José Mercé. Foto: Fede Serra / Parlophone

El cantaor celebra cuatro décadas de carrera artística con la publicación de un disco recopilatorio, José Mercé, cuarenta años de cante. El estuche comprende cincuenta títulos que jalonan toda su andadura. Mercé la repasa en esta conversación con El Cultural: "Siento que hay que volver al origen"

Quizá no sea una coyuntura para el recuento la frase más idónea, pero la selección José Mercé, cuarenta años de cante, que acaba de publicarse en un estuche de tres discos con cincuenta títulos significativos, posiblemente suponga para el cantaor jerezano una buena oportunidad que dé paso a la reflexión ante esas cuatro décadas de intensa actividad profesional. La mirada de José Mercé ante tan abultado balance, dependiendo de las distintas etapas por las que ha pasado, está llena de signos complejos, aunque también le genera un reconfortante estímulo: "Cuando se es joven, si no eres rebelde, no vales para nada. Necesitas hacer cosas nuevas, dar un paso más y refrescar un repertorio que se va quedando lejano, mientras tú tratas de avanzar, de abrir otros horizontes y de encontrarte a ti mismo por encima de las influencias y del camino que intentan imponerte". Sin embargo, se le cruzan por el rostro -que suele mostrar siempre una amplia y generosa sonrisa- vagos indicios de sabor nostálgico: "Llegué a Madrid muy joven, a casa de mi tío Manuel Soto Sordera, gran cantaor, un maestro, un ejemplo de dignidad, y ahora, cuando lo recuerdo, me sorprendo al observar cómo ha pasado el tiempo".



Madrid era una fiesta, grandes tablaos con las máximas figuras, noches esplendorosas en las que el cante, el baile y la guitarra encontraban una magnífica plataforma en esos locales en los que se mezclaba un público diverso pero en los que se ofrecía un flamenco de alta calidad. José Mercé, cuarenta años de cante, una colección dispuesta sin contemplar un orden cronológico y al margen de la cadencia temporal, va mostrando las diferentes fases por las que ha transcurrido este cantaor, con una visión muy aguda de su propia trayectoria profesional. Y tiene claro que cualquier circunstancia vivida queda reflejada y tiene su correspondencia en este extenso compendio: "Independientemente de mi formación cuando era un niño en el jerezano barrio de Santiago, en Madrid fui aprendiendo junto a los cantaores jóvenes que nos reuníamos para ir recorriendo los tablaos donde estaban los maestros: Terremoto, La Perla, La Paquera... Era una escuela, donde aprendíamos unos de otros y eso nos enriquecía a todos. Ya no existe esa relación entre los artistas flamencos y lo echo de menos".



Otra de las características en la obra de José Mercé, que se refleja con creces en este trabajo antológico, es su inclinación y sensibilidad para trasladar al ámbito rítmico y expresivo del flamenco piezas de conocidos autores, como Víctor Jara, Pablo Milanés, José Alfredo Jiménez, Manu Chao o el famoso Mammy Blue, de Hubert Giraud y Phill Trim. Y también Al alba, de Luis Eduardo Aute, dedicada a las víctimas de los últimos fusilamientos del franquismo, que José Mercé ha convertido en un multitudinario y obligado himno en sus conciertos, con el público puesto en pie, coreándola: "Realmente, esta historia comienza cuando sus compañeros le hacen un disco como homenaje, interpretando canciones compuestas por él, pero no quería que se cantara Al alba. Yo le insistí tanto que, al final, cedió. Afortunadamente, le gustó, y ahí está mi versión flamenca al aire de bulería. Para mí fue un honor".



José Mercé piensa que ahora todo adquiere un nuevo sentido, está más asentado, con los pies en el suelo y que, después de estos cuarenta años, de los cuales está satisfecho, aún le quedan muchas cosas por hacer: "A partir de este momento, siento que hay que volver a los orígenes: ponerse solo al lado de un guitarrista y cantar".