Charo López flanqueada por Álvaro Tato y Yayo Cáceres. Foto: David Ruiz

Una iniciativa de Charo López puso a trabajar a los ‘ronlaleros' Tato Álvares y Yayo Cáceres. ¿El resultado? Una Celestina muy personal agazapada en Ojos de agua, monólogo de la vieja alcahueta que arranca años después de los hechos narrados en la novela de Fernando de Rojas.

La Lucrecia de Nuria Espert, la Virgen María de Blanca Portillo... y ahora la Celestina de Charlo López. Dos de las más sólidas bases de Ron Lalá, Álvaro Tato y Yayo Cáceres (sin olvidarnos de la colaboración de Íñigo Echevarría, sí, el protagonista de En un lugar del Quijote) han puesto dramaturgia y dirección, respectivamente, a Ojos de agua, un monólogo de la actriz salmantina sobre textos de la obra de Fernando de Rojas que subirá el telón mañana en el Real Coliseo Carlos III de El Escorial.



"Charo andaba buscando dramaturgo para llevar al escenario temas como la belleza perdida, el tiempo despiadado, la conquista de la libertad y la resistencia a la muerte y la desgracia. Cuando terminé de hablar con ella sobre el tema comprendí que debíamos montar La Celestina. Ella aceptó el desafío de hacerla al estilo ronlalero, con música en directo de Fran García y Antonio Trapote", explica a El Cultural Álvaro Tato.



¿Qué sucedería si Celestina hubiera sobrevivido? ¿Cuál es su legado? ¿Quién es realmente? ¿Por qué nos sigue perturbando su memoria y su figura? Estas son las premisas que siguió el equipo de Ojos de agua a la hora de hacer que las palabras de la vieja alcahueta estallen sobre el escenario para cargarse de nuevos sentidos. Para Tato, la fuerza con la que se expresa la protagonista desvela una forma de supervivencia, un enfrentamiento personal y sincero con la sociedad y determinadas pautas de comportamiento: "Ya sin filtros, su lucha por la libertad, el saber o el amor, es más que nunca la lucha de cada uno de nosotros".



Yayo Cáceres, la otra pata de este banco escénico encargado de la dirección, mete un poco más el dedo en la herida de una sociedad obsesionada por los liftings y la juventud: "La Celestina nos habla de la belleza y del amor. En este desfile de bótox volvemos ver por la calle, delante de nuestras narices, la obsesión por la juventud. Por otro lado, vemos a diario rostros de bellezas perdidas y una creciente soledad que en definitiva es a lo que está condenado el ser humano".



Cáceres destaca la universalidad de la obra y del personaje: "Todo lo que trata es univesal. Los sentimientos no han cambiado desde el siglo XV. Lo que cambia es la manera de gestionarlos y la postura social que se tiene ante ellos".



Un mito cautivador

Esta versión de La Celestina pretende explorar un mito cautivador. La bruja, el poder femenino en la sombra... Por eso, tanto Cáceres como Tato indagan en la juventud pasada del personaje, sus deseos, su soledad, en "cómo morir sola por haber sido libre". También están presentes los amores de Calixto y Melibea y el submundo de los criados pero siempre a través del filtro de la hechicera. "Espero no haber adaptado la obra al espectador actual -explica el dramaturgo- sino el proceso contrario, haber adaptado el espectador actual a una obra tan eterna como fresca. Tenemos la suerte de que las brujas, aspirando estramonio, ven el futuro, así que nuestra Celestina puede saltar siglos y referirse al presente en el momento que considere oportuno pese a que los pasajes literales de la novela no necesitan de adaptación alguna. Eso es lo grande de los clásicos, que son un eterno presente". Pero, ¿nos encontramos ante una continuación de la historia o ante una relectura? Ojos de agua comienza tres años después de los sucesos narrados en la obra original. Celestina, oculta en un monasterio, bucea en su vida y se dispone a saldar cuentas para poder marcharse antes de que le alcancen sus pesadillas... "Damos al público la ocasión de pasar una hora a solas con uno de los personajes más divertidos, lúcidos, contradictorios y profundos de la literatura universal", concluye Tato.



Uno de los desafíos de Ojos de agua ha sido la puesta en escena, compatibilizar visualmente la fuerte personalidad de Charo López con la insobornable energía de la Celestina. Yayo Cáceres se dejó llevar por los colores y las imágenes que le surgían en cada momento de la obra: "Una vez abierta esa puerta el espectáculo empezó a vivir. Cualquier intento de llegar con un montaje ‘cerrado' el primer día de ensayo hubiese sido matarlo. Deben desaparecer todas las cosas detrás de la obra, el actor detrás del personaje y el director detrás de la puesta en escena. Ninguno es más importante que lo que se quiere contar".