Foto: Javier del Real

Es uno de los títulos recurrentes del repertorio. Lo demuestra que en el Teatro Real, sólo ocho días después de su inauguración en 1850, ya estaba sobre sus tablas. Pero I puritani, 20 años después de su reapertura, todavía no ha sido escenificado en el coliseo madrileño. Joan Matabosch creía que ya tocaba y por eso lo colocó en esta recta final de la temporada. Este lunes será el estreno y se mantendrá en el cartellone hasta el 24 de julio. La función del 14, al estar encuadrada dentro de la celebraciones de la Semana de la Ópera (11-17), se emitirá en una gran pantalla instalada en la fachada del teatro, aparte de en instituciones como el Prado, el Reina Sofía, el Niemeyer, el Guggenheim...



"Es la última ópera que compuso Bellini. Por desgracia, pocos meses después de terminarla, murió, así que podemos considerarla como una especie de testamento", explica Evelino Pidò, que ejerce como director musical de esta producción levantada a medias con el Teatro Municipal de Santiago de Chile. "Bellini se volcó en esta partitura. Fue un encargo que le llegó de París, convocado por Rossini. Le dedicó casi un año a su escritura, una duración poco habitual en él, que solía escribir rápido. En el manuscrito se ven muchas rectificaciones, señal de su empeño. Es una obra hecha a la manera italiana pero con muchos guiños al gusto francés. Más allá de crear una melodía atractiva, también se nota su atención específica a aspectos teatrales".



I puritani es uno de los grandes tour de forcé vocales del universo lírico. Los pentagramas están salpicados de re naturales y un casi inalcanzable fa sobreagudo, el monte Everest para cualquier tenor. Bellini escribió ex profeso para el célebre tenor Giovanni Battisti Rubini, que a través del falsettone se manejaba holgado en esas alturas. Lo que ocurre es que hoy alcanzar las notas mediante esa técnica se considera un fraude. Así que para tales exigencias, Pidó ha tenido que reclutar a una tropa de élite encabezada por Celso Albelo y Javier Camarena, que dio sobradas pruebas de su plenitud la temporada pasada en Madrid, cuando bisó en varias funciones el aria Ah, mes amis, de La hija del regimiento (Donizetti). Impecable en la ejecución de los nueve do de pecho sin solución de continuidad. Veremos cómo responde ante este nuevo desafío.



Ambos se desdoblan en la parte de Lord Arturo Talbo. Les acompañan el bajo-barítono Miklós Sebestyén (Lord Gualtiero Valton), el bajo-barítono Nicolas Testé y el bajo Roberto Tagliavini (Sir Giorgio), las sopranos Diana Damrau y Venera Gimadieva (Lady Elvira Valton), los barítonos Ludovic Tezier, George Petean y Damiano Salerno (Sir Riccardo Forth)… Junto a ellos, el Coro y la Orquesta Titulares del Teatro Real. "Aparte de buenos cantantes, son todos muy buenos actores", apunta Emilio Sagi, director escénico del montaje que confiesa que les ha pedido que exalten las emociones. "Esa exacerbación le va bien a esta ópera escorada al romanticismo más puro".



El libreto, firmado por Carlo Pepoli, no entra en detalles historiográficos sobre el contexto. Tampoco ese aspecto está muy anclado en el texto del que trae causa: la novela Old Mortality de Walter Scott. Los devaneos amorosos entre Elvira y Arturo se enmarcan en la guerra civil entre los puritanos, partidarios de Cromwell, y lo realistas defensores de la casa Estuardo. Esa lasitud le da la coartada a Emilio Sagi para eludir una escenografía y un vestuario realista. Su planteamiento estético apuesta por una ambigüedad hipnótica, laberíntico y sensual. Para conseguir esa atmósfera astral ha instalado una serie de espejos en la escena, que aparece cubierta por una goma que semeja arena. "Es la segunda vez que hago I puritani. La primera vez fue hace ya mucho tiempo en el Comunale de Bolonia. Mis ideas han cambiado mucho desde entonces. Ya no estoy para el escaparate sino para la esencia".



@albertoojeda77