Jonas Kaufmann. Foto: Sony Classical.
El tenor alemán, durante su parón por enfermedad, charla con El Cultural sobre su último disco 'You Mean The World To Me' y analiza los desafíos vocales que acometerá en el futuro
-Con You Mean The World To Me regresa a los felices 20, al comienzo de las películas sonoras y a la música ligera de esa época. ¿Qué le inspira este capítulo histórico y sus melodías?
-Adoro esos clásicos intemporales y me encanta interpretarlos. Para mí, la música de Fran Lehár, Imre Kálman, Robert Stolz, Paul Abraham, Ralph Benatzky, Werner Richard Heymann y otros muchos nunca ha sido ni kitsch ni de segunda fila, y las letras de autores como Raymond Gilbert distan mucho de ser triviales. Por desgracia, como cantante profesional estos éxitos no suelen cruzarse en mi camino de manera conjunta. Sí tengo la costumbre de cantar como bises en mis conciertos de ópera Dein is mein ganzes Herz? O Du bist die Welt für mich. Muchos me comentaban al final: ¿Por qué sólo unos bises puntuales, por qué no preparas un programa con todas estas canciones inolvidables? Cuando lo hablé con Thomas Voigt, que ha escrito mi libro [Mein die wirklich mich] y ha rodado varios documentales sobre mí, pronto nos dimos cuenta que había un repertorio muy amplio, tanto que podríamos llenar tres o cuatro cedés.
-¿Cómo hicieron la criba?
-Decidimos centrarnos en aquellos temas que arrasaron alrededor de los años 30, desde los triunfos de Lehár-Tauber hasta las piezas de la películas sonoras, pasando por las canciones-pop de Paul Abraham, que fue un uno de los anticipadores de este género. You Mean The World To Me es para nosotros un trabajo del corazón.
-La versatilidad vocal de Tauber es muy llamativa, también su actitud abierta a diversos registros, alternando la música culta y la popular. ¿Es esta versatilidad y su apertura mental un modelo para usted?
-Por supuesto. Siempre intento mantener la máxima versatilidad posible. Lo de especializarse no es para mí. Sería un aburrimiento mortal quedarme encasillado en cinco o seis roles. Y no entiendo el prejuicio tan extendido de que cantar el repertorio pop rebaja la reputación. Cuando Richard Tauber empezó a cantar los temas de Lehár muchos pensaron que abandonaría la ópera y el lied. Pero no lo hizo. De hecho la admiración hacia él en este último terreno siguió creciendo. Y todos los que le siguieron en la decisión de acometer los clásicos populares de Lehár -desde Rudolf Schock, Nicolai Gedda y Fritz Wunderlich hasta Luciano Pavarotti y Plácido Domingo- no se resintieron en su reconocimiento e integridad como cantantes de ópera.
-Tu excelencia interpretativa abarca tanto la ópera como el lied. No es una característica muy habitual conciliar ambos géneros con similares resultados. ¿Cree que esa capacidad es la que marca hoy día la diferencia respecto a tus colegas y, a su vez, competidores?
-Yo no me comparo con mis compañeros, pero estoy convencido que cantar ópera alemana, francesa e italiana más lied y oratorios conservará mi flexibilidad en todos los aspectos, vocales y musicales, y también lingüísticos y estilísticos.
-Sus actuaciones destacan por sus virtudes vocales pero también por su nivel interpretativo, en términos actorales. ¿Cómo preparas esta última faceta?
-Es un trabajo que se desarrolla durante los ensayos. Lo que llamamos industria escénica es algo que ha de prepararse como es debido. Pero cuando nos movemos en el terreno de las emociones y de la credibilidad, lo único que intento es convertirme por completo en el personaje que debo encarnar. Y esto no es una cuestión que se pueda "preparar".
-¿Cómo se consigue entonces?
-Hay algo esencial que aprendí de Giorgio Strehler, de vuelta en 1997, durante los ensayos para el Cosí fan tutti que abrió el nuevo Piccolo Teatro. Tenía fuego dentro y una increíble energía. Recuerdo sus ojos, como dos ascuas. Era todo pasión y emoción. Él quería sobre el escenario personas de carne y hueso expresándose y moviéndose con espontaneidad, sin estar pensando en la necesidad de cantar bien. En realidad, sin pensar en nada. Cuando ensayamos el aria de Ferrando Tradito, schernito, me dio cientos de explicaciones sobre la situación emocional del personaje en ese momento. Pero al final me dijo: "No me importa cómo lo interpretes, lo principal es que el público consiga captar el mensaje de lo que está sucediendo en su interior. Y si tienes la necesidad de interpretarlo de otra manera en la siguiente actuación, ¡simplemente hazlo! ¡Crea algo nuevo en cada noche! ¡Nunca te repitas!
-¿Tiene en mente abordar los papeles de Otello y Tristán en un futuro próximo? ¿Siente algún tipo de presión por esta exigencia?
-Otello sin duda llegará. Cuando grabé el Verdi Álbum me sentí muy tentado de cantar entera esta parte, tan pronto como fuera posible. Pero me dije: sé paciente, espera otros dos o tres años. De todos modos, Des Grieux de Manon Lescaut de Puccini no es ninguna perita en dulce. Si uno puede cantarlo, no tiene por qué asustarse de Otello. Tristán es el monte Everest de mi repertorio. Claro que me encantaría cantar ese gran dueto de amor, pero ¿ese increíblemente exigente tercer acto...? Ya veremos.
-Canta en italiano, francés, inglés y, obviamente, en alemán. ¿Ha pensado alguna vez lanzarse con el español, entrarle a nuestro legado liederístico?
-Sí, lo he pensado. Pero antes de empezar a estudiar el repertorio me conviene afianzarme con el idioma. Puedo apañarme en español en conversaciones pero cantarlo es otra cosa muy diferente. Ojalá algún día pueda dominarlo hasta el punto de animarme a cantar en él.
-Es un lugar común ya considerarle el sucesor de Plácido Domingo. ¿Cómo lleva esa constante comparación?
-No soy yo a quién le corresponde confirmarla o desmentirla, yo simplemente me la tomo como un cumplido muy halagador. Admiro a Plácido Domingo y los logros alcanzados durante su carrera son sencillamente únicos. Es un cantante excepcional, un fenómeno de la naturaleza.