"Para los poetas y dramaturgos, en vez de homenajes yo organizaría ataques y desafíos en los cuales se nos dijera gallardamente y con verdadera saña: ¿A qué no te atreves a hacer esto?", escribe Federico García Lorca en una de sus iluminadoras conferencias, Charla sobre teatro. Y esa pregunta es la que ha acompañado al director y dramaturgo argentino Pablo Messiez desde que se decidió a montar Bodas de sangre, obra con la que abre la nueva temporada del Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional y también la veda de una temporada escénica muy lorquiana.
"¿Me atrevo a hacer esto? O mejor: ¿qué sentido tiene que yo haga esto? ¿Cómo hacer un Lorca en presente?" Messiez invoca la exhortación al atrevimiento pronunciada por Lorca para justificar su propuesta, que cuestiona algunas interpretaciones sedimentadas con el paso del tiempo y que, a su juicio, se interponen entre el público actual y la 'verdad' original de Lorca. Como suele suceder con los autores cuyos apellidos derivan en adjetivos, la figura y la obra de Federico García Lorca son infinitamente más complejas que lo que el discurso hegemónico, ese atenuador de potencias, pretende. "Poniendo el foco en algunas zonas, disimulando o apropiándose de otras se ha ido construyendo una idea acerca de "lo lorquiano" que funciona como interferencia a la hora de pensar a Lorca", advierte el director.
"Es un problema clásico de la historia del teatro, ideas que se empiezan a armar sobre los autores terminan cristalizándose en las puestas en escena, impidiendo a los textos que dialoguen con el presente. Es decir: impidiéndoles ser teatro", insiste Messiez. "Son lugares comunes que acaban ocultando la obra. Sin ir más lejos, en la primera acotación del texto pone: habitación pintada de amarillo. Luego hay otro espacio rosa y otro de grises y azules. ¿Dónde quedaron esos colores en el imaginario vinculado a Bodas de sangre?", se pregunta el director argentino, que reconoce que este es un fenómeno habitual en las figuras encumbradas. "Lo mismo pasa con Lorca que con Chéjov o con Beckett, en pos de una fidelidad imposible a un no sé qué chejoviano o beckettiano. Y esas ideas preconcebidas siempre serán tediosas porque resultan conocidas, masticadas y digeridas".
"Y entonces veo que tiene todo el sentido hacerlo. El sentido de cumplir con el deseo (con el destino). De olvidar todo prejuicio y de poder establecer un diálogo entre esos textos y el presente de nuestros cuerpos. Encontrar ahí el sentido: en nuestros sentidos, encarnando esas palabras", concluye el director. Porque como decía el poeta, "cuando las cosas llegan a los centros, no hay quien las arranque".