Georges Aperghis

El jurado del Fronteras del Conocimiento en la categoría de Musica Contemporánea ha destacado a Aperghis por reinventar e innovar el teatro musical.

El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Música Contemporánea ha recaído en su octava edición en Georges Aperghis por reinventar e innovar el teatro musical. "Ha abierto un camino singular en el ámbito del teatro musical que comprende nuevos dispositivos escénicos, en los que todo se convierte en música, partiendo de los gestos del intérprete, e incluyendo los ruidos sacados de elementos del decorado o de diferentes objetos utilizados a modo de percusión", según señala el acta del jurado.



El jurado destaca también que el teatro musical de Aperghis ha captado nuevos públicos y ha logrado "incluir la música contemporánea en la experiencia teatral común". Para conseguirlo ha jugado con toda clase de elementos -voces, ruidos, gestualidad, lenguaje, vídeos, espacio escénico y luces-, y los ha traducido en música. El jurado identifica en su obra el espíritu de estos galardones, ya que traspasa las fronteras entre teatro y música. Ayer mismo el premiado lo expresaba así: "Para mí no hay fronteras entre la música y el teatro, hay una continuidad en la que la acción teatral es una prolongación de la música y la música contiene la acción".



Aperghis fue un autodidacta. Nacido en Atenas, Grecia, en 1945, en el seno de una familia de artistas, descubrió la música gracias a la radio y a las clases de piano que recibía de una amiga de la familia y en la escuela, pero sin llegar a acudir al conservatorio. A los 17 años se trasladó a París para continuar sus estudios de música. "Era curioso y, sobre todo, escuchaba música del mundo entero. Iba casi todo los días a un concierto, a la Unesco, al Museo del Hombre, que proponía conciertos de música asiática. Adoro también el rock: vi a los Beatles en el Olympia, a los Rolling Stones en el Palacio de los Deportes, a Pink Floyd en los Campos Elíseos... Iba a ver a los compositores con mis trabajos bajo el brazo. Este es el modo en que conocí a Iannis Xenakis".



En París entró en contacto con el mundo del teatro y se inició en el serialismo del Domaine Musical, en la música concreta de Pierre Schaeffer y Pierre Henry, y en las obras de Iannis Xenakis, que le inspiró en sus primeros trabajos.



Un laboratorio para experimentar con el teatro musical

Hacia 1970, decidió profundizar en un lenguaje más libre y comienza sus búsquedas y exploraciones sobre el sonido de la voz. Interesado en particular por el teatro musical compone en 1971 su primera obra en este ámbito, La tragique histoire du nécromancien Hiéronimo et de son miroir. En ella comienza a combinar música, palabras y escenario, y se plasma su afán innovador, que años más tarde sintetizaría de esta forma: "Si hay algo que tengo claro es esto: nunca volver al pasado ni a nada de lo que se ha hecho desde la segunda Guerra Mundial".



En 1976 fundó, junto a su mujer, la actriz Edith Scob, el Atelier Théâtre et Musique (ATEM) ubicado en los suburbios de París, en Bagnolet, hasta 1991, y después en el Théâtre Nanterre-Amandiers. Allí renovó por completo su enfoque de la composición. Convirtió a los músicos en actores, e incorporó en sus obras ingredientes vocales, instrumentales, gestuales y escénicos en idéntica proporción. Los espectáculos se inspiran en situaciones de la vida cotidiana que son transportados a un espacio poético con un tinte satírico e incluso absurdo. Durante dos décadas la actividad de Aperghis con el ATEM se tradujo en una veintena de composiciones entre las que figuran Jojo (1990), Sextuor (1993) y Commentaires (1996).



A pesar de ser el creador, director y compositor de sus espectáculos, hace partícipes de su proceso creativo a los intérpretes, ya sean músicos, actores, cantantes o bailarines. "No es un músico convencional que presenta una partitura cerrada a los intérpretes, sino que trabaja con ellos en un proceso de búsqueda, de investigación, en el que se dan fenómenos de "hibridación": los actores se convierten en músicos y al revés", explica el jurado.



Aperghis busca un lenguaje universal en el que el texto no es lo importante y se sustituyen las palabras por la onomatopeya, el fonema o el ruido. Esa fragmentación se articula con un montaje surrealista en el que en ocasiones crea idiomas imaginarios siguiendo la estela de la poesía sonora.



Como él mismo explica, la clave es trabajar con la memoria del público. "Hace falta que el público reconozca dónde está el color, dónde está el espacio, dónde están ciertos contrapuntos; si consigo esto, les transmito otro mensaje diferente del contexto, así yo tengo la impresión de que el público juega, interactúa también con la música".



Incluso su música instrumental se asimila a las recitaciones vocales porque más que buscar un significado, trata de encontrar el sentido en la confrontación con el público, al que propone paradojas o elementos lúdicos con los que, a la vez, quiere provocar su reacción y su reflexión.



El jurado ve en la obra de Aperghis una ruptura respecto a las tendencias más convencionales de la música contemporánea: "No hay metafísica, ni una pretensión intelectual, él hace una música concreta, directa, basada en la gestualidad, la corporalidad, y en el recurso a los avances de la investigación actual sobre el sonido, el lenguaje y su interacción, además de contar con las nuevas tecnologías y el vídeo".



A partir de los años noventa Aperghis, y gracias a los medios que el Instituto e Investigación y Coordinación sobre Acústica y Música (IRCAM) le facilitó, incorpora a su trabajo las nuevas tecnologías: vídeo, electrónica y tratamiento del sonido en tiempo real. "Con la electrónica puedo hacer cosas que no están al alcance de la voz: extender un sonido hablado durante un tiempo largo, crear una cadena larga de palabras a partir de la voz, manipular registros, solapar voces, e incluso eliminar algunas sílabas. Hay una poética particular propia de la electrónica: el mismo tipo de emoción que sentimos cuando vemos a un robot llorar o morir".



Buena parte de sus más de cien obras son teatro musical, el género que no solo revolucionó sino en el que se siente más cómodo. "Invierto tiempo en ensayar las obras, en las que puedo perderme y encontrarme otra vez a mí mismo con los intérpretes. Asumo riesgos como el de llegar con fragmentos de texto y música y terminar la obra en el propio teatro". Su repertorio se completa con ópera, música de cámara, música para coro, para instrumento solo y para orquesta.



Jurado internacional

El jurado de esta categoría está presidido por Philippe Albèra, director de Éditions Contrechamps (Francia), y cuenta como secretario con Ranko Markovic, director del grado del Programa de Música en la Universidad de Zúrich (Suiza). El resto de los miembros son Martin Kaltenecker, catedrático asociado de Musicología en la Universidad Diderot París VII (Francia); Tilman Kuttenkeuler, director gerente de la Orquesta Sinfónica de Radio Berlín (Alemania); Paolo Pinamonti, director del Teatro di San Carlo (Italia); Dimitri Vassilakis, pianista del Ensemble Intercontemporain (Francia); Winrich Hopp, director artístico del Musikfest Berlín y del Ciclo de conciertos Musica Viva (Alemania); Gianni Possio, profesor de Composición en el Conservatorio de Turín (Italia); y Massimo Acanfora Torrefranca, profesor del Centro Interdisciplinar Herzliya (Israel).