Leonard Cohen. Foto: Dominique Isserman
Como aquel atribulado personaje de John Ford en El hombre que mató a Liberty Valance, Leonard Cohen (Montreal, 1934) vive allí donde cuelga su sombrero. A sus 80 años (los cumple este sábado, 21) es ya un sabio que ha trepado por todas las escalas creativas. Desde los primeros acordes flamencos aprendidos junto al enigmático y anónimo español de un parque canadiense (experiencia detalladamente relatada en el discurso de recepción del Premio Príncipe de Asturias de las Letras de 2011) hasta las más recientes y consagradas giras internacionales. A Leonard Cohen se puede llegar por muchos caminos, pero para el afortunado que llegue por Suzanne en la adolescencia ("Y quieres viajar con ella, y quieres viajar a ciegas…") el impacto es brutal. No habrá retorno.Solo hay que encontrarse a Leonard Cohen a unos metros para advertir que no es de este mundo. Su clásico traje oscuro y su sombrero (indumentaria que empezó a calzar entrados los ochenta, antes era más de gabardina y traje cruzado), su fisonomía pausada y su voz de cañón compendian una obra inmensa, un rico mestizaje cultural y una potente personalidad que se agazapan tras esas sombras monocromáticas. En temas como el citado Suzanne o en Bird on the Wire, de finales de los sesenta, Hallelujah, de mediados de los ochenta, Take this Waltz, su gran homenaje a Lorca, o I'm your Man, con la que consolidó su proyección comercial, hasta la reciente y bellísima Crazy to Love You, del álbum Old Ideas, Cohen se ha dejado la vida literariamente, ya sea desde el fulgor de una isla griega o desde la ascética austeridad de un convento budista. También en poemarios como Flowers for Hitler y Book of Longing o en novelas como The Favorite Game o Beautiful Losers. Amor, sexo y religión, pero sobre todo amor, es lo que circula por las venas abiertas de este músico que ha cabalgado -eso sí, lentamente- sobre el lomo de todos los estilos musicales, desde el pop al jazz (asiduo como es del Festival de Montreux) pasando por la canción de autor, el country o el blues.
Nada le es ajeno a este canadiense universal a sus 80, que ha conocido la traición (su secretaria Kelley Lynch le dejó al borde de la banca rota) y que ha tenido que levantarse varias veces para poder seguir caminando. Sus macrogiras y el apoyo de poetas como Yeats, Whitman o Lorca le han servido de bálsamo de fierabrás para superar situaciones difíciles. Y muy pocas personas, pero fieles, como su hija Lorca o su pareja, la cantante hawaiana Anjani Thomas, integran su íntima guardia pretoriana. Refuerzo afectivo que le ha inspirado no pocas de esas letras que cortan pausadamente la respiración.
Así, con el ritmo de los doce compases se ha propuesto soplar las velas de una nueva tarta llamada Popular problems, un álbum de sutil factura -producido por Patrick Leonard y presentado esta semana en Londres- que publica oficialmente el 23 de septiembre con su habitual Columbia. Eso sí, emancipado ya feliz y machaconamente desde hace tiempo por las nuevas tecnologías. Su flechazo con el blues rompe el hielo con Slow, tema de ecos sureños que surge con prodigiosas guitarras y finísimos teclados al servicio de una sección de vientos que son arrastrados por unos coros (larga vida para Charlean Carmon y Dana Glover) marca inevitable de la casa. Va lento, no porque esté viejo, como dicta su letra, ni porque esté muerto. "Es que siempre me ha gustado ir lento, como decía mi madre". Otra entrega que demuestra la buena forma que vive el músico es Born in Chains, casi una oración escrita en su corazón a fuego (lento, claro) con la que vuelve a su lado más espiritual (desde esta perspectiva cuesta imaginarlo cambiando la batería de su coche en mundana actitud, como demuestra una de sus fotografías recientes). Almost Like the Blues, Samsom in New Orleans, A Street, My oh My, You Got Me Singing y Nevermind son otras de las entregas con las que no topamos en este disco visceral pero contenido cuyas letras retuercen la complejidad tanto del músico como del poeta (con permiso de Patrick Leonard, coautor de la mayoría de los temas).
Terminado de escuchar y de celebrar su nueva década con este Popular problems, nos damos cuenta que el sombrero de Cohen cae en cada canción. Es como estar en casa de nuevo, brutalmente transportados a la primera adolescencia. Y suena Suzanne. Y no hay retorno.
Born in Chains, de Leonard Cohen
I was born in chains
But I was taken out of Egypt
I was bound to a burden
But the burden it was raised
Lord I can no longer
Keep this secret
Blessed is the Name
The Name be praised
I fled to the edge
Of the Mighty Sea of Sorrow
Pursued by the riders
Of a cruel and dark regime
But the waters parted
And my soul crossed over
Out of Egypt
Out of Pharaoh's dream
Word of Words
And Measure of all Measures
Blessed is the Name
The Name be blessed
Written on my heart
In burning Letters
That's all I know
I cannot read the rest
I was idle with my soul
When I heard that you could use me
I followed very closely
My life remained the same
But then you showed me
Where you had been wounded
In every atom
Broken is the Name
I was alone on the road
Your Love was so confusing
And all my teachers told me
That I had myself to blame
But in the Grip
Of Sensual Illusion
A sweet unknowing
Unified the Name
Word of Words...
I've heard the soul unfolds
In the chambers of its longing
And the bitter liquor sweetens
In the hammered cup
But all the Ladders
Of the Night have fallen
Only darkness now
To lift the Longing up