Devendra Banhart

La sangre y el nombre marcan la personalidad de Devendra Banhart (Houston, Texas, 1981). Sus padres, él estadounidense y ella venezolana, profesaban la religión hindú y le bautizaron como el rey de los dioses. Esa triple herencia cultural hippie, latina y oriental del músico y artista visual ha estado siempre en presente en su trabajo y este fin de semana sus seguidores españoles tienen dos oportunidades para disfrutar de esa fusión mágica en directo: este viernes en el Vida Festival, en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) y el domingo en las Noches del Botánico de Madrid.



Ape in Pink Marble es el noveno álbum de Banhart. En él vuelve a colaborar estrechamente con Noah Georgeson y Josiah Steinbrick, como hizo en su anterior trabajo, Mala. El nuevo disco sigue la línea minimalista del anterior pero se introduce en territorios emocionales y musicales más oscuros sin perder el carácter relajado y acogedor. Sus letras siguen siendo enigmáticas pero menos crípticas y surrealistas. En esta ocasión no incluye ninguna canción en español, como suele hacer en todos sus discos, pero el artista ha declarado que a cambio en su próximo álbum la mayoría de las canciones estarán en su segunda lengua, que, asegura, le permite divertirse con la sonoridad de las palabras aunque su vocabulario sea más reducido en español que en inglés.







Ape comienza con un par de canciones, "Middle Names" y "Good Time Charlie", vestidas únicamente con la voz del músico y su guitarra acústica, recuperando el la sencillez folk de sus inicios. "Jon Lends a Hand" amplía el espacio sonoro y una brisa pop con más instrumentos y detalles. Está dedicada a Jonathan Richman porque toma prestados los acordes de una de sus canciones. "Oh, Jonathan, Jonathan / These are your chords / I'm borrowing them, I'm borrowing them / Just to convey / How very beautiful she looks today" ("Oh, Jonathan, Jonathan / Estos son tus acordes / Los tomo prestados, los tomo prestados / Solo para expresar / Lo hermosa que está hoy").



"Fancy Man" y "Fig in Leather" introducen la broma y los aires funk y disco. La primera habla describe con ironía a un hombre extravagante (¿él?) y sofisticado que vuela en jet privado para ver el nuevo zoo en Tailandia, que pertenece a una estirpe que nunca tuvo que hacer cola para nada, y que cuando muera solo servirá de alimento a los gusanos más distinguidos. La siguiente parece protagonizada por el mismo personaje y se centra en el cortejo de una dama igualmente sofisticada.



Banhart, que salió de la burbuja indie con el disco Smokey Rolls Down Thunder Canyon (2007), siempre tuvo querencia por los ritmos tropicales y en este disco lo hace notar, con un eco oriental, en "Theme for a Taiwanese Woman in Lime Green", una bossa nova que dedica a una mujer que cruzó la calle mientras él esperaba a que el semáforo se pusiera en verde. Como contó en una entrevista en Radio 3 con Ángel Carmona, el músico sintió el impulso de preguntarle su nombre y ella solo le dijo, con perfecto acento inglés: "I'm from Taiwan, darling". La fascinación enamoradiza con la que Banhart contempla el mundo toma cuerpo en esta anécdota y en la letra de la canción: "There is no one that I love and that no one is you" ("No quiero a nadie y ese nadie eres tú"). Una perfecta desconocida se convierte en la depositaria de todo su amor durante un instante fugaz que queda inmortalizado en una canción. Así funciona el arte de Banhart, entre la pasión y la ligereza, polinizando las maravillas cotidianas que encuentra a su paso.



El viejo tema del tempus fugit asoma precisamente en las últimas canciones del disco, más sombrías y con sabor a despedida, como "Linda", en la que se mete en la piel de una "mujer solitaria, sola en el mundo, deambulando por la ciudad"; "Saturday Night" ("Everything that made you stronger won't be around much longer"; "Todo lo que te hizo más fuerte no estará por aquí mucho tiempo más"); o Lucky, en la que ve ponerse el sol en los ojos de la persona amada. No obstante cierra el disco una canción que se limita repetir la palabra "celebration", aunque su ritmo pausado y el lamento lejano de una guitarra desmienten la letra. Es el enigma final, la última broma, que deja la estancia en penumbra y la puerta entreabierta hasta que llegue el próximo lote de canciones alucinadas.







@FDQuijano