En 1905 El imparcial puso a Azorín a patear la Mancha. La 'percha' era de tricentenario de la publicación de El Quijote. La idea (alumbrada por José Ortega Munilla, director del periódico madrileño y padre de Ortega y Gasset) era seguir los pasos del ingenioso hidalgo y que mandase una serie de crónicas. Al final fueron quince las que escribió y se agruparon bajo el título La ruta de Don Quijote. Es el mismo que ha utilizado Eduardo Vasco para un curioso montaje manufacturado a partir de esos textos, con Arturo Querejeta, su actor fetiche, metido en la piel de Azorín.
Los libros de viajes, los relatos de aquellos que transitan por caminos que no se suelen recorrer, fueron un género habitual en la tradición literaria que se trasladó al ámbito periodístico rápidamente durante el siglo XIX. En el 50° aniversario de la muerte de Azorín, La Abadía acoge la adaptación escénica de esas crónicas escritas en 1905, cuando el diario madrileño El Imparcial le envió a La Mancha, para repetir el camino que el ingenioso hidalgo recorriera en su famoso libro.
Partiendo de su habitación de pensión, con apenas una maleta, un par de libros, lápiz y papel, el cronista sigue, primero en tren luego en carro, los pasos del personaje literario más emblemático de nuestra literatura. Así emprende su ruta con el objetivo de descubrir, a través de sus observaciones y de los testimonios de las gentes que encuentra, cuánto pervive de las andanzas de aquel caballero. Durante su viaje desvelará a los lectores, a través de sus encuentros, anécdotas y reflexiones lo que considera que fue el germen de la inmortal novela cervantina.
Eduardo Vasco aprovecha este texto narrativo, periodístico y poético, lleno de sutilezas y guiños, para convertirlo en una entrañable experiencia histórico-teatral. Un uso del castellano de enorme riqueza junto a un sencillo juego de objetos y proyecciones, permiten al espectador explorar de la mano de Azorín los paisajes, pueblos y aromas cervantinos de una manera íntima, personal y desenfadada.