Bob Dylan en la tercera dimensión
Foto retrato incluído en el disco
Sale a la venta el nuevo trabajo de Bob Dylan, Triplicate, un triple disco de versiones de clásicos americanos, que abre la veda para especular sobre el significado detrás de cada gesto que contiene.
En ese estadio de análisis que a veces deja el discurso crítico-paranoicio de Dalí en bragas es fácil perderse y pasar por alto detalles fundamentales. Propongo concentrarnos en uno de ellos.
Por mucho que busquen no encontrarán en este álbum de covers los créditos de autoría de los temas. Dylan ha grabado con su banda y una sección de vientos, sin remezclas, en los estudios Capitol de Hollywood, temas cuidadosamente escogidos de un abanico de compositores americanos como Charles Strouse y Lee Adams ("Once Upon A Time"), Harold Arlen y Ted Koehler ("Stormy Weather"), Harold Hupfield ("As Time Goes By") o Cy Coleman y Carolyn Leigh ("The Best Is Yet To Come"), pero no podrán encontrar esta información impresa en el empaquetado del CD o el vinilo. No es algo nuevo, ya ocurría con sus dos anteriores álbumes de clásicos, que antes había versionado Frank Sinatra, Fallen Angels (2015) y Shadows in the Night (2016). Tampoco estaban acreditados los temas de su disco de villancicos Christmas in The Heart (2009).
El mensaje, si me lo permiten, parece claro: no importa quién los escribió porque ya forman parte del subconsciente colectivo, ya son tradición, y si algo puede importar es solo quién, cuándo y por qué los interpreta. En este caso es Bob Dylan producido por Jack Frost, alias que usa el propio Dylan desde Love and Theft, donde tras una carrera de insatisfacciones y pleitos con el modo en que su música era producida por fin comprendió que el mejor productor para la voz de Bob Dylan es Bob Dylan. Y su voz suena aquí aunando precisión y pasión al menos con tanta expresividad como sus mejores trabajos.
Su forma de avanzar es cambiando el sentido de las agujas del reloj. Desde su álbum Good as I Been To You, su trabajo se asemeja al archivo de una educación musical y una historiografía cultural. La ironía resulta tan profunda como poética: el artista que fue apaleado por los guardianes de la tradición en los años sesenta encuentra su redención décadas después convirtiéndose, siempre en sus propios términos, en albacea y transmisor de la música tradicional.
"El pasado nunca está muerto. Ni siquiera es el pasado", escribió William Faulkner. El genio de Duluth parece compartir el sentido profundo del pensamiento del autor de Luz que agoniza, pues con su militancia creativa y compromiso histórico con el cancionero clásico norteamericano -sea folk, blues o, como es el caso de Triplicate, la melodía romántica- viene a decirnos que las raíces no tienen edad, que toda tradición existe en el presente, nos informa sobre el presente y da forma al presente.
Triplicate, su regreso creativo tras la controversia que generó la concesión del Nobel de Literatura (y también tras haberse vuelto a colocar en lo alto de las listas de ventas mundiales y nominado en los Grammy), es un paso más, pero un paso de gigante -nada menos que treinta temas en tres discos-, en su camino de regreso al origen de todo aquello que le ha hecho inmortal. Encontramos aquí al mismo Dylan que en su "resurrección" con Time Out of Mind, Love and Theft y Modern Times (otra suerte de trilogía) se había propuesto reformular el vasto paisaje literario y musical norteamericano de los últimos 150 años mientras convertía la autobiografía sentimental en una forma de alquimia.
Foto-retrato incluída en Triplicate
Esto que suena tan ambicioso y, si queremos, arrogante, es en verdad un profundo acto de humildad. Escuchar Triplicate es, cuanto menos, escuchar a un hombre que expone sin reservas toda su devoción hacia el arte, la cultura y el país que ama y que ha llegado a comprender hasta su médula. Si "My One and Only Love" (Guy Wood y Obert Mellin) nos conmueve como lo hace es porque, parafraseando a Piazza, "ha encontrado la esencia" de lo que significa el tema y "lo ha hecho, en cada instante, suyo". El gesto de humildad es la celebración de legado. Esa es la clase de sabiduría musical contenida en Triplicate, nuevamente un disco tan nocturno como diurno, tan empapado en la melancolía del pasado ("That Old Feeling", Sammy Fain) como en la necesidad de un futuro ("The Best is Yet to Come").La voz de Dylan siempre ha sido el sistema nervioso de su arte. Desde el principio -en Bob Dylan (1962), su primer álbum, solo había dos temas de creación propia y era, en rigor, un álbum de versiones-, una parte esencial del sentido de sus canciones ha sido la forma en que las ha interpretado. Triplicate es un estudio mayor sobre el arte de la interpretación. Temas inmensamente conocidos -"The September of My Years" (Jimmy Van Heusen y Sammy Cahn), "That Old Feeling", "As Time Goes By", "P. S. I Love You" (Gordon Jenkins y Johnny Mercer), "Sentimental Journey" (Les Brown, Ben Homer y Bud Green), "Stardust" (Hoagy Carmichael), etc.-, sumergidos en el subconsciente colectivo de la música popular hasta el punto de que han diluido el concepto de "autoría" cuando se escuchan y se cantan, suenan en la voz de Dylan como si fueran nuevos. ¿Es realmente posible escuchar la melodía de "Day In, Day Out" (Rube Bloom y Johnny Mercer) y que suene fresca? La respuesta es Triplicate.
Dylan ha conferido una línea temática, o conceptual, a cada uno de los discos: 1. The Sun Goes Down, 2. Devil Doll y 3. Comin' Home Late. Quizá estos títulos sean un punto de partida desde el que explicar las dos fotos. Y también desde el que evocar las atmósferas y los relatos del cine clásico americano tan manifiestos en las canciones. En Triplicate hallamos los fotogramas de Perdición, de Retorno al pasado, de Casablanca.
El tema que Dylan ha colocado al final del álbum triple casi como una coda (y una pregunta metafísica) es "Why Was I Born" (Jerome Kern y Oscar Hammersetin II), conocido sobre todo en la voz de Billie Holiday. A sus 75 años, sigue buscando la respuesta. Quizá nació, como le dijo el propio Sinatra, para pertenecer a las estrellas y habitar una tercera dimensión. No es que, a estas alturas, esté midiendo su arte y su voz con las altas cimas de la melodía romántica. Es que también pertenece a ellas.
@carlosreviriego