Julian Casablancas, vocalista de The Strokes.

175.000 personas, casi unas 60 mil diarias, han vuelto a convertir la 15 edición del Primavera Sound en la más exitosa, por lo menos en cuanto a público se refiere, de toda su historia. En esta ocasión, el tono ha sido más reivindicativo que nunca.

175.000 personas, casi unas 60 mil diarias, han vuelto a convertir la 15 edición del Primavera Sound en la más exitosa, por lo menos en cuanto a público se refiere, de toda su historia. La mitad extranjeros, ingleses y franceses dominando una multitud de marcado tono hipster en un festival con un tono políticamente más reivindicativo que nunca. La actuación de Patti Smith, el viernes, cantando Horses de arriba a abajo y animando enfervorizada al público a luchar por su libertad, fue quizá el momento más simbólico de un certamen en el que la música de Nueva York tuvo un protagonismo enorme. Interpol desgranó sus canciones más conocidas en un escenario abarrotado antes de dar paso a unos The Strokes que partían con la ventaja de que, a esas alturas, el sábado por la noche, la gente tenía ganas de pasárselo bien a toda costa porque no estuvieron tan inspirados como se preveía aunque su generosidad a la hora de tocar sus verdaderos clásicos (léase, las canciones del primer y mítico disco) fue indiscutible y más de uno acabó perdiendo lo poco que le quedaba de voz cantando a grito pelado Last Nite o Is This It con un Julian Casablancas que parece rebelarse contra su condición de sex symbol con un look pseudopunk poco favorecedor.



A estas alturas, el Primavera Sound lo es todo por lo menos en cuanto a la música occidental se refiere. Pasto de algunas críticas por no prestar la suficiente atención a las músicas del mundo, la realidad es que cuando tocaban Les Ambassadeurs, el supergrupo de Salif Keita con figuras destacadas del orbe africano, aquello se quedó vacío en cuanto empezó la actuación de Interpol en la otra punta. En el Primavera triunfan tanto la nostalgia de unos Belle and Sebastian dispuestos a desgranar todos sus clásicos, con un Stuart Murdoch totalmente desmadrado y casi desbordado por la emoción, como la contundencia de otros clásicos, Sleater Kinney, que arrasaron con su rock guitarrero en un concierto que se convirtió en una absoluta descarga de adrenalina. La misma adrenalina de Run the Jewels que utilizaron el We Are the Cahmpions como leitmotiv irónico para introducir una contundente sesión de hip hop old skool a dos voces (L-p) y Killer Mike con pocas concesiones a la galería.



Hubo más triunfadores. Tori Amos no había estado nunca en España y acompañada de su piano dio un recital espléndido en el que la canadiense se empleó a fondo aporreando las teclas y cantando con un chorro de voz que hizo que temblara todo el Fòrum. El piano fue también el protagonista de la actuación de Tobias Jesso, que tocó entero su primer y exitoso disco, Goon, acompañado únicamente de un enorme piano de cola y demostró la capacidad de sus canciones para convertirse en verdaderos himnos de este verano. Ariel Pink se llevó el premio a la extravagancia más delirante con un show caótico en el que los músicos parecían estar más en un carnaval que en una actuación digamos al uso. Los alemanes Einstürzende Neubauten siguieron por sus fueros haciendo mucho ruido. En el Primavera cabe de todo y si Earth trajeron el heavy, Sleaford Mods tiraban de actitud punk para dar un concierto de su peculiar hip hop con aires de ska o Underworld cerraban el festival con un gran show audiovisual que convirtió el Parc del Fròrum en una enorme discoteca.