Charles Dance interpreta a Egmont. Foto: Alfonso Panduro
Una de las propuestas más atractivas del Festival de Granada es precisamente la que abre hoy su edición n° 64: nada menos que la música incidental que Beethoven compuso con destino a la tragedia de Goethe Egmont. Música jubilosa, de exaltación patriótica, que incluye, además de la espléndida obertura, otras nueve piezas, ente las que figuran dos preciosas canciones para una soprano, que representa a Klärchen, la joven a la que ama Egmont. La poderosa música fue escrita entre octubre de 1809 y junio de 1810. La pieza goethiana había sido estrenada en 1788. La obertura fue lo último que compuso Beethoven. De hecho no apareció hasta 1811. La partitura completa se editó al año siguiente. En esta soberbia página sinfónica se ofrece la acción aludida magníficamente concentrada. Se explora su dimensión psicológica y dramática.El comienzo recuerda al de la obertura de Coriolano y en él se esboza el tema de la lucha contra la tiranía española durante el siglo XVI. El conde de Egmont es el héroe de los Países Bajos que batalla contra la dominación, aunque en tiempos sirviera a las tropas hispanas. Estamos en un Sostenutoma non troppo, sobre el que se desarrolla una amplia y enérgica frase declamatoria. Viene enseguida el motivo de Clarita -personaje inventado-, que representa el amor limpio y juvenil, que en cierto modo conecta con la idea, tan cara al compositor, de la libertad, de la necesidad de emanciparse del yugo. La revuelta está descrita en el Allegro subsiguiente, que discurre arrasador. Se sucede una sección de desarrollo, viva y enérgicamente construida, con el vigor que caracterizaba al Beethoven guerrero y se abre a continuación un segmento en que la música se aquieta.
Es la calma que preludia el estallido de la revolución, que gana espacio a través de un impetuoso Allegro conclusivo, que hace resonar a los cuatro vientos el tema o Sinfonía de la Victoria, que crece y crece hasta lo más alto, empujada por un ritmo muy acentuado, de secos y cortantes acordes. Es el momento en el que, en la interpretación de la música incidental completa, que es la que se programa en esta ocasión, Egmont lanza una soflama, un grito de libertad que muestra su gallardía, su orgullo y defensa de la libertad, denunciando la arbitrariedad de sus jueces. Un instante precioso para el lucimiento del recitador. Que aquí no es otro que el gran actor británico Charles Dance (1946), siempre cuidadoso en el matiz, flexible en el gesto, dentro de una contención muy inglesa, y con un espléndido manejo de la lengua.
Se escuchará una traducción al inglés -del alemán original- firmada por Christopher Hampton, dramaturgo y guionista. Los textos provienen de la adaptación que en su día realizara Franz Grillparzer, un buen amigo de Schubert, a partir del drama goethiano. La voz del actor estará bien sostenida por los timbres de la Orchester Wiener Akademie dirigida por Martin Haselböck, un experto en música preclásica y clásica. El acto se completa con la Sinfonía n° 7 y la dramática aria de concierto Ah!, pérfido, sobre texto de Metastasio, del compositor de Bonn. Cantará las dos canciones de Egmont y el aria la soprano eslovena Bernarda Bobro.