Rocío Molina. Foto: Pablo Guidali

La Bienal de Sevilla, que arranca el próximo jueves, reúne a los grandes nombres de la galaxia jonda: Pepe Habichuela, José Mercé, Tomatito... Y Rocío Molina, que se propone bailar, en una performance sin guión, hasta la frontera del desfallecimiento.

"Investigo y trabajo con el fin de descubrir una técnica propia que me lleve a ese estado de libertad que es la improvisación. Busco los extremos para intentar conseguir emociones inéditas y conquistar otra magnitud espiritual. Y esto se debe a la necesidad de llevar mi cuerpo al límite, bailar cuatro o más horas seguidas hasta la extenuación para conocer qué ocurre cuando realmente no puedes más, cuando se ha consumido la energía y no tienes inspiración, incluso cuando se ha acabado todo el repertorio. Quiero saber qué existe al otro lado del agotamiento". Esta es la propuesta -sin título- que a modo de performance irrepetible ofrece Rocío Molina en la Bienal de Sevilla, la magna celebración flamenca que del 8 de septiembre al 2 de octubre ocupará los escenarios de la capital andaluza. Rocío Molina no ha escogido para su emocionante aventura un gran coliseo -que seguro hubiera llenado-, como el Teatro de la Maestranza, de considerable aforo, o el clásico y ya histórico Lope de Vega, inaugurado en 1929 con motivo de la famosa Exposición Iberoamericana, sino uno de tipo medio, el Teatro Central, instalado en la Isla de la Cartuja. "Se trata de una improvisación totalmente pura, donde no hay nada ensayado, pero en la que la presencia del público es activa, participativa, quien pone el nombre de lo que ha sucedido, porque no es un espectáculo, sino una experiencia colectiva".



Pero la Bienal, en su décimo novena edición, no solo ha cambiado de aspecto en sus planteamientos más o menos formales, sino que ha experimentado una profunda transformación utilizando para ello nuevos criterios. Por lo pronto, su director, Cristóbal Ortega, que tomó las riendas en 2014, no se ha ceñido a programar casi un mes de conciertos y espectáculos en un tiempo específico, como venía siendo habitual, sino que ha ampliado el campo de acción poniendo en marcha las más diversas actividades. De manera que un acontecimiento ajustado anteriormente a un proyecto con fecha de caducidad, se extiende ahora a todo el año con, por ejemplo, Septiembre es flamenco en Sevilla, que, cuando no hay Bienal, ofrece un brillante cartel con la idea de unir flamenco y patrimonio, Primer Congreso Internacional Flamenco y Comunicación, Diálogos de Flamenco y Literatura, un espacio de encuentro, intercambio, reflexión y pensamiento, Flamenco como Arte Mudéjar, un ciclo que estudia el flamenco como arte mestizo, relacionado musicalmente con el resto de la Península y el norte de África, o La Bienal va a la escuela, para incentivar la formación flamenca y la búsqueda de nuevos públicos, con talleres que se realizan en los mismos centros educativos.



Busco los extremos para conquistar otra magnitud espiritual. Quiero saber qué existe al otro lado del agotamiento" Rocío Molina

El gran guitarrista Pepe Habichuela tiene asignadas dos apariciones en la Bienal. La primera, como guitarrista principal y de prestigio, junto a Tomatito y Alfredo Lagos, acompañando a José Mercé en el concierto de clausura. Una actuación que para Habichuela encierra un especial significado, ya que es un directo cuyo contenido se convertirá en el disco insignia del jerezano, un empeño casi obsesivo en el que quiere demostrar a toda costa su condición de cantaor clásico. "Mi segunda aparición es un concierto que he titulado La alternativa, donde celebro los sesenta años de trayectoria artística y en el que, además de hacer un recorrido por mi repertorio y presentar algunas creaciones recientes como solista, apadrino a Alba Heredia, una muchacha de mi tierra, de Granada, que baila muy bien. Soy viejo en la guitarra pero joven de espíritu y observo una entusiasta admiración de los más nuevos hacia mi música, y eso es lo que me mantiene vivo y me anima a salir todos los días al escenario y ofrecer lo que tengo dentro de mí".



La bailaora sevillana y Premio Nacional de Danza Isabel Bayón presenta Dju Dju, un espectáculo coreografiado y dirigido por su amigo Israel Galván: "La Bienal abre diferentes puertas, facilita la comunicación entre artistas, hace que el flamenco se nutra, se desarrolle, crezca y tome otros derroteros, favoreciendo la creatividad y propiciando un escenario fresco y natural para la evolución y la inventiva y, sobre todo, para que el flamenco camine y siga vivo". En el mismo sentido se expresa Rocío Molina: "La Bienal me ofrece la oportunidad de iniciar una búsqueda que requiere mucha concentración, entrega y amor al flamenco, a tu arte, a tu vida, porque lo que voy a hacer es único, muy generoso, muy desbordado, darlo todo en algo que no va a ocurrir más"