Escena de Historia del cerco de Lisboa. Foto: Festival de Almada

El pequeño formato tendrá especial relieve en esta edición del Festival de Almada. Rodrigo Francisco, su director desde 2008 (asumió el cargo tras la muerte de su fundador, Joaquim Benite), tomó buena nota de las preferencias del público. En Almada es tradición que los espectadores voten qué montaje de los que han visto durante el festival quieren que vuelva a exhibirse el año siguiente. Ganó la Hedda Gabler intimista de la compañía noruega Visjoner Teater, que se escenificaba sólo para 70 personas en cada función. Aquella victoria dio una pauta para confeccionar una programación que se abre este martes, 4, con Apre-Melodrama Burlesco de los franceses Fils du Grand Réseau.



"Moliére decía que el teatro sólo necesitaba un par de tablas y una pasión", apunta Francisco a El Cultural. "Por mucho que los creadores intenten sorprendernos con el último grito tecnológico, el teatro continua siendo, en su esencia, actores interpretando. Independientemente de las formas con las que el teatro se ha revestido a lo largo de los años, los actores han sido siempre el pilar fundamental y el vehículo preferido para poner en contacto los autores con el público".



Almada, de todas formas, no renuncia las producciones de mayor empaque. Ni tampoco a unas de sus señas de identidad desde sus orígenes: ser la ventana para Portugal de los grandes gurús escénicos de Europa. Pippo Delbono estará con su Vangelo, en cuyo origen está una petición de la madre del dramaturgo y director italiano: en su lecho de muerte le sugirió que tejiera un espectáculo con la religión como epicentro. Delbono le tomó la palabra y creó esta misa (laica y lírica) escenificada en la que afloran las bondades de la fe con los atropellos cometidos en su nombre.



Otros de los grandes que comparecerá en Almada es Cristoph Marthaler, con Une île flottante, una producción cocinada con algunos personajes extraídos de La poudre au yeaux, de Eugène Labiche. A partir de estos roles construye un entorno burgués donde las apariencias prevalecen. También las confusiones: sintetizadas en el uso de dos lenguas entrecruzadas: el alemán y el francés. Marthaler, fiel a su código mixto, combina el teatro, la ópera y la música. Y Peeping Tom, la compañía belga dirigida por el tándem formado por Gabriela Carrizo y Franck Chartier, una de las máximas representantes continentales de la danza-teatro, presentarán Moeder, su incursión en el laberinto de la maternidad.



Es habitual encontrar en la cartelera de Almada nombres españoles de peso. Esta edición encontramos a Ignacio García, que encabeza una interesante coproducción del Teatro de Almada, el Teatro de Braga, el Teatro del Algarve y el Teatro dos Aloés: la adaptación escénica de la novela de José Saramago El cerco de Lisboa, cuya dramaturgia firma José Gabriel Antuñano. El impulso del proyecto parte de Pilar del Río, la viuda del Nobel portugués. "El hecho de que dos españoles estén al frente concuerda a la perfección con el espíritu iberista que siempre reivindicó Saramago", apunta Francisco. "Historia del cerco de Lisboa es la historia de un acto de rebeldía creativa: un corrector tipográfico escribe un 'no' donde debía haber un 'sí'". Se trata de Raimundo Silva, que con ese gesto construye una nueva perspectiva sobre el asedio de la capital lusa y el papel jugado en él por los cruzados.



Un obra que, sin duda, incita a la reflexión. Y ese es el principal objetivo de Almada. Rodrigo Francisco siempre insiste en la concepción del teatro como pensamiento. "Cuando asisto al teatro, hoy día, percibo que las motivaciones que hay detrás de muchos espectáculos no son artísticas. Sus creadores se centran en el entretenimiento. Atención: no tengo nada contra el entretenimiento pero creo que hay muchas formas más divertidas de entretenerse que el teatro. Lo que me preocupa (como creador) y me indigna (como ciudadano) es que el teatro subvencionado opte por esa vía, porque, en ese caso, da razón a quienes afirman que el Estado no debe apoyar las artes. En la sala de teatro intento buscar dimensiones de la vida que no encuentro fuera: poéticas, contemplativas, estéticas, preguntas sin respuestas que me ayudan en la vida".



Precisamente, la financiación pública es uno de los caballos de batalla del festival portugués. Francisco denuncia que ha recibido en 2017 la misma cantidad del Estado que en 1997. "Esta situación se debe a los recortes, iniciados en 2011, llevados a cabo por el entonces gobierno del Partido Socialista y agravados por el gobierno siguiente, del Partido Social-Demócrata. Es cierto que la troika ya salió de Portugal hace tres años, pero los niveles de inversión en el Festival de Almada, por parte del Estado, se mantienen".



@albertoojeda77