La fiesta, de Alejandro Tantanián

Híbridos, audaces, rompedores, osados, cosmopolitas... Son características comunes de los 30 montajes que se exhibirán en el Frinje madrileño. Este año llega con más presupuesto para las compañías participantes y doblando la apuesta por la creación. Los trabajos de varios talleres, incluido alguno diseñado por figuras internacionales como Jan Klata y Alejandro Tantanián, alimentan una programación que arranca este viernes (3 de julio).

El Fringe ha sido rebautizado. La ‘g' ha mutado en ‘j' para avalar la pronunciación castiza (a la que tendía su público) en detrimento de la anglosajona. El cambio también obedece a una cuestión de fondo: la separación progresiva de la ‘franquicia' madrileña del modelo original, el gestado con tanto éxito en Edimburgo, que cada verano inunda de espectáculos escénicos la ciudad. "Allí no hay una labor curatorial en sentido estricto. Incluso las compañías pagan para estar presentes. Y nuestros montajes y talleres se ciñen siempre a un espacio concreto: el Matadero", advierte a El Cultural Marion Betriú, responsable artística del festival junto a José Manuel Mora (ella volcada en la exhibición y él centrado sobre todo en los numerosos laboratorios).



Este año, además, el diseño de la programación ha sido especialmente concienzudo, sometido a unos criterios más equilibrados. En la edición anterior concurrían más de 60 compañías, cifra que se ha quedado en 30. "Nos dimos cuenta de que nuestra estructura no permitía mimarlas y atenderlas como es debido", explica Betriú. El reparto de fondos ahora es más ventajoso: cada formación recibe 1.200 euros (en 2014 sólo contaban con 600), 1.500 si superan los 5 actores. Esa mayor generosidad la permite también el incremento del presupuesto: pasa de 170.000 a 210.00 euros.



El otro problema era el desbordamiento de la capacidad de asimilación del público: "Era muy difícil digerir una oferta tan amplia y concentrada, compuesta en su mayoría por creadores poco conocidos". El Frinje no pone barreras en el concurso abierto para nutrir su programación. Aunque sí es cierto que en su ADN va inscrita la vocación experimental y la osadía en las formas y los géneros, que tienden a la hibridación y la fusión con las artes plásticas. Los montajes que aspiren a ser seleccionados no pueden faltar a esa seña de identidad. Fueron casi 600 candidaturas las que presentaron sus ideas, procedentes de todo el mundo. Buena parte amalgamaba la danza, el teatro, el circo, la performance, la música, la pintura...



Por ese motivo las categorías que sirven para ‘encajonar' las producciones poco tienen que ver con las tradicionales. Encontramos por ejemplo la de Cuerpos en movimiento, con la danza como trampolín de múltiples expresiones, algunas tan originales como Madame Plaza, título extraído del nombre de una especie de burdel-cabaret de Marraquech. La coreógrafa Bourcha Ouizgen ha reclutado a tres de las mujeres que trabajan en este local, todas vocalistas especializadas en aïta (cantos amoroso y de duelo), para perfilar una impactante pieza que ya ha triunfado en el Pompidou de París. Otra de las etiquetas es Experiencias singulares, donde figura Invernadero, curiosa iniciativa del propio José Manuel Mora y Darío Facal. El primero ha dirigido un taller en el que varios dramaturgos se han inspirado en la flora del invernadero del Palacio de Cristal de Arganzuela. El segundo dirigirá los textos seleccionados. "La conclusión esencial es inquietante: los humanos necesitamos a las plantas pero ellas no nos necesitan a nosotros", afirma Mora, cuyos Nadadores nocturnos se alzaron recientemente con el Max al Mejor Espéctaculo Revelación.



Este esquema será una constante: coción previa en los fogones del Frinje y posterior degustación del público. La fórmula se ha potenciado incluso. Mora la defiende citando a Rafael Reig, que recientemente aseguraba en estas páginas que "la cultura no se hace en la cumbre sino en el valle". La intención es engrasar una fértil maquinaria de montajes, madurados con tiempo y reflexión, sin someterse a los tempos desquiciados que imperan en el sector.



"Lo bueno de los talleres es que permiten a creadores jóvenes entrar en contacto con grandes figuras contemporáneas", señala Mora. Buen ejemplo es el impulsado por Jan Klata. Este gurú del teatro polaco propone un curioso laboratorio: escribir pequeñas obras a partir de caprichosas conjunciones de músicos con dramaturgos. Veamos: Shakespeare-White Stripes, Chéjov-John Cage, Esquilo-Robin Williams... Otro de los nombres de relieve internacional es Alejandro Tantanián. El director y autor argentino hincará su bisturí en Ana Karenina. De la monumental novela de Tolstoi destilará unas variaciones escénicas. El resultado de ambos talleres podrá verse en funciones gratuitas.



Alberto Conejero, uno de los triunfadores de la temporada gracias a La piedra oscura, también recorre el camino de la probeta a las tablas. Ha coordinado uno de los experimentos más curiosos del festival: La mujer del monstruo. El objetivo es profundizar en la psique de las consortes de varios dictadores (Goebbels, Ceauceuscu, Franco, Mussolini y Stalin). Fue una idea de Salva Bolta, que se ocupará de montar los monólogos y la escena final, en la que establecen una conversación a cinco bandas. "La empatía es un ejercicio propio del dramaturgo, incluso con los seres más oscuros o abyectos. No venimos a juzgarlas sino a tratar de comprenderlas. Sus biografías han quedado en ocasiones caricaturizadas por el hecho de ser mujeres", explica a El Cultural Conejero.



El taller ha propiciado una cierta intimidad con ellas. "Sin la servidumbre del historiador pero con la responsabilidad del creador, los participantes han explorado algunos de los biografemas más conocidos pero también otras zonas más marginales de su personalidad con un enorme potencial dramático". La pregunta que sobrevuela el proyecto es el papel que jugó el amor en su decisión de ‘cohabitar' con los tiranos. "Son modos de amar distintos. Desde Magda Goebbels, que contemplaba su matrimonio como un acto de servicio al ideal político (y en el fondo un sacrificio para con Hitler), hasta la edípica y oscura relación de Nadezdha Alilúveya con Stalin, pasando por la Sarfatti, moderna e instruida, verdadera Pigmalión de Mussolini, que cayó en desgracia cuando el fascismo abrazó el antisemitismo. Paradójicamente, algunas de estas mujeres ‘disfrutaron' de espacios de libertad impensables para su época. Hay algo profundamente perturbador y cercano en sus destinos".



Estas prospecciones en su intimidad se airearán el 14 y 15 de julio. Como el resto de montajes, tendrá la oportunidad de ser escrutado por los mismos programadores internacionales que se dejarán caer por el Festival de Almagro y Clásicos en Alcalá, gracias a la invitación de AC/E. El Frinje proyecta así un ‘producto' (arriesgado, audaz, rompedor, cosmopolita) muy difícil de introducir en los circuitos convencionales pero que esboza, con trazo ecléctico, el futuro de nuestras tablas.



@albertoojeda77