Image: El Arte de las putas o los veinte años del Temple

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Escenarios

El Arte de las putas o los veinte años del Temple

23 enero, 2015 01:00

José L. Esteban, autor también de la dramaturgia. Foto: Marcos Cebrían.

Transición y Luces de Bohemia son sólo dos ejemplos de lo que Teatro del Temple ha realizado durante sus veinte años de existencia, aniversario que ahora celebra con su Arte de las putas, un montaje dirigido por Carlos Martín e inspirado en el poema de Nicolás Fernández de Moratín.

Carlos Martín celebra aún con un incombustible entusiasmo los 20 años del Teatro del Temple, compañía que fundó en 1994 junto a Alfonso Plou y María López Insausti. En los tiempos que corren un aniversario así debería ser motivo de fiesta nacional. Experimentación, creación propia, bombazos como Transición (mejor obra para los críticos de El Cultural en 2013 coproducida por el CDN, Meridional y L'Om Imprebís), actualización de los clásicos, dramatización de la vida de personajes como Goya, Buñuel o Picasso y otras formas de gestión (ahí está la experiencia del Teatro de las Esquinas de Zaragoza) hacen de esta compañía uno de los proyectos más sólidos de nuestra escena.

La complejidad con la que abordan sus proyectos puede verse en el Arte de las putas, una historia de amor, obra inspirada en el poema de Nicolás Fernández de Moratín (padre del autor de El sí de las niñas) recién estrenada en el Teatro Fernán Gómez de Madrid. Martín, director de la obra, señala a El Cultural que estamos ante una muestra de un tipo de literatura relativamente frecuente en nuestro siglo XVIII que tenía el sexo y sus circunstancias como tema central: "Aunque no fueron los primeros, nuestros ilustrados, además de un talento artístico excepcional y un concepto político y referencial de España sorprendentemente moderno, eran brillantes frecuentadores de los burdeles patrios. Su interés por el sexo de pago iba más allá de lo puramente literario".

El Arte de las putas es un poema-ensayo en versos endecasílabos rimados. Casi 2.000. Más de 10.000 palabras. "Ni un gramo de teatro", sentencia Martín. "Había que explicar un por qué, un quién y un para qué. Todo está en Moratín, pero Moratín no lo sabe y teníamos que contárselo". Este es el punto de partida de una obra que sortea ciertos meandros argumentales con la aparición del personaje de Elías Cañabate, interpretado por José L. Esteban (autor de la dramaturgia), un tipo que viene desde el olvido, que afirma que es el verdadero autor de la obra y que viene a contarnos una sorprendente historia de amor: la que tiene con Dorisa, la meretriz más famosa de la Corte y de quien fue su chulo. El montaje, contado con la "ayuda" de textos de Félix de Samaniego (con dos fábulas de su Jardín de Venus) y el propio Leandro Fernández de Moratín (las prácticamente inéditas Fábulas futrosóficas), nos habla de putas, cornudos, frailes, de las tentaciones de la carne y de enfermedades como la sífilis pero también de amor: "El amor cambió el punto de vista de todo el espectáculo. Alguien ha dicho que nuestro Arte de las putas es un clásico pop, y ese concepto nos gusta", explica el director de Luces de bohemia, otro hito de la compañía repuesto recientemente en el Círculo de Bellas Artes.

Una emoción auténtica

Un claro antecedente de este Arte de las putas es El buscón que el Teatro Fernán Gómez estrenó en 2009, protagonizado también por José L. Esteban, dirigido por Ramón Barea y producido por Templanza. "Con Ramón Barea se trabajó sobre la figura de un pícaro al que puedes encontrarte en cualquier momento al volver una esquina. En esta ocasión, se ha buscado la manera de construir una historia de amor sobre los menuceles del sexo generando una emoción auténtica en un universo de sentimientos comprados o vendidos".

En la puesta en escena, dirigida por Carlos Maturen, tiene una importancia especial la música de J.J. Gracia, convirtiendo el personaje en una especie de crooner que cuenta y canta las miserias y excelencias de su Arte de las putas. Todo ello, envuelto en el humor y la "diversión global" del Temple. "Elías presenta el anhelo de ser protagonistas de nuestra propia vida, de la gran película de nuestra existencia, de no convertirnos en secundarios de nosotros mismos. Él viene desde el peor de los infiernos, del olvido infinito, para recordarnos que nunca está de más luchar por una vida a la altura de nosotros mismos", sentencia Carlos Martín mientras trufa su discurso con los recuerdos de los inicios de su compañía, años "durísimos y apasionantes" que les han llevado al gran aprendizaje vital que los mantiene aún en la brecha con nuevos proyectos, nuevos ámbitos de creación y nuevas formas de materializarlos.