Arthur Miller. Foto: Álbum

Arthur Miller (1915-2005) se erigió en paradigma del intelectual americano de izquierdas. Su éxito como creador, su compromiso político y su relación con Marilyn Monroe le dotaron de una gran proyección pública. Alto, delgado, atractivo, de frente amplia, con gafas de pensador y, a menudo, pipa entre los labios, fraguó una imagen mediática que el tiempo atenuó, pero no logró disolver. Neoyorquino, con infancia entre Manhattan y Brooklyn, estudió periodismo en la universidad de Michigan. Hijo de emigrantes judíos y polacos, mantuvo cierta militancia en el judaísmo laico, apoyando la creación del estado de Israel y denunciando el antisemitismo, notoriamente en su novela En el punto de mira (1945). Todos eran mis hijos (1947) fue, tras varios intentos, su primer triunfo en Broadway como dramaturgo. De Ibsen a O'Neill, la obra transparentaba sus influencias realistas y la herencia del Group Theatre, que Miller adjetivaría sustancialmente, como santo y seña de su teatro, con ingredientes trágicos y resortes críticos hacia la sociedad americana. Muerte de un viajante (1949, su primer Pulitzer), Las brujas de Salem (1953) y Panorama desde el puente (1955, su segundo Pulitzer) irían completando un póquer de cuatro ases que colocó para siempre a Miller en la cima del teatro mundial del siglo XX, posición revalidada con aplaudidos montajes en todo el mundo y con adaptaciones cinematográficas y televisivas.



El Comité de Actividades Antiamericanas reparó en el contenido izquierdista de sus piezas y en sus posiciones políticas públicas. Llamado a declarar, Miller reconoció pasados contactos con el Partido Comunista, se negó a dar nombres de otros colegas y rechazó el comunismo. Se le retiró el pasaporte por unos meses, fue considerado culpable de desacato y, finalmente, en 1958, absuelto ante un Tribunal de Apelación.



Se casó con Marilyn Monroe en junio de 1956, tras romper un matrimonio de dieciséis años con la católica Mary Grace Slattery, antigua compañera de colegio y madre de sus dos primeros hijos, Jane y Robert. Donald Spoto, biógrafo de la estrella, asegura que la relación entre Miller y Monroe, aunque conoció momentos felices, fue siempre tortuosa. Ello no se debió en exclusiva a los desequilibrios y adicciones de la muy sensible e inteligente actriz, sino a la arrogancia y a las inseguridades del escritor, que estaba en horas bajas y llegó a depender económicamente de su esposa, quien sufrió varios abortos espontáneos y no logró su objetivo de ser madre, acrecentando la sostenida crisis de la pareja con su fugaz romance con Yves Montand.



Fantaseando con ser el genio que haría de la cómica y "sex-symbol" una gran actriz dramática, Miller escribió para ella el tenebroso guión de Vidas rebeldes (1961). El borrascoso rodaje de la película de John Huston anegó, tras cuatro años y pico, los restos del tambaleante matrimonio. Durante la filmación, Miller se enamoró de la fotógrafa austríaca Inge Morath (1923-2002), amiga de Robert Capa y Henri Cartier-Bresson y destacada integrante de la Agencia Magnum, que trabajaba para la película. Se casaron a comienzos de 1962, seis meses antes de la muerte de Monroe. Tuvieron dos hijos, Rebecca y Daniel. Rebecca Miller, casada con el actor Daniel Day-Lewis, es una sobresaliente escritora, guionista y directora de cine.



¿Y Daniel? Nacido con Síndrome de Down fue inmediatamente internado en un centro médico a instancias de Miller y, al parecer, pese a la oposición de Morath. No se supo nunca nada de él. El escritor ni le menciona en sus memorias. Cuando, en los últimos años de vida de Miller, se conoció la existencia de Daniel y padre e hijo se reencontraron, la reputación del escritor sufrió un muy serio quebranto, no restañado por el hecho de que el dramaturgo lo incluyera, en paridad con sus otros hijos, en su testamento. La pregunta fue inevitable: ¿cómo alguien que se comprometía públicamente con tantas causas había declinado sus responsabilidades más personales? La pesada sombra del egoísmo, la altivez, la doblez y la inconsecuencia se cernió sobre la figura de Miller. El escritor publicó sus memorias, Vueltas al tiempo, en 1987. Aunque entonces se ignoraba todo sobre Daniel Miller, el episodio de la Caza de Brujas y el matrimonio con Marilyn Monroe, fueron, primordialmente, motivos suficientes para que el texto fuera escrutado al detalle. El mencionado Spoto escribió un juicio durísimo en su libro sobre la actriz, calificando la autobiografía de Miller de esta manera: "notablemente incompleta, selectiva con respecto a los datos de su matrimonio, está singularmente empañada por la autodefensa; sólo pudo haber sido escrita por alguien hundido en sus propios remordimientos y en su sentimiento de culpabilidad".



Inge Morath y Arthur Miller viajaron mucho por diversos países durante los años 60 y 70. El escritor elaboró textos para los libros y exposiciones de fotografía de ella. Es un lugar común asegurar que la producción escénica de Miller no volvió a conocer el vigor y la trascendencia alcanzados con sus deslumbrantes obras de los años 50. No es del todo exacto. Es verdad que cambiaron los tiempos y las tendencias. En ocasiones, Miller no encontraba la fuerza y el brillo de sus antiguas piezas. Otras veces, no daba con una producción a su gusto. Pero títulos como Después de la caída (1964), El precio (1968), El descenso del monte Morgan (1991) o Cristales rotos (1994) confirman, sin la sonoridad de los citados más arriba, el alto relieve de una trayectoria sostenida durante cerca de setenta años. En 1997, fue nominado al Oscar al Mejor Guión Adaptado por El crisol, su versión para el cine de Las brujas de Salem, interpretada por su yerno. La editorial Tusquets ha publicado en España la práctica mayoría de los títulos aquí reseñados, hasta un total de unos catorce libros que también dan noticia del Miller cuentista, ensayista y cronista. Arthur Miller recogió en Oviedo, en octubre de 2002, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Inge Morath había fallecido en enero del mismo año. En 1997, ambos visitaron Pamplona durante los Sanfermines, las fiestas que ella había conocido y fotografiado en 1954... Cinco días antes de cumplir los noventa años, el creador del inmortal Willy Loman murió en el pequeño pueblo de Roxbury, en el estado de Connecticut, allí donde vivió sus mejores y sus peores días con Marilyn Monroe.