Herbie Hancock y Wayne Shorter

De los eclécticos teclados de Herbie Hancock al saxo directo de Wayne Shorter. Son dos pura sangre que han vivido la edad dorada del jazz -ambos coincidieron en el segundo gran quinteto de Miles Davis- y que estarán en Jazzaldia, una de las paradas obligadas en torno a una "actitud" musical, a un género que Herman Hesse denominó "carne cruda". Ponemos cara a cara a ambas personalidades, una aferrada a las esencias (Shorter) y la otra más permeable a todo tipo de fusiones (Hancock). Recorremos, además, las citas más importantes del verano y los principales nombres que integran sus programas.

Tras más de 100 minutos de química cinematográfica, a uno le da por pensar qué fue de Paul Newman y Robert Redford tras su salto al vacío en Dos hombres y un destino. No sé si intencionadamente o no, el caso es que George Roy Hill ideó el mejor de los finales para el famoso western, dejando en el aire tantos desenlaces como la imaginación le alcanza a uno. Las vidas de Wayne Shorter (Newark, 1933) y Herbie Hancock (Chicago, 1940) han coincidido en muchos y fructíferos de sus destinos, además de ser hoy afectuosos rivales a la hora de ocupar la actual cima del jazz. Ambos están citados por separado en el próximo Heineken Jazzaldia, el saxofonista el viernes, 21, de julio y el pianista el 24, convirtiendo al festival donostiarra en una suerte de altar jazzístico con dos de sus principales divinidades.



"Wayne es mi mejor amigo". De esta manera confesó Hancock a El Cultural su particular relación con Shorter, a pocos días de conseguir un Grammy al Mejor Disco del año en 2008, por su registro River: The Joni Letters, inspirado en el universo musical de Joni Mitchell y, a la postre, segundo álbum de jazz en conseguir la categoría mayor de los galardones norteamericanos, tras el de Stan Getz y Joao Gilberto en 1964. El apunte encuentra merecido sentido porque fue la cantautora canadiense quien reuniera en 1979 a Shorter y Hancock años después de que la pareja gastara escenario junto a Miles Davis; la aventura de Mitchell tenía un argumento todavía más atractivo, pues la coincidencia de los dos músicos se debió al homenaje discográfico pergeñado en agradecimiento al contrabajista Charles Mingus, que fallecería antes de culminar el proyecto fonográfico, titulado explícitamente Mingus.



Junto a Miles Davis

Llegado a este punto, capítulo especialmente singular fue la coincidencia del saxofonista y pianista en el segundo gran quinteto de Miles Davis, junto al contrabajista Ron Carter y el baterista Tony Williams. Fue un tiempo de gran fertilidad creativa tanto para el trompetista como para sus músicos, y aún más, para el género en sí mismo, pues aquella formación fue el germen de toda la fusión eléctrica que inmediatamente después firmaría Miles Davis, abriéndole una ventana al género que todavía nadie ha sido capaz de cerrar. Fue en aquellos años, ente 1963 y 1969, cuando Shorter y Hancock acabaron por entender la verdadera esencia del jazz, esto es, asumieron que más que un lenguaje, esto del jazz es una actitud. Así, ambos fueron protagonistas activos y principales de actuaciones míticas y discos antológicos como E.S.P., Miles Smiles, Sorcerer, Nefertiti o, los más premonitorios de los nuevos horizontes que se le abrían al jazz, Miles In The Sky, Filles De Kilimanjaro o In a Silent Way, estos últimos, ya doblando en los teclados Chick Corea. Y sí, de aquella intensa etapa prendió una intensa amistad, que aún hoy perdura.



"Al jazz le falta evolucionar más para seguir creciendo con influencia de otras músicas". Herbie Hancock

De aquel tiempo es famosa la consigna de Miles Davis a sus muchachos, "no toquéis lo que sabéis, tocad lo que no sabéis". Igualmente aquella forma de trabajar que incluía la ausencia total de itinerarios preconcebidos, así como la apuesta por la voz colectiva por encima de la individual. Considerando esto último, también es cierto el consejo del genio de Illinois de, ante cualquier aventura musical, tocar pensando en el momento y en uno mismo, no para el público y para rentas futuras, algo que desde luego Shorter ha defendido hasta nuestros días; no tanto el pianista, habitualmente dividido entre la creación jazzística por derecho y su formulación más comercial y orillada al pop.



En palabras de Shorter, "tocar con Miles Davis era como salir a una misión siempre nueva, cada noche, cada concierto. Llegabas al estudio y no sabías qué ibas a tocar ese día, pero, uff!, nos poníamos y salían cosas maravillosas. Era un genio". Hancock, por su parte, cuenta que "los años que formé parte de su banda fueron una de las experiencias musicales más enriquecedoras para mí. Luego están los músicos de la banda, como Tony Williams o Wayne, mi mejor amigo".



Sea como fuere, ambos artistas encajaron esas incursiones por las sonoridades eléctricas con guiños de música funk y rockera fundando en 1970 bandas cardinales en la historia de este estilo, Weather Report en el caso de Shorter, y The Headhunters en el de Hancock. Notorio fue el éxito de estas dos formaciones, que luego siete años después, tendrían merecida prolongación en otra reunión integrada por los miembros del segundo quinteto de Miles anteriormente mencionados, V.S.O.P., con Freddie Hubbard ocupando el puesto del autor de Kind of Blue; la experiencia obtuvo el referendo del público y de hecho actuaron, esporádicamente, hasta comienzos de los años noventa. Mediada esta década, singular fue el diálogo discográfico que ambos mantuvieron en torno al disco 1+1 (Verve, Universal, 1997), un trabajo que les emplazó ante las sonoridades acústicas, y ante sus respectivas voces instrumentales.



Esencias del género

Muchas son las coincidencias de este par de gigantes jazzísticos en los escenarios de medio mundo. Hoy cada uno encara su compromiso con el jazz con la autoridad de saberse principales en la madurez de la modernidad jazzística que les señaló Miles Davis, eso sí, cada uno a su manera. Shorter, sin ir más lejos, lidera el que sin duda es el mejor cuarteto del jazz actual, y uno de los mejores de toda la historia de esta música; integrado por el pianista Danilo Pérez, el contrabajista John Patitucci y el baterista Brian Blade, este cuadrilátero de jazzistas agitan las mejores esencias del género, apoyándose para ello en un torrente de creatividad plagado de gestos de hoy, de una originalidad y una audacia sin apenas precedentes, a no ser los apuntados por los más grandes maestros del jazz. Con esta formación se presentará Shorter en el Auditorio Kursaal, el mismo espacio que luego ocupará Hancock con... otra cosa.



Efectivamente, los vaivenes artísticos de Hancock están generando no pocos debates sobre su honestidad y valor jazzísticos, por sus consabidas concesiones a una música de más fácil acceso. Eso sí, junto a sólidos y cómplices pilares rítmicos como el bajista James Genus y el baterista Vinnie Colaiuta, Hancock acudirá a San Sebastián con dos jóvenes talentos a los que viene apadrinando, el saxofonista Terrace Martin y el guitarrista Lionel Loueke; es éste, el de mentor, uno de sus más aplaudidos roles, pues en estos años el pianista ha sido justo prescriptor de jóvenes jazzistas, bien acogiéndolos en sus propias bandas, bien formando parte del jurado de la prestigiosa Thelonious Monk Competition. Paralelamente, también se le atribuye a Herbie Hancock buena parte de la decisión de la UNESCO por designar al 30 de abril como Día Internacional del Jazz.



Necesidad de experimentar

En la actual ideología jazzística del pianista, la necesidad de seguir experimentando prevalece por encima de todo: "Al jazz le falta evolucionar más para seguir creciendo, con influencias de otras músicas y a la vez influyendo en ellas". Algo parecido opina el saxofonista: "A mí me interesa la música y por tanto en mis proyectos impera la voz del grupo sobre las individualidades, es la suma de esfuerzos. Y no abandonar nunca el compromiso con la creación, desafiar lo establecido, buscar nuevos lenguajes… es la úncia manera de que el jazz siga siendo una música viva".



"Tocar con Miles Davis era como salir a una misión siempre nueva". W. Shorter


La divergencia creativa entre esas dos maneras de entender la música, una abrazada a las esencias y la otra permisiva con toda suerte de fusiones, es probablemente la única nota discordante entre estos dos caballeros del jazz. Incluso en sus respectivos inicios se observan paralelismos, pues ambos estuvieron apadrinados por poderosos jazzistas; Horace Silver, Maynard Ferguson y Art Blakey en el caso del saxofonista, y Donald Byrd en el del pianista. Además de intérpretes arrebatados y arrebatadores, la pareja es de sobra conocida por su agudo instinto compositor, y en el caso de Hancock traduciéndose en éxitos que hoy traspasan las fronteras estilísticas del jazz, como Watermelon Man, primero de los cortes incluidos en su álbum de debut Takin' Off (1962), o el todavía más célebre Cantaloupe Island, registrado en su disco Empyrean Isles (1964) y que, 32 años después, universalizaría el grupo de hip-hop británico US3. También gran éxito le reportarían sus incursiones en el mundo cinematográfico, componiendo la música para la película Blow Up de Michelangelo Antonioni y produciendo la banda sonora de Alrededor de la medianoche (Round Midnight), de Bertrand Tavernier, ganadora de un Oscar. Wayne Shorter, por su parte, ha incorporado a los atriles de medio mundo su conocido tema Footprints, que hoy suena prácticamente en todos los escenarios de jazz más académico.



Carta a las nuevas generaciones

Finalmente, hay que recordar sus últimas producciones discográficas, que evidencian esas distancias éticas y estéticas. Así, Shorter tiene publicado el monumental Without a Net, junto a su cuarteto y toda la energía jazzística que caracteriza a este grupo salvaje. Hancock, por otro lado, cuenta entre sus últimas entregas con The Imagine Project, producido por Larry Klein y con invitados "mediáticos" como Los Lobos, la cantante estadounidense Pink, el británico Seal, la hija de Ravi Shankar, Anoushka Shankar... y Shorter.



A mayores, ambos buscan la fuerza y el poder de la música para hacernos mejores personas, firmando una carta conjunta hace varios meses dirigida a las nuevas generaciones con motivo de la actual escalada de atentados terroristas: "No te desanimes y usa tu arte para alcanzar la paz". Finalmente, la visita de estas dos leyendas del jazz moderno al festival de San Sebastián recuerda otra coincidencia más, pues ambos han sido premiados por el certamen con su máximo galardón, el Donostiako Jazzaldia. Un reconocimiento más a quienes dieron un futuro al jazz de la mano de Miles Davis. pablo sanz