener ya una orquesta de muchachos bajo su batuta. "Serán la cantera de la cantera", comenta a El Cultural. El director burgalés tiene una visión muy fundada sobre la actividad sinfónica en España. Durante 20 años (1993-2013) ha sido el titular de la Sinfónica de Galicia, catalogada por Lorin Maazel como "una de la buenas orquesta de Europa" y ahora en manos del rusofinés Dima Slobodeniouk, muy implicado en la tarea de seguir elevando su nivel.



Pérez, además, ostenta el rango de director honorario de la Sinfónica de Tenerife. "La crisis ha afectado a las orquestas de diferente modo. En Tenerife hemos pasado de 85 a 72 músicos. Y en La Coruña ha desaparecido el Festival Mozart. Es cierto que ahora tendrán una temporada lírica a lo largo de todo el año, pero hay que esperar que esa inversión en el terreno lírico no afecte a la parcela sinfónica. Y en la Orcam se han tenido que paralizar algunos proyectos, aunque afortunadamente, gracias a nuevas fórmulas en los contratos no ha habido que despedir a nadie [la orquesta está ahora en 73 músicos y el coro en 40]. Pero creo que en su nivel artístico todas las orquestas españolas han dado un salto adelante en este tiempo".



Pérez se está arremangando para que la Orcam suba enteros en el escalafón orquestal. Nacional e internacional. "Madrid merece una orquesta que sea una referencia europea, como la de París. Es en esa liga donde debemos jugar, para que los madrileños se sientan orgullosos de nuestros músicos". Tanto como lo están de los futbolistas del Atleti o del Madrid. O casi.