Prince en una imagen promocional de Batman, 1989
Cuando era pequeño, había una especie de batalla entre las dos superestrellas negras. O eras de Prince o eras de Michael Jackson. Yo era de Michael Jackson y siempre me dio un poco de rabia esa cosa resabia de los fans de Prince, que se creían más inteligentes y más puristas musicalmente. Además, aunque ahora se le colme de elogios, Jackson siempre fue vapuleado por muchos, que lo acusaban de todo tipo de injurias antes de que llegara el asunto de los niños. Sigue pasando. Aunque Justin Bieber es omnipresente, lo "correcto" es ponerlo a parir. Así que Prince era la estrella musicalmente "seria" y aunque yo era de Jackson, siempre me gustó mucho, muchísimo, Prince que, en realidad, se le parecía bastante.Tanto uno como otro llevaron la música negra al terreno del pop y la convirtieron definitivamente en un producto de la cultura de masas. Con los ídolos de la infancia pasa que se confunden los recuerdos musicales con los personales porque entonces la música es descubrimiento, es placer, es entregarse a lo desconocido y un rito de iniciación en la vida adulta. Mi primer recuerdo de Prince es su aparición en la gala de los Oscar en la que ganó por Purple Rain. Corría 1984 y yo tenía ocho años pero sí recuerdo la impresión que me produjo la canción, una de las mejores del siglo XX, así como las pintas estrafalarias de aquella estrella del pop que además quería serlo y estaba dispuesto a llevarlo hasta sus últimas consecuencias. Después descubrí 1999 (1982), su primer éxito, con esa 1999 tan pegadiza que incluso ahora, cuando la recuerdo, se me queda grabada en el cerebro. En 1987 llegaría su obra maestra, Sign o' the Times (1987), ese disco doble de la época de los vinilos plagado de símbolos que nos sumergía en un mundo tan exuberante como fascinante, un universo de sensualidad y misterio que lo identificaba.
Jamás olvidaré la sensación de comprar Lovesexy (1988), un disco en el que aparecía desnudo y que me provocaba un enorme sonrojo y me hacía pensar que era definitivamente mayor. Me impresionó muchísimo su Batman (1989), tanto el disco como la película, y a mis trece años estaba convencido de que eso era lo que llamaban "obra maestra". Comenzó entonces el lento declive de Prince auspiciado por sus muchos problemas con las discográficas y su extraño cambio de nombre por un símbolo que no hacía precisamente fácil su promoción (recuerdo eso de "el artista antes conocido como Prince" en los artículos de la prensa musical) jalonado por algunos triunfos como aquella canción, The Most Beautiful Girl in the World, pero la verdad es que los discos de Prince, que se sucedían a ritmo frenético a veces sin portada ni nada que los identificara, comenzaron a pasar más desapercibidos.
@juansarda