Un momento de Noche de reyes de Donnellan. Foto: Polina Koroleva
Es una suerte contar con la visita puntual de Declan Donnellan cada temporada en los escenarios españoles. Todavía tenemos reciente en la memoria su magistral Cuento de invierno de Shakespeare que pudimos ver en el CDN en 2016. Un montaje que compendiaba muchas de las virtudes de su compañía Cheek by Jowl: el descaro para actualizar obras clásicas, el simultáneo tuteo y respeto a sus autores, el rigor y el conocimiento profundo en el que ancla sus originales 'desvaríos' y divertimentos, la aparente improvisación de muchos pasajes, el aire fresco, festivo y desenfadado, la riqueza musical, la mezcla de códigos (televisivos, cinematográficos, puramente escénicos), el fraseo impecable de los textos, la tremenda piedad y ternura hacia a cada personaje... Donnellan ha trabajado obras de Lope de Vega, Racine, Chéjov... Pero su verdadera especialidad es Shakespeare, cuya dramaturgia le debe mucho de su vigencia y alcance actual.Este año Temporada Alta le ha concedido el honor de abrir su siempre sugerente programación, la del festival de otoño más consolidado de nuestro país. Lo hará el miércoles 11 de octubre. El director británico, siempre acompañado de su cómplice Nick Ormerod, presentará su versión de Noche de reyes, un montaje que tiene a su espalda un largo recorrido y que también exhibieron en el Teatro Principal de Vitoria el viernes pasado. Detrás de su producción está el Festival Chéjov de Moscú, fundado en 1992 y por el que han desfilado leyendas como Giorgio Strehler, Peter Brook y Peter Stein. Allí estuvo en cartel en 2003 y luego ha recorrido varias ciudades europeas y estadounidenses.
Está interpretada por un elenco íntegramente ruso que se expresa, claro, en su lengua natal, algo que no ha sido un factor disuasorio para el público anglosajón, tan reacio a digerir a 'su' bardo en otras lenguas que no sea la propia. Las reseñas británicas y norteamericanas resaltan que el flujo visual y coreográfico diseñado por Donnellan resulta tan hipnótico que no se echa en falta la 'versión original'. Lo de trabajar con actores rusos no es ni mucho menos una novedad para Donnellan, que desde los años 90 viene colaborando regularmente con distintas instituciones escénicas rusas.
Una relación que se intensificó cuando el Festival Chéjov le encomendó en 1999 la formación allí de una 'filial' de Cheek by Jowl, con la que, confiesa, trabaja con unos plazos menos acuciantes que los habituales en el teatro británico, cuya escena sigue ritmos propios de una cadena de montaje fabril. "También en Inglaterra, por el tipo de contratos que imperan, apenas tenemos margen para experimentar con los actores salvo en el arranque de los ensayos, mientras que en Rusia esas investigaciones y probaturas se pueden prolongar durante todo es periodo embrionario", explica Donnellan a El Cultural.
Aunque también se topa con problemas específicamente locales: "Siempre alguien está malo en Moscú. Es el sitio donde pierdes más ensayos por ese motivo. Puedes ensayar durante dos o tres años y al final la suma de las horas es la misma que la media en una producción en el Teatro Nacional de Londres". En esas circunstancias, su gran preocupación es mantener al equipo sano.
Otro dato llamativo del proyecto es que el plantel es totalmente masculino, una apuesta original de Donnellan. Eso sí, huyó del amaneramiento y del travestismo, igual que ya hizo en Como gustéis. "La intención en ambos casos es que el público olvide rápidamente que son hombres interpretando personajes femeninos", advierte el director británico. El 'trueque' de sexos se justifica en la prohibición de actuar que pesaba contra las mujeres en el periodo isabelino. También en el juego de identidades sexuales que inserta Shakespeare en la trama, que es una constante sucesión de confusiones en ese terreno. Marca de la casa.
"Noche de reyes es una obra sobre el amor y la identidad, sobre las dificultades del amor, sobre cómo la identidad se disuelve en él, sobre cómo el amor linda con la locura, el miedo y propicia revelaciones espirituales. El amor que comparte Shakespeare con nosotros es tan cruel como lo es la esperanza en sí misma. Nos hace pensar en las desilusiones que traerá la pasión, en el eterno 'espejo mágico' de las apariencias enfrentadas a la realidad", señala Donnellan. Y nos deja un detalle para la reflexión: "Impacta que Viola tenga en el texto un línea idéntica al Yago del El moro de Venecia: 'No sé quién soy'. Shakespeare sabía muy bien que todos los seres humanos somos actores en mayor o menor medida y que nuestra personalidad nunca es un estado fijo, sino un proceso en constante evolución".
@albertoojeda77