El actor José Manuel Seda como Don Juan en El prisionero

Uno de los personajes más emblemáticos del teatro universal protagoniza en los Teatros del Canal El prisionero. Desnudando a Don Juan, un monólogo dirigido por Mariano de Paco y escrito por José Manuel de Blas que interpreta José Manuel Seda, sobre la búsqueda de la libertad individual, los conflictos internos y las normas sociales que condicionan y marcan nuestro destino.

Un hombre aguarda la muerte en su celda, mientras escucha cómo construyen el patíbulo donde será ejecutado. Sin embargo, tiene la oportunidad de sobrevivir si firma un documento en el que abjura públicamente de sus "crímenes". Pero este hombre no es un prisionero cualquiera. Es Don Juan, el seductor valiente y osado hasta la temeridad que no respeta ninguna ley divina o humana. Hasta ahora. Porque este Don Juan tiene una característica especial. Duda. Y esa duda trasciende el componente mítico hasta llegar a lo humano.



"La duda es un intento de humanizar al mito. Encerrado en la celda, el personaje se enfrenta a sí mismo e independientemente de la resolución final de su pensamiento, pone en tela de juicio si sus actitudes han sido las correctas o no", explica el director Mariano de Paco. "Precisamente eso es lo que el monólogo de José Luis de Blas propone que le puede llevar a la salvación: 'si firmas esta carta te salvarás'. A partir de ahí se produce toda la reflexión. Eso es lo que lo separa del mito y lo hace más hombre, entroncándolo con el personaje humano, con el actor que lo interpreta".



De ese actor, José Manuel Seda, es de quien nace la idea de la obra, que "surge en uno de esos momentos de crisis que tenemos los actores en los que no estás trabajando y haces un poco repaso de tu vida. Decidí tomar como referente a Don Juan porque es un personaje que también vive de su fama, de lo que piensen y opinen de él, como el actor". Seda interpreta a un actor que está creando un Don Juan pero a la vez es el mismo Don Juan, desdoblándose en ambos personajes.



Ahí radica el conflicto dramático, en el enfrentamiento entre esas dos conciencias, la del personaje mítico y la del humano, de carne y hueso. "El actor le recrimina al personaje su tozudez, no renunciar a todo lo que ha sido y ha vivido para salvar la vida. Porque vivir merece más la pena que dejar un legado. Pero el personaje duda, ¿merece la pena vivir una vida en la que dejes de ser tú mismo?"



Libertad, sí, pero ¿qué libertad?

Don Juan para recuperar su libertad física, para poder salir de la cárcel, debe renunciar a la libertad de ser como él es, renunciar a su pasado y abjurar de todo lo que ha hecho. "Y así servir de ejemplo a la sociedad", apunta Seda, "porque estos tipos que viven de manera libre y como ellos deciden no son considerados un buen ejemplo". De ahí que se pregunte si no es mejor morir para no perder la vida. ¿Qué libertad tiene más peso, la de poder salir del encierro o la de dejar ese legado del personaje que fue? "Durante todo el proceso de la representación él se va haciendo estas preguntas, en este diálogo con el actor, con su conciencia, con su otro yo, el actor también va dialogando con el personaje a ver quién convence a quien, a ver qué es más importante".



Una imagen de José Manuel Seda durante el ensayo de El prisionero. Desnudando a Don Juan

A esa respuesta responde sin titubeos De Paco: "es más importante y humanizadora, más honorable, la libertad que te permite el aceptar tus propias decisiones, incluso las que consideras erróneas. Es más interesante desde el punto de vista mítico y humano el saber aceptar la vida que hemos vivido y asumirla como decisión propia". 'A lo hecho, pecho', que dice el refrán. Pero no está tan claro para Seda, mucho más ambiguo en cuanto a la decisión final que tomará el personaje. "Don Juan tiene algo irrenunciable que es su libertad, y por culpa de mantenerla ha llegado a perder muchas cosas", explica. "A veces por ser libres renunciamos a vivir experiencias, porque tememos perderla, así que la libertad también tiene cadenas, como dice el personaje. Renunciar a la propia vida por la libertad sería muy donjuanesco, sería una última gran burla hacia la sociedad".



Agua y barro

La escenografía de El prisionero es una mezcla de experimentación y audacia al servicio del realismo. El montaje nos hace viajar hasta una húmeda y subterránea cárcel veneciana del siglo XVII, hasta una celda en la que Don Juan vive las que podrían ser sus últimas horas. "El texto presenta la celda como un espacio intransitable, plagado de agua y lodo, así que hemos hecho una piscina de barro real", explica De Paco. "3000 litros de agua y barro son un elemento vivo más, y hemos tenido que ir viendo en el proceso de ensayos cómo se comportaba".







Además, de esta impresionante recreación, el director aprovecha la polivalencia de la sala negra de los Teatros del Canal para dar una vuelta de vuelta más al montaje con una configuración inédita: colocando las dos gradas en paralelo, una frente a la otra, y el espacio escénico ocupando el centro de ambas. "Este es uno de los trabajos más interesantes de mi carrera, un montaje muy de experimentación. El resultado plástico le da al espectáculo una veracidad impresionante".



Esta veracidad es clave en la obra para lograr uno de los principales objetivos de Seda, que el público se implique con el protagonista. Lejos de hacer una interpretación a favor o en contra, como vimos en las últimas visitas al mito de Albert Boadella y Blanca Portillo, el actor pretende que la gente se olvide de sus prejuicios. "Don Juan es un mito y cada uno tiene su opinión sobre él, unos lo admiran a otros les repele, pero siempre es un personaje muy atractivo. No queremos que la gente vaya con ideas preestablecidas", asegura, "sino que vaya descubriendo este nuevo personaje. Que empatice con alguien que está encerrado desde hace meses en una celda y que se encuentra ante esta tesitura".



Ese es el objetivo final, que el espectador trate de situarse en esa celda, sin ver la luz del día ni tener noción del tiempo durante meses, y piense qué haría en una situación semejante. "Y que reflexione", apunta Seda, "que también él mire hacia atrás, explore sus remordimientos y decida si la vida que está viviendo es la que ha querido vivir o simplemente la que ha aceptado".